Para Georgette es una oportunidad de vivir sanamente
La joven consiguió disciplinarse con sus horarios y comidas
Georgette Antonio, de 17 años, considera que la diabetes tipo 1 le dio una oportunidad de vivir sanamente, además de conocer a gente con el mismo mal.
A la joven se le diagnosticó la patología a sus nueve años. Todo empezó con una rápida pérdida de peso por lo que fue internada en el hospital.
«Los médicos les dijeron a mis papás que estaba deshidratada y me colocaron un suero que tenía azúcar, y me puso peor». Luego de varias pruebas clínicas se confirmó que la paciente era insulinodependiente.
«A un inicio fue complicado porque veía que las otras niñas podían comer todo. En cambio yo tenía que llevar al colegio un sándwich especial y una fruta, porque en los kioskos no había nada sano para comprar», dice mientras se arregla sus cabellos negros.
Desde ahí hubo un cambio en su vida y en la de sus padres, Patricia y Nabil, y de sus hermanos, Fadhy (19) y Nicolás (8).
Todos debieron adaptar horarios estrictos para comer y mejorar la alimentación. «Antes cenábamos unas hamburguesas pero luego por mí empezamos a comer ensaladas con asado, arroz o papa».
Sus amigas también la apoyaron y dejaron de comer dulces por un tiempo. «Nunca tuve miedo de decirles la verdad. Incluso ellas controlaban que me baje el nivel de azúcar».
Durante los primeros años, su padre llevaba un control riguroso de la dieta y hábitos de Georgette; sin embargo, a sus 13 años llegó la rebeldía.
«Comía todo lo que quería y pensaba que aumentando la dosis de insulina se podía compensar», dice.
Sin embargo, las dosis que cada persona se suministra es según la edad, el peso y el tipo de vida que lleva y un aumento arbitrario puede tener consecuencias. En la joven no se dejaron esperar; se le empezó a caer el cabello y tenía, frecuentemente, mucho sueño.
Ésa fue la señal y decidió volver a disciplinarse y retomar el control. Ahora dice que le gustan las ensaladas y cuando tiene mucho antojo, se come una papa frita. También asiste a fiestas, donde de vez en cuando bebe un trago de alcohol pero no en exceso.
«La diabetes no tiene cura pero es una oportunidad de vivir más sanamente y mejor. Para mí ha sido una experiencia diferente, he conocido a mucha gente que también la tiene».