Los voluntarios esperan hasta tres horas para ayudar
El acceso es restringido para algunos, pero hay otros que tienen vía libre
No me arrepentí de haber ingresado como voluntario para ayudar en el rescate de trabajadores y obreros de la construcción en el derrumbado edificio Málaga, pero tuve que esperar tres horas bajo un sol intenso, soportar los abrasadores 31 grados centígrados que marcaba el termómetro, y hacer seis eternas filas.
Eran las 11.15 cuando me hice vacunar contra el tétanos y la difteria en el brazo izquierdo. A cambio recibí una ficha para entrar hasta el centro del desastre, donde están las toneladas de escombros debajo de las cuales hasta ahora se ha sacado los cadáveres de ocho personas.
Ahí comenzó la espera, junto a otros 20 compañeros. Yo sólo busqué protegerme del intenso sol.
Había poca información para los voluntarios que hacíamos fila detrás de la puerta principal rodeados de policías.
«Tienen que esperar hasta las seis de la tarde», me dijo con voz de mando un uniformado cuando le pregunté en qué momento íbamos a ingresar para comenzar a ayudar.
Hubo quienes dejaron la fila para ir a almorzar. Otros se hartaron y se fueron para no volver más. Habían pasado al menos dos horas cuando nos llamaron.
Equipo. «¡Voluntarios! Formarse aquí en una fila. ¡Ah! y no van a entrar los que no tienen equipo», ordenó uno de los responsables. Yo no tenía ni gafas, sólo un barbijo de 50 centavos y unos pantalones y zapatos a prueba de todo.
Pese a ello y después de otra media hora de espera, al final entramos al patio que está a unos 100 metros de donde se practican las excavaciones, en una angustiosa carrera contra el tiempo para salvar con vida a quienes aún están sepultados.
Hicimos otra fila y nos entregaron gafas, lentes, un barbijo, un casco y un par de guantes con la recomendación de que había que devolverlos antes de marcharnos.
Mientras hacíamos otra cola, algunos de mis compañeros se sacaban fotografías con las cámaras de sus teléfonos móviles para inmortalizar ese instante.
«Pariente, ¿cómo estoy? Esto es para mi recuerdo ¡puej!», decía orgulloso uno de mis compañeros de espera, mientras yo me ajustaba el casco.
A unos 10 metros de nosotros, una esbelta Magnífica, que es voluntaria en el centro, sacaba fotos a una importante autoridad de la Gobernación que posaba con unos rescatistas. Un camarógrafo también filmaba la escena.
Detrás de ellos, a unos 100 metros, trabajaban incesantemente sierras, amoladoras y dos grúas perforadoras.
Al fondo, como un grupo de hormigas, una treintena de voluntarios y rescatistas se pasaban baldes con pedazos de concreto y cemento. Estaban encima de una especie de cerro y la enorme grúa que sacaba materiales hacía movimientos en el aire como un péndulo gigante.
Inútil. En tanto, en una de las cinco carpas instaladas en el lugar, unos bomberos extranjeros se tomaban un descanso después de haber ingresado al lugar donde están las ruinas de lo que iba a ser un edificio multifamiliar.
Cerca de las 14.50, yo ya hacía otra fila. En tanto, mis compañeros distraían el aburrimiento observando con curiosidad una pequeña máquina escaneadora manejada por uno de los bomberos.
No había cuándo ingresemos. «Yo ya almorcé incluso pariente. Por eso quiero trabajar», decía en tono de broma un muchacho pasado de peso mientras tomaba una coca-cola.
Al final, convencido de la inutilidad de mi esfuerzo, abandoné la fila y salí cansado, abrumado y quemado por el sol. Eso sí, devolví mi equipo ante la mirada severa de unos guardias.
Llegué hasta la calle y vi cómo dos bellas muchachas, con pantalones ajustados y cabelleras muy bien cuidadas, ingresaban al perímetro de seguridad sin tener que sortear las penurias de los voluntarios
Camarógrafo se cae desde una escalera
El camarógrafo de la red televisiva Megavisión, Jazmany Zegarra, se desmayó ayer por la tarde y se desplomó de la escalera desde donde filmaba el operativo de rescate.
«Parece que fue insolación, pero él se cayó y ahora la ambulancia se lo llevó al hospital», dijo un testigo. El camarógrafo habría estado unas seis horas expuesto al sol y los 31 grados.
AEMP fiscalizará la edificación
La Razón – El director ejecutivo de la Autoridad de Empresas (AEMP), Óscar Cámara(foto), anunció ayer en La Paz el inicio de un proceso de fiscalización a la construcción del edificio Málaga, que se desplomó la noche del lunes atrapando bajo los escombros a 15 ó 16 personas.
Cámara, según la ANF, explicó que para efectivizar esta medida se contratará a un consultor y a un ingeniero civil.
Este proceso corre paralelo a la investigación iniciada por la Fiscalía del Distrito de Santa Cruz y el Ministerio de Trabajo.
El titular de la AEMP indicó que este viernes se realizó la notificación a los propietarios de Sicruz, como primer paso para el inicio de la fiscalización.
Explicó que se les solicitó toda la información y documentación sobre el edificio. «Lo primero que tenemos que detectar es quién es el responsable legal de la empresa, cuáles son las características y, fundamentalmente, cuál es la instrumentación técnica y financiera que han utilizado para edificar el inmueble».
Según las primeras investigaciones, Sicruz no es miembro de la Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz), está registrada como una empresa de bienes raíces en la Dirección Departamental del Trabajo y la dueña del edificio, Paulina Callaú, es socia de esta empresa.
La fiscalización de la AEMP determinará si la empresa que edificó el inmueble siniestrado es legal, si está debidamente registrada, si cuenta con las matrículas actualizadas y cuál es su composición societaria.
Con toda esta información se establecerá sus responsabilidades, dijo el Director Ejecutivo de la Autoridad.
La Cámara de la Construcción, por su parte, dijo ayer que no es un requisito legal indispensable estar afiliado a la misma para incursionar en el campo de la construcción.
«Lo que nuestra institución brinda es un aval curricular», informó una portavoz de Cadecocruz, que pidió no ser identificada. Efectivamente, entre los requisitos legales solicitados por la Alcaldía cruceña para autorizar la construcción de una obra civil, no figura como obligatoria la pertenencia a ninguna organización gremial.