Ana, la mujer que ofrece su vientre en alquiler
Historia. La madre, cuyo hijo fue golpeado, ofrece arrendar su útero para pagar una cirugía
Hace dos meses que Ana (nombre ficticio) espera con ansiedad la llamada telefónica que le podría cambiar la vida. De hecho, algunos ya se comunicaron con ella, pero la mayoría sólo lo hizo para saber por qué desea alquilar su vientre.
Ante la consulta, la mujer de 33 años de edad asegura que no le queda otra opción. «Le expliqué a mi mamá que necesito el dinero para la curación de mi hijo y ella me dijo que no había problema, que me apoyaría, lo mismo que mis dos hermanos», cuenta a La Razón temerosa y a la vez segura de la decisión que tomó.
Ana cuida niños en un hogar y con lo poco que gana intenta cubrir los exámenes médicos que su hijo de 10 años requiere para recuperarse. Sabe que el alquiler del vientre no está permitido por las leyes bolivianas, pero no se arrepiente de haber publicado el aviso en dos medios de comunicación de cirulación nacional: «Ofrezco mi vientre en alquiler».
Hasta el momento recibió unas 30 llamadas, entre ellas la de un hombre que le ofreció pagar por embarazarla, incluso más de lo que ella pide; la de una pareja homosexual que desea tener un hijo; y la de otra heterosexual dispuesta a depositar los $us 10 mil que Ana necesita con urgencia.
«Les digo a todos que si están interesados, lo debemos hacer por método in vitro (reproducción asistida), no de otra forma», condiciona. Además, agrega, deberán firmar un contrato privado, por el cual ella se comprometerá a entregar al bebé inmediatamente después del parto.
Violencia. Ana cuenta que su hijo Juan (nombre ficticio) tenía dos años y medio en 2002 cuando su padre, hoy su ex pareja, lo golpeó brutalmente en la cabeza. Hoy, el niño asiste a la escuela, pero no se recuperó totalmente pese a la intervención quirúrgica a la que fue sometido.
«Después de lo que me pasó, nunca más quisiera volver a vivir con él. Ahora su papá se escapó y no pude nisiquiera denunciarlo», se lamenta la madre, que asegura requiere imperiosamente de 500 dólares para costear las nuevas tomografías que deberán tomar del cráneo de Juan. «Los gastos subirán y parece que mi hijo necesitará una nueva operación».
Ana relata que después de la agresión que sufrió su hijo, ambos tuvieron que «enfrentar al mundo» prácticamente solos. Los gastos derivados de la atención médica que el niño requería, particularmente por los complejos exámenes, fueron en aumento. «Esas pruebas son muy caras. Deberían por lo menos rebajarnos a personas que están en mi condición».
Su madre, dice, le enseñó a no rendirse y fue un mediodía, cuando Ana veía un programa de televisión, que se le ocurrió la idea que podría ayudarla a resolver su problema. «Estaban dando el programa Caso Cerrado y ahí discutían sobre una pareja que no podía tener hijos; una mujer le sugirió a su hija alquilar su vientre a esa pareja. Así se me ideó esto». Aquello sucedió en abril.
Al igual que en Miami, EEUU, desde donde se emite Caso Cerrado, en Bolivia, entre un 15 y 20 % de las parejas sufre de problemas de infertilidad, según Jorge La Fuente, especialista del Centro Integral de Reproducción (Embriovid). Ana asegura que lo único que desea es ayudar a una pareja que sufre de esta complicación y a cambio, ella podrá ayudar a su hijo.
«Debe ser una pareja que no pueda tener bebés para que yo pueda colaborarlos», pide como condición. Al principio dudaba de si debía o no hacerlo, pero después del respaldo que le dio su familia, se informó al respecto y publicó los anuncios en dos periódicos y un sitio web.
Llamadas. Su teléfono celular no ha parado de sonar desde hace dos meses. Desde el otro lado de la línea, las personas le aseguran que están interesadas en alquilar su vientre, pero Ana aún no decidió a quién lo arrendará; además sabe que no es la primera en hacerlo. «Otra persona puso otro anuncio mucho antes que yo».
Un hombre se contactó con ella. «Él quiere otra cosa, pretende tener el hijo conmigo, pero yo le dije que debe ser (inseminacion) in vitro; según él me puede pagar hasta dos mil dólares más de lo que yo pido».
No obstante, ésta no es la única oferta de la que desconfía. «Me llamó un gay, que parece que tiene pareja, pero ellos me decían que yo debo darles el óvulo, sin embargo parecían personas poco confiables, porque me llamaban a las dos y a las tres de la mañana. No volvieron a llamar más».
La pretensión de Ana es alquilar su vientre a una pareja con solvencia económica para pagar los $us 10 mil que necesita para su niño. Por una amiga se enteró que en EEUU pagan entre 25 mil y 50 mil dólares por lo mismo. «En Santa Cruz cobran 12 mil y en otros países cobran más».
La activista de Mujeres Creando, María Galindo, opina que todo ello es producto de la sociedad actual «patriarcal y capitalista», que ha empezado a considerar al útero de la mujer «un medio de producción. Una fábrica de bebés (…); esto es grave, si una mujer debe alquilar su vientre es porque desesperadamente está necesitando esos recursos».
Mediante un contrato privado, Ana se comprometerá a entregar al niño una vez que haya nacido. En Bolivia, la figura del vientre en alquiler no existe, por lo que según la abogada Sandra Pacheco, especialista en Código de Familia, el contrato simplemente sería declarado nulo.
«Según nuestra legislación es madre quien da a luz, y la paternidad y maternidad son irrenunciables», dice la jurista, quien recuerda que, en cambio, en el país sí está legislada la figura de la adopción.
Vínculo. Ana se siente confiada en que al alquilar su vientre no desarrollará un vínculo afectivo con el bebé que crecerá dentro su vientre durante nueve meses. «Ése no es mi caso, eso no va a pasar conmigo, porque no es mío. Yo les digo que sólo estaría prestando mi útero y, claro, tengo que dárselos (al niño)».
Recuerda el caso de una mujer de Santa Cruz que firmó un convenio y entregó al niño una vez que la pareja interesada le pagó y se llevó al bebé a EEUU. «Ella vive de manera normal. Tiene incluso sus hijos y su esposo».
Ana dice que le contaron de otra mujer que «incluso parece que vive de eso (el alquiler del vientre)», y aunque admite que tiene algo de temor a ser denunciada, su mayor miedo es que Juan no pueda recuperarse.
La abogada Pacheco recuerda que hace una seis años, se propuso incluir en el Código de Familia la figura del vientre en alquiler, pero no hubo consenso. «El Código de Familia tiene una serie de disposiciones que ya están obsoletas, porque no se enmarcan con el avance de la ciencia y la tecnología, sin embargo no hubo consenso para modificarlo».
Según la especialista lo máximo que podría suceder con un caso como el de Ana —si es que alguien la denunciara— es declarar nulo el contrato. Aún así, la joven madre está dispuesta a correr el riesgo. «Todo lo hago por mi hijo, necesito el dinero para sus exámenes médicos».
Con esa frase, Ana da por terminada la entrevista con La Razón y revisa su celular, tal vez con la idea de que se haga la llamada que espera.