Sociedad

Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 10:30 AM

Éstas son personas de bien y éxito que una vez vivieron en las calles

Arco Iris. La Fundación los rescató, les dio un hogar y les regaló un oficio

Por La Razón

/ 5 de junio de 2011 / 05:00

Desde hace 17 años, la Fundación Arco Iris trabaja en bien de miles de niños, niñas y adolescentes que, por distintas razones, se vieron obligados a vivir y trabajar en las calles o sufrieron violencia en sus hogares. De cientos de triunfadores, La Razón escogió a cuatro; éstas son sus vidas. 

«Para muchos el padre José (Neuenhofer, promotor de la Fundación) es el único y verdadero padre que hemos conocido. Y gracias a él soy una mejor ciudadana y no un problema», es el testimonio de Maruja Mamani, que se especializó en tejido industrial en uno de los hogares de Arco Iris. Las chompas que Maruja confecciona tienen calidad de exportación.
«Ellos me sacaron de la calle. Ahora dirijo la panadería de la Fundación que cada día produce miles de panes y pasteles que tienen el toque de la fina repostería alemana», cuenta por su parte Alberto Cahuya.

Ambos coinciden en que nada hubiera sido posible «sin la voluntad y la decisión» que le pusieron a la necesidad de cambiar su destino. Así como la alimentación, el techo y el apoyo que recibieron y reciben los miles de beneficiarios de Arco Iris, no serían posibles sin la solidaridad de ciudadanos y empresas comprometidas con la labor de la Fundación.

banquete. A fin de recaudar fondos —que servirán para atender a los 300 niños que viven en los hogares, 900 a los que llegan con alimentación, 1.500 que reciben apoyo escolar, social y psicológico y unos 4.000 que reciben apoyo legal— la Fundación organiza una cena de beneficencia que ha denominado Banquete de Migajas. Año que pasa, el evento se constituye en una tradición.

La actividad de carácter social y sin fines de lucro se realizará en el hotel Radisson el día miércoles 15 de junio a horas 19.00. La adhesión personal tiene un valor de Bs 100, que incluye el derecho a participar de una rifa.

Otro proyecto ejecutado

A través del proyecto «Trabajadores de la calle», la Fundación se acerca a niños, niñas y adolescentes que trabajan a cambio de una remuneración. Coordina con 15 asociaciones de lustracalzados que congrega a unas 800 personas, así como a vendedores de dulces, voceadores y otros para facilitarles acceso a servicios de salud, formación en derechos humanos, ciudadanos y asistencia legal.

Alberto Cahuaya
es el jefe de la panadería de la Fundación y chef profesional
‘El tata cura y sus ángeles me hallaron en la calle para salvarme’

Es jefe de la panadería de la Fundación Arco Iris. Cada día, él y su equipo, emplean alrededor de 50 quintales de harina para producir panes y pasteles que tienen las características de la fina repostería alemana. Alberto y otros jóvenes que vivieron en el hogar de niños fueron capacitados por maestros alemanes.

«En esta unidad productiva trabajamos hombres y mujeres que nos hemos beneficiado de la  Fundación Arco Iris, a los que nos sacaron, o mejor diría, nos  rescataron de la calle y nos dieron un techo, comida, y educación; a cambio sólo nos pedían fuerza de voluntad para ser mejores. Algunos lo hemos logrado, otros no» relata Alberto mientras trabaja en su oficio.

Pese a la gran responsabilidad que tiene todos los días al estar al frente de la panadería, con sencillez y amargura recuerda que quedó huérfano cuando tenía 3 años y que para sobrevivir tuvo que vivir en las calles. «He trabajado desde muy temprana edad, fui lustrabotas, vendedor de helados, limpié autos, en fin, hacía todo lo que se podía para poder sobrevivir».
Recuerda que «a los 8 ó 9 años ya había conocido y probado muchas cosas. Me mantenía boleando (mascando coca) e incluso andaba chueco hasta que conocí al tata cura y a sus ángeles, ellos me encontraron en la calle para salvarme».

