Los niños abandonados deben luchar el doble para sobrevivir
Infancia. A ellos ya les son familiares las preocupaciones propias de los adultos
A los meses de haber nacido, un bebé fue golpeado por su padre. Desde ese momento, y sin saberlo, el niño peleó para sobrevivir y hoy, con cuatro años de edad, salir adelante es una batalla que le toca superar cada día.
Otros cuatro hermanos rescatados de padres alcohólicos se aferran a la guía de una niña de siete años, que siendo la hermana del medio hace las veces de madre.
De 46 niños acogidos el 2010 en el Hogar Virgen de Fátima de La Paz, 36 fueron abandonados por sus padres. Se conoce de casos que se produjeron en el mismo hospital donde nacieron.
«Tener un niño no sólo es pasar por el embarazo y dar a luz, sino el cuidado y apoyo para toda la vida», sostiene Karla Espinoza, directora del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges).
El Sedeges administra 14 hogares e institutos de acogida en La Paz, pero el número de niños abandonados aumenta cada vez.
La Razón recoge las historias de un niño y cinco hermanos abandonados y que deben pelear el doble en la vida tras ser desamparados por su padres.
Una niña de siete años asume el rol de guía y ‘madre’ de sus cuatro hermanos
El padre era alcohólico y los niños salían a las calles a mendigar
En una zona alejada de la ciudad de El Alto, una mujer, que sufría de retraso mental, vagaba por las calles con un k’epi en la espalda. Nadie sabía qué llevaba en el descolorido aguayo, pero una tarde una vecina se acercó para ver qué cargaba.
La vecina reaccionó atemorizada y sorprendida al encontrar entre los trapos viejos a un bebé desnutrido y pálido que llevaba días de no haber sido bañado ni atendido.
El pequeño fue reportado a Defensoría de la Niñez que luego lo trasladó al Hogar Virgen de Fátima en la ciudad de La Paz. En tanto, personal de la Defensoría se dirigió hasta el domicilio de la madre para hablar con el padre del bebé. Una vez allí, constató que aquel niño no era el único que sufría descuido.
En una reducida habitación vivían sus otros cinco hermanos, todos menores de 10 años, en total hacinamiento.
El progenitor es alcohólico y sus hijos salían a mendigar. Mientras los padres se resistían a ir con los trabajadores sociales de la Defensoría, para definir el destino de los cinco niños, el bebé rescatado se debatía entre la vida y la muerte. Pese al esfuerzo de los médicos, el recién nacido falleció.
SIETE AÑOs. Los cinco hermanos tienen en Nancy (nombre ficticio), de siete años, a su nueva madre. Con un mandil gris y una chompa blanca, la niña saluda con una sonrisa, pero sin descuidar a sus cuatro hermanos: una niña de 10, un niño de seis, una niña de cinco y el más pequeño de dos.
«Ella asumió el rol de madre y siempre está pendiente de sus hermanitos. Es más madura que la de 10 años», cuenta la psicóloga Narda Álvarez. Ante el desinterés de los padres, Nancy se hizo la mamá de esta pequeña familia.
María (nombre ficticio) es la mayor, pero tiene problemas de retardo mental que habría heredado de su madre, por lo que Nancy es la guía de sus hermanos.
Los cinco niños son parte de los 111 que viven en el Hogar Virgen de Fátima de La Paz donde reciben atención integral por parte de las «mamitas» o educadoras en salud, alimentación, alojamiento, educación, vestimenta, atención psicológica, social y legal, además de fisioterapia.
El lazo familiar los mantiene juntos. «No se los puede separar, los hermanos deben estar juntos, porque se apoyan entre ellos», sostiene, por su lado, María Eugenia Velarde, directora del Hogar Virgen de Fátima.
Pasados los seis años, los niños son enviados a otro Hogar, pero éste no es el caso. «Hasta que alguna familia idónea quiera hacerse cargo de los cinco, ellos seguirán juntos», indica la trabajadora social Virginia Alarcón. No obstante, cuando los mayores cumplan 12 y 13 años deberían ser enviados a otro lugar de acogida del Servicio de Sedeges.
Nancy acompaña a su hermanito de dos años a uno de los resbalines. En la época de clases, ella y los otros tres, a excepción del menor, irán a la escuela. Cuatro viven en una casita, de las cinco que posee la institución, mientras que el más pequeño va a un ambiente para los de su edad.
Estos cinco niños crecen juntos, lejos de sus padres que los descuidaron, son cuidados por Nancy su «madre», de siete años y las «mamitas», pero el futuro aún es incierto para cada uno de ellos.