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Franz dejó el CIE y después murió

Este joven boliviano vivió cuatro años en España, pero no obtuvo sus documentos

No es el mismo que yo conocía. Su corte de cabello es muy diferente y su mirada ya no muestra la energía de sus 28 años, sino la carga de no encontrar trabajo o pensar demasiado en su familia en Bolivia, pero con el alivio de que ellos no se enteraron de que estuvo cinco semanas preso y rodeado de criminales y otros como él, que cometen el «delito» de no tener papeles de residencia.

El frío madrileño le ayuda a meter más su cabeza y no puede disimular su estremecimiento al ver una patrulla policial que se detiene en una luz roja o de guardias que parece que lo miran mucho.

Este paceño llegó hace tres años a España, procedente de Argentina, y ha saltado de trabajo en trabajo, inclusive haciéndose pasar por alguien «con documentos», para enviar dinero a sus dos hijos. Franz ya fue detenido una vez y ya conoció la negligencia de algunos abogados de oficio, el rigor de los jueces con los extranjeros y el miedo a esas «batidas» que se dan sobre todo ahora en los «barrios bolivianos», por el simple detalle que de los 250 mil compatriotas que hay en España, un 70 por ciento llegó después de la regularización y hoy no tiene «papeles».

Cuando faltaban cuatro días para los 40 reglamentarios para que se lo expulse o se lo libere, Franz abandonó el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid, donde se volvió uno de los «antiguos» y vio pasar a más de 70 compatriotas que hoy ya están expulsados o que siguen dentro del CIE, a la espera de que la carta abierta que firmaron con denuncias sea tomada en cuenta.

«He visto la agresión de policías a bolivianos y africanos, el aborto de una mujer bosnia, y escuché los insultos y amenazas de guardias porque yo les dije que la comida estaba quemada», resume al recordar que hay bastantes bolivianos. «Habemos tantos que hasta un teléfono público es exclusivo para nosotros, pero a veces se cuelan dominicanos o colombianos», ironiza.

Conoció a «valientes» que se resistieron a subirse al avión, pese a estar enmanillados, y fueron devueltos al CIE, pero su destino está claro: no podrán resistirse una segunda vez. Formalmente el CIE es la antesala de las expulsiones a indocumentados, pero también hay personas que cometieron delitos, lo que da lugar a lo que los expertos llaman «contagio criminal». Problemas de relacionamiento, miradas turbias, disputas por los teléfonos o baños públicos, prioridad para atención médica, visitas de allegados y un olor a droga que invade algunos ambientes son parte del panorama reflejado por varios de sus «ex huéspedes».

Hace poco el director del CIE, Jesús Mateos, dijo que varios bolivianos son detenidos por consumir mucha cerveza, hacer escándalos y por la violencia doméstica. «Eso es verdad en parte, pero muchos fuimos detenidos al salir del metro o con ropa de obreros o camareros, en pleno trabajo», dice Franz.

Cuando Franz salió del CIE, ya no tenía empleo, ahora se dedica a planchar ropa algunas horas reemplazando a unos parientes y reza por conseguir un contrato de trabajo, indispensable para regularizarse. El frío europeo congela su optimismo, pero sabe que las cosas en Bolivia tampoco están tan bien como para volver.

Otros casos de migrantes u Ilegal

«Desde que la Policía me detuvo ya no puedo dormir y en mi cabeza retumba la palabra ilegal», cuenta el potosino Martín, un maestro rural que vive en España y aún no entiende por qué ser ilegal es un delito en ese país al que fue a trabajar.

Franz murió después de 6 meses de su retorno al país

 Cuando los vientos de mayo (2010) anunciaban la llegada del inverno, Franz retornó a Bolivia. Su esposa y su hija le esperaban en el aeropuerto.

Después de cuatro años de separación, Franz era casi un extraño para su niña, y su esposa decía que no era el mismo hombre del que se había enamorado.

Franz era consciente de que había cambiado, especialmente los últimos meses de su estadía en España, cuando estaba recluido en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid, pero prefería no hablar de eso con su familia. «Dentro de la comisaría le han dado una paliza que no olvidaba y aunque ya iban a salir sus papeles, quería volver a Bolivia», recuerda su cuñado en una entrevista desde Madrid con La Razón.

Seis meses después, cuando el calor de noviembre anunciaba la llegada del verano, Franz murió. Hay diferentes versiones sobre lo que sucedió. Su cuñado dice que bebió demasiado y que se ahogó.

De todas formas, a la casa de Franz —que compartía con su hermana y su cuñado— en Madrid llegó una multa de 600 euros. «La notificación dice que debe pagar porque estaba preso en el CIE, como esos lugares están sobrepoblados ahora les cobran por estar ahí», señala el cuñado, que ya preparó un acta de defunción de Franz para acabar el trámite.