El tata cura al que se refiere es el padre José y los ángeles, los psicólogos, pedagogos, educadores y otros que día a día trabajan con los niños que llegan a los hogares de la Fundación.

Dice que pertenece a una de las primeras generaciones de niños a los que Arco Iris ayudó. «Tenía como 12 años, me encontraron en la calle, me dieron un techo, me encaminaron. No es tarea fácil enseñar a respetar reglas y normas a gente que ha vivido en la calle, porque la vida en la calle es muy dura. Mis dos hermanos fueron vencidos, a estas alturas ambos han muerto, eran alcohólicos. Uno de ellos falleció por el frío, al otro le dio un paro cardíaco».

Alberto, quien además es chef, cree que tuvo suerte, pero también voluntad para cambiar su destino. «Cuando eramos jovencitos, la Fundación nos empezó a capacitar en panadería. El 2009 teníamos un maestro alemán que se quedó hasta el año 2000, fue un gran maestro. Como todos saben, los alemanes son estrictos y les gusta la calidad y la puntualidad. Creo que es lo más importante que hemos aprendido y por eso ahora nuestra producción es de calidad».

«Además de panadería, con ayuda de la Fundación estudié en la Escuela Hotelera y soy chef profesional», agrega.

Alberto comenta que la panadería produce el pan que consumen los niños y niñas que viven en los hogares que tiene el centro, pero además el producto se vende en supermercados y en las tiendas que la Fundación abrió, una ubicada en frente al mercado de Sopocachi, otra frente al mercado de Achumani y una en la calle 21 de Calacoto, además de en un café restaurante que está en la calle Bolívar, a unos pasos de la plaza Murillo.

«Unas 15 personas trabajamos toda la noche, a las 05.00 de la mañana el pan está listo. Trabajamos en función de satisfacer las necesidades de nuestros clientes y seguimos enseñando a nuevas generaciones».

Ana María Nina es trabajadora social y ayuda a niños que viven en el hogar donde ella se crió

‘Pese a la tragedia, los niños siempre añoran vivir con sus padres’

J.O. n «Mi madre murió cuando tenía 7 años y a mi padre se le hizo difícil cuidar de cinco niñas. A tres nos trajo aquí (hogar de niñas Arco Iris) y a otras dos las llevó al hogar Virgen de Fátima, es decir, que éste es el único hogar que tuve», dice Ana María.

Con una sonrisa sincera y segura de sí misma da «gracias a Dios por este hogar que me ha dado una niñez feliz, no lo cambiaría por nada, ha sido sana, linda. Mi educadora fue la madre que a mí y a otras compañeras, incluidas mis dos hermanas, nos ha guiado».

Con satisfacción recuerda que logró el bachillerato e ingresó a la Universidad Mayor de San Andrés a estudiar Trabajo Social, para ayudar y tratar problemáticas que vio muy de cerca, pues en el hogar compartió su vida con niñas que venían de hogares destruidos, víctimas de padres alcohólicos, de padres privados de libertad, abusadas sexualmente o simplemente de la calle, «el hogar grande» donde se vive bajo las reglas que les impone el desafío de la sobrevivencia.

Es fuerte, pero muy sensible y un par de lágrimas le brotan de los ojos, cuando cuenta que hoy, siendo profesional, «el destino y mi esfuerzo me ha dado la oportunidad de trabajar para el hogar donde me he criado. Desde mi puesto de trabajadora social atiendo los casos de niñas que llegan a la Fundación Arco Iris».

Con satisfacción cuenta que conseguir este trabajo le demandó seguir el procedimiento que cualquier otra profesional hubiera hecho; fue así que se presentó a una convocatoria pública y tuvo que competir por el cargo. Con cierta humildad, cree que el haber vivido en el hogar, le ha permitido «sumar algunos puntos al momento de la calificación».

