Dulces viejos se venden como nuevos
Adulteración. Tres personas desnudan el comercio de golosinas con fecha de vencimiento alterada
En una tienda cercana al mercado Yungas existe una variedad de golosinas a la venta. Una de ellas tiene una promesa infalible para los niños. Es un tres en uno: además de ser un chupete, es un chicle y revienta en la boca. El precio: 2,50 bolivianos. La fecha de vencimiento: junio del 2008.
Tres personas que conocen del negocio de las golosinas caducadas contaron a La Razón los entretelones del comercio de los productos pasados. Se trata, en resumidas cuentas, de un circuito que involucra a una serie de personajes, desde las empresas hasta los comerciantes que ofertan estos productos.
Remarcar. La calle Garcilazo de la Vega está ubicada en el corazón comercial de la ciudad de La Paz. baja y serpentea desde la avenida Buenos Aires hacia la calle Isaac Tamayo, donde se bifurca en dos direcciones y acaba cerca de las vías Tumusla y Manco Cápac.
Más conocida como «La Garcilazo», en esta ruta se venden dulces y golosinas por mayor; es el centro de acopio para los revendedores citadinos de estos productos.
En la ruta también se encuentran los depósitos, desde donde se sacan los productos para acomodarlos en los anaqueles o para entregarles a quienes quieren comprar «al por mayor.»
La Razón adquirió cinco productos directamente de los almacenes de «La Garcilazo». Todos estaban vencidos. Sin embargo, éstos iban a ser parte de la venta diaria, con una nueva fecha de vencimiento. ¿De qué manera?… El producto iba a ser retocado, remarcado o resellado.
Un «retocador», que prefiere no dar a conocer su identidad, relata a este medio cómo se procede a este trabajo. «Es más fácil cambiar un número que varios», explica mientras fija la mirada en un envoltorio de galletas Oreo, que en su etiqueta lleva marcada la fecha: «25-Oct-10».
Él acerca el envoltorio del chocolate hacia su rostro con la mano izquierda. Toma en la diestra un quitaesmalte de uñas y moja despacio un estilete. Borra despacio, con una precisión de cirujano, el lado izquierdo del número «0», allí donde está marcado el año.
Con la diestra, el «retocador» empieza a colocar, punto por punto, el número «1». La fecha queda grabada de forma impecable y no revela ninguna diferencia con los otros números.
Al final, el chocolate, y su fecha de vencimiento, es «aceptado» como válido por otras cinco personas. Nadie se da cuenta de la diferencia. El «retocador» también realizó esta tarea con las otras cuatro golosinas.
Para cada producto hay un proceso diferente. Y, según este personaje, es posible cambiar la fecha en cajas, bolsas y en cualquier otro empaque.
Los «retocadores» ganan, según un vendedor (que también se mantiene en el anonimato) un boliviano por caja. Al día su ganancia neta llega a los 50 bolivianos.
Los «retocadores» son únicamente el último escalón en el comercio de las golosinas. Primero está la empresa distribuidora, después los capitanes o vendedores que reciben los productos y toman nota de los lugares donde van a distribuir las golosinas. Luego los «retocadores» y las impulsadoras son quienes ofrecen el producto en el mercado.
Según explica otro vendedor, hay algunas impulsadoras que también aprendieron a retocar y se ganan un dinero extra en esta actividad.
Circuito. «¿Tienes dulces vencidos?», pregunta un comprador a un comerciante del mercado de golosinas ubicado en la avenida Palenque, de El Alto. «No, sólo hay dulce de leche que se va a vencer en una semana», responde el comerciante. Pero, obviamente es posible «refechar» el producto y así se puede «alargar» su vida comercial.
«Los dulces y las golosinas que llegan de contrabando ingresan a los mercados de la Palenque o de la Raúl Salmón», explica una vendedora. Desde este sitio se envían los productos hasta el mercado de la calle Garcilazo de la Vega.
Mediante la «vía legal», pagando impuestos y sin contrabandear, las golosinas llegan hasta los depósitos de las empresas.
El «retocador» contactado por La Razón trabajaba en cinco empresas legales y asegura que éstas tienen entre su personal a los retocadores.
Desconfianzas. Un chicle que ha pasado una década de vida suele volverse harinoso. Los panetones se tornan duros o adquieren un color verduzco. Los chocolates de huevos de Pascua (que únicamente tienen tres meses de vigencia) se hacen agrios con el paso de los años.
Pero La Razón confirmó que en el mercado hay productos con más de una gestión encima y que incluso tienen un sabor agradable.
Es más, aquella triple golosina que debería salir del mercado el 2008 aún sabe deliciosa. Cumple con su promesa de ser un manjar dulce que explota en la boca. Sin embargo, es un producto con un amargo final para la salud.
De dónde comprar productos ‘originales’
Los vendedores consultados por La Razón explican que los productos que se expenden en la calle Garcilazo de la Vega son susceptibles de ser cambiados. Es más, para ellos mismos resulta difícil descubrir cuál producto es legal y cuál no. Sin embargo, explican, en los supermercados es muy poco probable hallar un producto adulterado porque sus controles son más eficaces y los propietarios son exigentes con la mercadería que ponen a la disposición del público.