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Historias de dos centenarios de la Guerra del Chaco

En La Paz mueren cada mes entre cinco y 10 beneméritos de la Guerra del Chaco (1932-1935). Hasta el 30 de noviembre quedaban en La Paz 195 héroes, según la Federación de Ex combatientes del Chaco. De ese cada vez reducido grupo: Sotero Quiroz Agudo y José Manuel Sáenz Chambilla cumplieron 100 y 101 años, respectivamente.  

La Razón presenta las historias de estos dos héroes del Chaco, quienes no empuñan más el fusil y la bayoneta, no llevan más la caramañola de metal al costado de su cintura, pero se aferran a la vida alimentando recuerdos de más de 36.500 días.

Prisionero. En la habitación 706 del hospital de la Caja Universitaria de Salud de la avenida 6 de Agosto y Pinilla, José Manuel se siente como un prisionero. «Si por él fuera se iría ahora mismo, pero está un poco delicado, porque se cayó en el baño y por eso le trajimos al hospital», cuenta su hija Olga. 

Sáenz cumplió el 29 de noviembre 101 años, 30 meses de todo ese siglo de vida estuvo cautivo en Asunción, Paraguay, durante la Guerra del Chaco, quizás por ello odia que le quiten su libertad. «Así nomás es la vida, joven», dice desde su lecho. «Don José», como algunos de sus amigos lo llaman, se presentó en 1932. Atrás había quedado su infancia en el valle de Mecapaca.

Junto a otros jóvenes estaba listo para partir en tren hasta el sur. Su padre no pudo alcanzar a despedirlo en la Estación Central y subió hasta Viacha, donde el convoy esperaba por otros soldados. «Ahí escuché ¡José Manuel!, ¡José Manuel! Y al reconocer su voz bajé por un momento y él estaba ahí», recuerda el encuentro con su padre Manuel Zenteno.

«Hijo no tengo más; estito nomás te lo he podido traer», le dijo y le entregó un pequeño k’epi con un poco de maíz y pito. Manuel lloró cuando José Manuel partió en el tren.

José Manuel habla poco, hay que repetirle la pregunta en voz alta, luego mira, piensa, recuerda, alza la mano derecha y con molestia dispara: «Los militares no hicieron nada por nosotros. Caímos toda una división en Campo Vía y Alihuata. Hemos estado 30 meses en Paraguay».

Reniega y su único diente, que un día fue revestido de metal, brilla. «Mal comidos y bien pegados», así vivían de acuerdo a José Manuel, los prisioneros bolivianos en Paraguay. El general de brigada del ejército, Edwin de la Fuente, reconocido historiador militar, añade que durante el conflicto unos 20 mil soldados connacionales cayeron prisioneros. 

Sáenz formaba parte del Regimiento 123 Sucre, pero no recuerda con certeza cuando fue hecho prisionero junto a toda su división, lo único que sabe es que después de la firma del armisticio (12 de junio de 1935) se quedó un año más en Asunción.
 
Seco. La comida para los prisioneros bolivianos sabía a kerosene. «Nos daban una lagua con tres maíces nadando y kerosene. Una vez yo lo boté y me pegaron los oficiales», cuenta José Manuel desde su lecho. «Entre 1934 y 1936, Sáenz elaboraba colchones para los coroneles paraguayos. «No nos daban ni agua en todo el día, sólo nos gritaban ‘¡Vamos ya! Boli apúrese».

Sin embargo no todo fue cruel. Con picardía recuerda un pasaje luego de salir de la casa de uno de los coroneles paraguayos. «Estaba retornando con mi escolta cuando él decide invitarme un trago paraguayo. Yo me sorprendí primero y luego acepté», segundos después tomó el vaso del licor y se lo acabó en un sólo sorbo.

El paraguayo se tomó la cabeza, no podía entender y con furia lanzó: «¿Cómo se lo va tomar sólo? Esto se acaba en sorbos, no se toma así. ¡Ahora no tengo para mi vaso!». José Manuel creyó que en ese país también se bebía como en Bolivia de un solo trago y seco. «El paraguayo estaba renegando y yo en mis adentros no podía parar de reírme».

Tras la Guerra del Chaco y luego de volver a Bolivia, Sáenz trabajó en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de donde se jubiló en 1972, ahora está en cama, pero según él, no por mucho tiempo. «Quiero recuperarme bien y después caminar», desafía el hombre de 101 años, cinco hijos, 18 nietos y 21 bisnietos.

‘Don José’ y su amigo Pablo

José Manuel Sáenz Chambilla trabajó después de la guerra en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y se jubiló en 1972 como administrativo. Fue amigo personal del ex rector y ex prefecto Pablo Ramos. Infla el pecho cuando oye hablar del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). 

De la guerra recuerda al alemán Hans Kundt, al emblemático Bernardino Bilbao la Rioja y al general José Luis Peñaranda.
Y de esos 30 meses de prisión en Asunción, recuerda un día cuando estaba enfermo y no podía llevar una caja de municiones y soltó la carga. Craso error, porque el teniente guaraní le golpeó y le cargó el doble de municiones.

Héroes guerreros de más de un siglo

Familia
Los Sáenz tienen 21 bisnietos
José Manuel Sáenz Chambilla tiene cinco hijos: Hilda, Olga, Richard, Marina y Edwin. Además 18 nietos y 21 bisnietos. El benemérito nació en el municipio de Mecapaca, La Paz.

Profesiones
Sastre y jefe de serenos

Después de la Guerra del Chaco y tras volver de prisión en Paraguay, Sáenz se desempeñó como sastre y posteriormente como Jefe de Serenos en la UMSA.

Compañera
‘Doña Ema’ se fue en 1996

Sáenz Chambilla se casó en 1939 con Emilia Zenteno una mecapaqueña, quien falleció en 1996. «Doña Ema», como la recuerdan sus hijos, era muy hogareña.