«Ahora me siento realizada, pero lo que me parte el corazón es ver a las niñas sufrir por el deseo que tienen de volver a sus hogares, aunque en el mismo hayan sido víctima de violencia, a veces de abuso sexual, y donde las mamás, por distintas razones, protegen a los agresores. Pese a toda la tragedia, los niños siempre añoran vivir con sus padres».

Con la madurez que le ha dado la vida, se remonta a su niñez y dice no recordar la ausencia de una madre. «Creo que no he conocido eso que muchas niñas sienten, tal vez porque quedé huérfana muy niña. La relación de afecto con mi padre también es distante. El tiene otra familia y nosotros respetamos eso. Yo y mis hermanas nos hemos criado en los hogares y hemos tenido la oportunidad de estudiar. Dos somos trabajadoras sociales, mi otra hermana estudia Contabilidad. Si bien la mayor no estudió en la universidad, hoy está casada y ha formado su familia. Yo le debo a este hogar lo que soy», dice Ana María.

Maruja Mamani es pieza clave en la producción de chompas, en un proyecto de la Fundación Arco Iris

 «Cuando tenía 10 años una monjita se cruzó en mi camino para sacarme de la calle y me llevó a vivir al hogar. Mi padre es alcohólico, me maltrataba mucho y yo me escapaba de casa. Vivía en la calle y me alimentaba en un comedor popular», relata Maruja.

Hoy ella tiene 29 años y es un ejemplo de profesional y pieza clave para los desafíos que ha decidido emprender la unidad productiva de la Fundación Arco Iris. Fue capacitada en Alemania para manejar una moderna máquina de tejido industrial que produce prendas en fina lana de alpaca y con calidad de exportación.

«Yo siempre digo que vivir en este hogar es lo mejor que me ha pasado en la vida. Era chiquita, pero de alguna manera sabía que aquí adentro iba a estar mejor que en mi casa o que en la calle», comenta al recordar que siempre supo aprovechar las oportunidades que tuvo para capacitarse.

«De niños somos felices, vamos a la escuela y aquí tenemos profesores que nos dan apoyo escolar. Un año antes de salir bachiller, el hogar nos capacita y tenemos opciones, está la panadería o el taller de artesanía. Para los varones hay carpintería, pero además la Fundación nos apoya en otros cursos de capacitación, yo estudie chamarrería industrial, peluquería y secretariado. Ahora estoy con tejido industrial», cuenta con satisfacción.

Sin embargo, su felicidad es incompleta, pues recuerda que sus hermanos no corrieron su misma suerte. «Mi hermano mayor también se escapaba de casa porque mi padre era muy violento. De chiquito se fue a Cochabamba, vivió en un hogar, pero no le fue tan bien, creo que para los varones es más difícil; mis otros hermanos viven con mi mamá».

Al salir del hogar, cuando cumplió la mayoría de edad, ingresó a la universidad para estudiar Marketing, pero curso sólo un año de la carrera porque decidió capacitarse y actualizarse en las técnicas del tejido industrial.

«Mi esfuerzo para actualizarme permanentemente me ha dado la oportunidad de trabajar para la Fundación y siento que con mi trabajo retribuyo, especialmente al padre José, que es el verdadero papá que tenemos todos los niños y niñas que vivimos en el hogar».

Asegura, con solvencia, que ahora que tiene la oportunidad de enseñar sus saberes a las niñas del hogar, es lo que más le llena de satisfacción y que entre sus desafíos está llegar a producir chompas con fino acabado y con calidad de exportación. «Hacer una chompa con menguado no es lo mismo que hacer una tela y cortarla. Estoy especializada en programación y fibra de alpaca, puedo distinguir entre lo que es una lana pura de otra mezclada», dice.

