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Mojos, el pueblo que esperaba las inundaciones como bendición

La historia mojeña empieza con la geografía. Por la índole hidrográfica de la región, la sociedad precristiana levantó obras de tierra para dominar los rebalses fluviales, fertilizar el suelo arcilloso y producir alimentos en forma intensiva.

Aquella civilización esperaba las inundaciones como bendiciones de Dios, emergiendo las leyendas del Gran Mojos, El Dorado, Gran Paitití, Imperio de Enín, Islas de la Canela, Candyre. De esta manera, logró de-sarrollar una fertilidad sustentable.

¿Cuándo y por qué colapsa la civilización amazónica? Kenneth Lee advierte que un megaevento climático en los siglos XII y XIII, con inundaciones y sequías desproporcionadas, provocaron conflictos, enfermedades y muertes, desarticulando tan complejo sistema productivo. Hubo entonces un período de transición del sistema de camellones al chaco de roza-tumba-quema que aún perdura.

La colonia.  En más de 100 años, el arcabuz y la espada de España nada lograron en su afán por conquistar el Gran Mojos, obra realizada por el breviario y la cruz de los jesuitas desde 1675. A través de las misiones, los pueblos indígenas perfeccionaron oficios y artes que lograron notabilidad en la Audiencia de Charcas y la metrópolis.

Las misiones fueron verdaderos institutos comunitarios de capacitación técnica y producción diversificada, y tanto prevaleció la experiencia comunitaria que el indígena se olvidó de su personalidad individual.

En 1682 empezaron a organizarse las misiones con mojeños, canichanas, movimas, baures, itonamas, cayuvavas, tacanas, entre otros pueblos en Loreto, Trinidad, San Ignacio, San Javier, San José, San Borja, San Luis, San Pablo, San Pedro, Santa Rosa, Concepción, Exaltación, San Joaquín, Santos Reyes, San Martín, Santa Ana, Santa María Magdalena y otros.

Si bien algunas poblaciones desaparecieron durante o después del período jesuítico, otras se constituyeron en la base social de importantes ciudades actuales.

Las misiones de Mojos fueron verdaderas fortalezas para proteger los intereses imperiales de la península, frente a la constante amenaza de los portugueses. Los cañones forjados por canichanas y sus flechas rechazaron la geopolítica expansionista lusitana, como lo hicieron los aguerridos baures en la frontera con Brasil.

Gabriel Ojeari y Juan Maraza fueron los protectores del territorio de Mojos, en las batallas de La Víbora y Carayanao, por ello, el 2005 el departamento logró una ley que consagra a estos luchadores.

La salida de los jesuitas abrió la opresión en Mojos, en 1767. El rey Carlos III cerró de la noche a la mañana la experiencia comunitaria y abrió una larga noche de oprobio para los pueblos indígenas, convertidos en bestias de carga.  El buen gobernador Lázaro de Ribera (1786-1792) marca un paréntesis en los abusos y explotación del régimen colonial.

El indígena que no conoció universidad ni leyó a Voltaire se rebela contra los gobernadores, administradores y sacerdotes irresponsables. Pedro Ignacio Muiba es el gran prócer de la independencia que en 1810 impone el gobierno indígena en Trinidad y Loreto, por un periodo de algo más de dos meses.

Traicionado el caudillo, la insurgencia fue sofocada y Muiba decapitado. En Mojos, se dio la única rebelión con rostro y sangre indígena de todo el territorio americano de la libertad. El 2000, con el apoyo de la brigada parlamentaria del Beni, se logra la ley que reconoce a Pedro Ignacio Muiba como héroe nacional. 

Creación y conflicto. La República cambia el nombre de Mojos por el de Beni, erigido departamento el 18 de noviembre de 1842, por el presidente José Ballivián. Aquella inmensa unidad territorial fue dividida en tres provincias: Mojos, Caupolicán y Yuracaré (actualmente son ocho: Cercado, Vaca Díez, José Ballivián, Yacuma, Moxos, Marbán, Mamoré e Iténez).

Se vivió entonces un terrible drama social. El hombre y la naturaleza fueron los eslabones de una larga cadena de expoliación.

