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Los reductos matriarcales sobreviven en China

En la China de la aceleración económica existen todavía grupos como los Mosuo, en los que hombres y mujeres nunca se casan ni viven juntos: reductos de sociedades matriarcales que han resistido el empuje masculino, explica a EFE el escritor español Pedro Ceinos, que estudia este fenómeno en su último libro.

Ceinos, que vive en el país asiático desde hace 17 años, se adentra con «El Matriarcado en China: Madres, Reinas, Diosas y Chamanes» en el papel del sexo femenino en esta civilización, así como en otras periféricas, las que se conocen en el régimen comunista como «minorías nacionales» y donde se mantienen todavía curiosas costumbres sociales que dan preponderancia a la mujer.

La más famosa, comenta el escritor, son los mencionados Mosuo, que viven a orillas del lago Lugu, entre las provincias de Yunnan y Sichuan, una zona conocida como el «Reino de las Mujeres» o «la Tierra sin Padre ni Marido».

Solas. Las mujeres Mosuo, cuenta Ceinos, nunca viven con un hombre: en sus habitaciones, conocidas como «cuartos de las flores», reciben a los amantes que desean, por acuerdo previo, pero éstos se van a la mañana siguiente y así seguirá esta relación, aunque ella tenga hijos.

«El hombre nunca vive con la mujer, aunque la relación se prolongue durante años, ni tendrá ningún derecho sobre sus posibles descendientes, que vivirán en la casa de la madre», cuenta Ceinos desde Kunming, capital de la provincia de Yunnan, donde reside.

Los hombres siempre viven con sus madres, a falta de padre «oficial», y nunca existe un vínculo económico entre los amantes, «solamente afectivo».

Costumbres matriarcales similares existen entre otros pueblos que, como los Mosuo, viven en las tierras altas que separan a los chinos propiamente dichos —los Han— de los tibetanos del Himalaya: Naxi, Pumi, Tu, y Yugu… Sobrevivieron al avance del sistema patriarcal impuesto por los chinos.