Claudia Rodríguez
dejó las calles y es una empresaria exitosa

‘He vivido en el hogar hasta mis 19 años. El padre José salvó mi vida’

Claudia tenía 14 años cuando, por primera vez, durmió una noche completa. «Sin el temor a que los jóvenes que tomaban con mi papá me hagan algo. Ése fue el mejor día de mi vida, pasé la noche en una cama de verdad», cuenta. Hoy tiene 26 años, han pasado 12 años desde que dejó las calles.

Recuerda que fue un 19 de enero del 2008 cuando llegó al hogar de Niñas de Obrajes de la Fundación Arco Iris. «Allí había comida y no tenía que estar buscándola. Esa mañana desperté y respire otro aire. Salí al patio a trotar porque me gustaba hacer deporte. Mis compañeras me decían ‘caballito’; me sentía protegida».

Claudia comenta que procede de una familia «donde había mucha violencia por parte de mis papás. Los dos eran alcohólicos. Cuando tenía cinco años mi padre perdió la vista y se hundió aún más en la bebida». Sobre su madre, cuenta que era una persona humilde y que a pesar de que no asistió a la escuela «era muy trabajadora. Se dedicaba a cargar los bultos en el mercado. Pero, era constantemente golpeada por mi padre».

Recuerda que, estando en la calle, se refugiaban del frío en un ambiente hecho de cartones, plásticos y maderas viejas. «Teníamos una mesa como cama. Vivíamos en la basura y la comida la sacábamos de ahí. Hacía mis tareas sobre una caja de tomates».

Con lágrimas en los ojos, relata que fue golpeada por otros niños de la calle cuando intentaba trabajar cuidando autos. «Tenía que trabajar, mi papá no veía y mi mamá se fue. Yo tenía miedo de dejar a mi padre pese a los golpes».

La Defensoría de la Niñez la llevó al hogar. «Viví allí hasta mis 19 años y recibí apoyo psicológico y escolar, Aprendí computación, artesanías, peluquería, chamarrería. Recuerdo a mis amigas Mariela y Maruja, doña Esther y las maestras Rina y Ana, que me ayudaron mucho. Pero, el padre José (Neuenhofer) salvó mi vida. Él es mi único padre. Yo lo amo. Ha sido un ángel».

Hoy, Claudia vive su sueño hecho realidad, tener una familia. Está casada con Enrique y tiene una hija. Se siente una exitosa empresaria, es dueña de una ferretería que está en expansión; abrieron una sucursal.

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Un asunto oscuro

Según la presidenta ejecutiva de YLB, la acusación fue fruto de una investigación técnica realizada a lo largo de dos años

Por La Razón

/ 25 de abril de 2024 / 06:59

La todavía incipiente industria del litio en Bolivia no puede salir de las sombras. Al violento arresto del exministro de Minería y exresponsable de la planta en la región de Lípez en Potosí, Luis Alberto Echazú, se ha sumado, ayer, la muerte del exgerente ejecutivo de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). El tema se ha politizado y, ahora, judicializado, pero del negocio no hay más que promesas.

Los contornos del caso, la actuación presuntamente arbitraria e irregular de la Fiscalía el lunes, según denuncia del abogado de Echazú, así como las declaraciones de jerarcas y portavoces del ala evista del MAS, hacen pensar en intereses políticos ligados a la sorda pelea por el poder en el partido gobernante antes que en aquellos ligados al efectivo despegue de la industria del litio en el país. El intercambio de acusaciones, con y sin fundamento, en nada ayuda a reactivar el proyecto.

Lea también: Ley ‘antihombres’

El tono y el contenido de una “carta abierta” firmada por el exgerente de YLB, Juan Carlos Montenegro, otro de los imputados, antes de morir (incluyendo una última línea en la que pide perdón a sus seres queridos por el “dolor” que les causará “esta mi decisión”), hace pensar en que detrás de la acusación hecha el jueves de la semana pasada por la actual gerente del proyecto y el procurador del Estado, además de la sorprendentemente rápida actuación del Ministerio Público, hay mucho más que la búsqueda de justicia o de castigo a la corrupción.