Textiles, chocolate, quina, cuero vacuno, siringa (árbol de donde se extrae la goma), castaña, fauna silvestre, ganadería, maderas, oro y otros constituyen girones del saqueo que soporta esta tierra, dejando como saldo el atraso y las frustraciones en la nueva fisonomía social beniana.

Así como la región es explotada al ritmo de las demandas industriales del mundo, el autóctono siguió arrastrando el látigo y las injusticias del poder criollo-mestizo.

Cuando más arreciaba la vorágine de la goma surge la resistencia pacífica que culmina en el año 1887 con Andrés Guayocho y Santos Noco, quienes provocan enfrentamientos y muertes. Emerge Nicolaza Noza de Cuvene, una trinitaria que prefirió dar la vida antes de seguir soportando los abusos.

La historia beniana ha recogido este episodio como «La Guayochería» o «Búsqueda de la Loma Santa», que tuvo como escenarios principales Trinidad y las poblaciones de San Lorenzo y San Francisco.

Tan violenta fue esa agresión que Gabriel René-Moreno despide a los últimos mojeños por su irremediable extinción. De esos espasmos, emergerá la actual sociedad beniana que guarda camijeta y tipoy en el baúl. Antonio Vaca-Díez (Trinidad, 1849–río Ucayali, 1897) es el paradigma del industrial y geopolítico que piensa y actúa en función del desarrollo y la soberanía nacional.

El intenso proceso de colonización y explotación de la siringa resguardó a estas alejadas latitudes septentrionales del territorio, cuando el Estado era poco menos que una quimera, tanto así que el presidente Mariano Melgarejo había regalado al Brasil el litoral amazónico de Bolivia en 1867.

En este periodo surgen Villa Bella, Cachuela Esperanza, Riberalta, Guayaramerín, Bahía, entre otras poblaciones, cuya suerte sigue atada al auge o declive de los precios mundiales de sus recursos naturales.

Beni hizo gala de valor y patriotismo en la defensa de la heredad nacional en dos confines extremos: el Acre y el Chaco Boreal. Ambos conflictos concluidos en derrota. En el Chaco derrochó intenso patriotismo. Fabián Vaca Chávez en 1934 resaltaba el valor del beniano.

«Más del 13% de la población del Beni se alistó bajo bandera de un modo espontáneo, sin agentes de reclutamiento. En el Beni no hubo un solo emboscado y, allá en el teatro de la guerra, los benianos se contaron entre los más eficientes soldados del ejército…Una aureola de gloria envuelve ya a esa muchachada del Beni, cuyo más alto exponente —el Centauro del Chaco, Germán Busch— penetró hace rato, a todo galope, en los dominios de la historia y de la leyenda. Cerca de él está Carmelo Cuéllar Jiménez, burlador de la muerte, que trajo en su brazo el vigor de la raza itonama. Y con ellos cien más, citados a menudo en las órdenes del día de cada batalla».

Desde mediados del siglo XX, el Beni se esfuerza por conquistar su porvenir con voluntad cívica organizada. Destaca la década del 60 cuando emerge la institucionalidad benianista, en respuesta al centralismo. Juntas vecinales, cooperativas, federaciones gremiales y productoras, Comité Cívico y universidad son productos de la insurgencia del pueblo.

Cobra sentido la idea de que «El progreso del Beni será obra de los mismos benianos», primer grito autonomista contemporáneo. En 1990, la marcha indígena por el territorio y la dignidad llegó hasta La Paz nutriendo así la nueva historia patria. Otra ley, del 2005, declara Día Histórico el 15 de agosto. 

La recuperación productiva hidroagrícola con proyectos impulsados por la Fundación Kenneth Lee y el Gobierno Municipal, con el apoyo de OXFAM Inglaterra, representa un signo económico y social que fortalece la identidad regional. Se desea que las inundaciones sean de nuevo bendiciones del cielo. 

Investigador y ensayista, autor del libro ‘Mojos-Beni, introducción a la historia amazónica’.

Algunas cifras del Beni

Población
445.234 habitantes (proyección 2010). 52,07% varones y 47,93% mujeres.
Natalidad
La tasa bruta es de 29,57 por cada mil personas.
Muertes
Tasa bruta de mortalidad es de 6,09 por cada mil.
Fecundidad
La tasa global es de 3,95 hijos por mujer.
Fuente: INE