Según la presidenta ejecutiva de YLB, la acusación fue fruto de una investigación técnica realizada a lo largo de dos años, asunto del cual ni ella ni su antecesor habían dicho nada anteriormente. Al ser conducido a celdas policiales, el exministro, ahora en detención domiciliaria, afirmó que “el Gobierno quiere ocultar tres años y medio” de parálisis en el que debería ser el proyecto más importante del Estado Plurinacional en los últimos años.

Coincidiendo con la denuncia de YLB contra exfuncionarios de la institución, el mismo día, el Presidente del Estado acusó a “potencias mundiales” y un “país vecino” de pretender controlar los recursos naturales del país, especialmente el litio, bloqueando las exportaciones y excluyendo a Bolivia en procesos estratégicos de comunicación. A la luz de lo sucedido en los últimos años, es evidente que el principal obstáculo está en el Estado y no fuera de las fronteras.

Mientras Chile se abre a las inversiones de riesgo compartido y se propone recuperar el sitial de primer exportador de litio en el mundo en los próximos dos años, y el presidente de Argentina busca entregar las reservas de su país a las transnacionales del sector, Bolivia todavía no ha mostrado cuál es su estrategia de industrialización y comercialización del preciado mineral, al extremo que ni siquiera ha transparentado los acuerdos (no contratos) que tiene con empresas chinas y rusas. Así, es imposible tener optimismo en el futuro del litio.

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Ley ‘antihombres’

Los datos son innegables y terribles: la violencia contra las mujeres, lejos de disminuir, persiste e incluso aumenta.

Por La Razón

/ 21 de abril de 2024 / 00:27

La penosa declaración del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, en sentido de que la Ley 348 es una ley “antihombres” (sic), puso en agenda la cuestión irresuelta de la violencia contra las mujeres. Rodríguez recibió fuertes críticas, pero también adhesiones. Lo preocupante es que fomenta a grupos antiderechos y pone en riesgo una norma que protege a las mujeres.

 La ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia (Ley 348) fue promulgada por el presidente Morales en marzo de 2013. Su objeto es establecer mecanismos, medidas y políticas integrales de prevención, atención, protección y reparación a las mujeres en situación de violencia, así como la persecución y sanción a los agresores. Se trata de una ley avanzada, resultado de muchos años de lucha de las mujeres por sus derechos en una sociedad patriarcal y machista como la boliviana.

En 11 años de vigencia, la Ley 348 permitió el registro de centenas de miles de denuncias de violencia contra mujeres en el país. Según datos del Observatorio de Género de la Coordinadora de la Mujer, el año pasado hubo casi 52.000 denuncias. Los casos de violencia familiar o doméstica, que son la mayoría, se incrementaron en 193% entre 2013 y 2023. Cada día, en promedio, hay 142 denuncias de violencia contra mujeres, 30 agresiones sexuales, 104 embarazos de niñas y adolescentes. En 2023 se registraron 81 feminicidios.

Los datos son innegables y terribles: la violencia contra las mujeres, lejos de disminuir, persiste e incluso aumenta. Por ello son deplorables afirmaciones tan ligeras como que la Ley 348 es una “ley antihombres” o, peor, que “la violencia no tiene género”. Si bien existen acusaciones falsas contra hombres, e incluso detenciones arbitrarias presumiendo culpabilidad, ello no atenúa ni menos niega la abrumadora evidencia de que las mujeres son las victimas sistemáticas de actos de violencia en todas sus formas.

En su capítulo de derechos fundamentales, la Constitución señala con claridad que “todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual y psicológica”. Y establece que el Estado tiene la obligación de adoptar las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar la violencia de género.

Con ese mandato constitucional, la Ley 348 define mecanismos para proteger a las mujeres. Y traza la ruta para la denuncia, persecución y sanción penal de los agresores.

Es evidente que se requiere una reforma normativa y hay valiosas propuestas para el efecto. Pero sobre todo fallan los operadores del sistema judicial. Claro que debe evitarse que haya hombres inocentes en prisión, pero sobre todo que los feminicidas y violentos estén libres. Las polémicas palabras del presidente del Senado tendrían que servir para debatir el tema, mejorar la ley, garantizar en serio para las mujeres una vida libre de violencia y frenar las muy peligrosas campañas antiderechos.

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Un vecino conflictivo

El gobierno de Milei podría estar buscando consolidar su base política mediante el nacionalismo y el anti-izquierdismo

Por La Razón

/ 18 de abril de 2024 / 07:06

Días atrás, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, informó que había decidido reforzar la seguridad en la frontera con Bolivia debido a la supuesta presencia de cientos de militares iraníes en el país. La respuesta de la Cancillería boliviana fue tan rápida como mesurada, en evidente contraste con el tono que está adoptando el gobierno de Javier Milei.

Desde el inicio, la presidencia de Javier Milei ha sido notable no solo por sus políticas internas de shock, sino también por su manejo de las relaciones internacionales, especialmente con países latinoamericanos de gobiernos considerados izquierdistas. Sus controversiales interacciones con líderes regionales han generado un amplio debate sobre las estrategias diplomáticas y sus implicaciones tanto a nivel regional como doméstico.

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Primero, el intercambio de insultos con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, provocó una rápida escalada de tensiones que afortunadamente no pasaron a más. Milei respondió a las críticas de López Obrador, quien había tildado a Milei de “facho conservador”, con términos igualmente duros, exacerbando las fricciones bilaterales. Este tipo de diplomacia de confrontación no solo socava las relaciones tradicionalmente cordiales entre Argentina y México, sino que también plantea preguntas sobre la estabilidad regional.

Por otra parte, las relaciones con Colombia se tensaron significativamente después de que Milei llamara al presidente Gustavo Petro «comunista asesino». Esta declaración provocó una pronta respuesta diplomática de Colombia, incluyendo el llamado de su embajador en Buenos Aires, lo cual subraya la seriedad del conflicto y el impacto en las relaciones diplomáticas; por ahora las relaciones entre ambos países están normalizándose y los respectivos embajadores han regresado a sus funciones.

Asimismo, la afirmación de la ministra Bullrich sobre la presunta presencia de militares iraníes en Bolivia añadió más leña al fuego, mostrando una tendencia hacia declaraciones provocativas que pueden tener serias repercusiones diplomáticas y de seguridad. Algo similar había ocurrido poco antes, cuando el presidente Milei afirmó que el gobierno de Chile iba a llevar a ese país a la pobreza por adoptar políticas socialistas. En ambos casos la respuesta fue pronta, mesurada y contundente.

En el frente interno, estas controversias internacionales parecen servir como una cortina de humo para desviar la atención de los problemas económicos graves que enfrenta Argentina, como la inflación y el estancamiento económico. Al centrarse en conflictos externos, el gobierno de Milei podría estar buscando consolidar su base política mediante el nacionalismo y el anti-izquierdismo, mientras posterga o minimiza la discusión sobre la necesidad de reformas económicas internas profundas.

Es posible que las tácticas de confrontación de Milei tengan un atractivo político inmediato entre ciertos sectores en Argentina que le son afines, pero los riesgos asociados a alienar a países vecinos y potenciales socios comerciales son altos, especialmente en el mediano y largo plazos, cuando el polémico mandatario ya no esté en funciones.

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Los medios en cuestión

Por La Razón

/ 14 de abril de 2024 / 00:20

El reciente estudio Delphi de la Fundación Friedrich Ebert (FES-Bolivia), realizado con líderes de todo el país, revela datos delicados respecto a los medios de comunicación y su desempeño. Además de una baja confianza, se percibe a los medios como promotores del conflicto y como actores políticos que informan en función a su agenda e intereses. La evaluación es crítica.

Hubo un tiempo en que los medios de comunicación y periodistas, en general, estaban en la cima de la confianza ciudadana. Junto con la Iglesia Católica, tenían muy alta legitimidad. Hoy es diferente: en la Delphi de la FES, solo el 7% tiene una confianza alta o muy alta en los medios. Para el 39% es regular. Y un mayoritario 54% confía poco o nada. Estos datos debieran preocuparnos. Si bien estamos mejor que otras entidades, la confianza es un bien preciado que los medios debemos recuperar y preservar.

En un contexto en que los medios digitales y las redes sociales tienden a desplazar a los medios de comunicación tradicionales como principal fuente de información, es necesario hacer un examen acerca de nuestro desempeño. ¿Cómo nos evalúan los líderes? Más de dos tercios, nada menos, sostienen que los medios informan en función a su propia agenda e intereses. Si sumamos el 13,5% que nos perciben como manipuladores, el saldo es muy negativo. Solo un marginal 7% cree que los medios informan con veracidad.

La baja confianza en los medios y la percepción de que informan más pensando en ellos mismos que en la sociedad, quizás se explican, entre otros factores, porque varios operadores mediáticos están polarizados y alientan la polarización. Lo vimos como tragedia en la crisis de 2019, cuando algunos medios y periodistas avalaron y hasta justificaron las masacres. Ello se reafirma en la Delphi: 86% de los líderes consultados sostienen que los medios promueven enfrentamientos y conflictos en el país.

Por si fuera poco, en estas percepciones reveladoras de la situación del campo mediático en Bolivia, casi nueve de cada 10 participantes en el estudio de la FES están de acuerdo con la afirmación de que los medios actúan como si fuesen actores políticos. Es tremendo. Para los liderazgos, la esencia de los medios se está perdiendo. En su balance, varios medios y periodistas están más cerca de la acción política que de la labor informativa. Eso, por supuesto, va en desmedro del periodismo.

Los estudios de percepción cualitativa y de opinión pública expresan tendencias generales en momentos determinados. Son útiles para la reflexión y el análisis. Y contribuyen a la autocrítica. Pero hay diferencias. Más allá de las percepciones aquí descritas, es meritorio el trabajo de medios que persisten en el empeño de cuidar y cultivar cada día los derechos a la comunicación e información. Como diario nos situamos en ese camino reafirmando nuestro compromiso con el libre ejercicio del oficio periodístico.

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Un impasse inédito

El camino hacia la resolución de este conflicto debe estar pavimentado con el respeto a las leyes internacionales

Por La Razón

/ 11 de abril de 2024 / 06:33

Aunque se afirma que no es la primera vez que ocurre en la historia reciente, lo sucedido en Quito la noche del viernes al sábado, cuando la Policía irrumpió en la Embajada de México ante Ecuador, representa mucho más que un escándalo diplomático y ha puesto al país andino en un impasse del cual será muy difícil salir, mucho más debido a la hasta ahora arrogante posición de su gobierno.

El conflicto diplomático entre México y Ecuador, cuyo antecedente inmediato fue la declaración de persona no grata a la embajadora mexicana, que luego dio paso al secuestro y encarcelamiento del exvicepresidente Jorge Glas, que acababa de recibir el estatus de refugiado político (pese a haber sido condenado por delitos comunes años atrás), ha escalado hasta alcanzar los estrados de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde México ha presentado una demanda buscando justicia y el respeto a las normas internacionales.

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La decisión de México de acudir a la CIJ y la convocatoria a sesiones extraordinarias de la Organización de Estados Americanos (OEA) los días martes y miércoles reflejan la gravedad de la situación y la necesidad de un marco de acción que respete los principios fundamentales de la diplomacia y el derecho internacional. Estos foros ofrecen una oportunidad invaluable para abordar el conflicto de manera constructiva, poniendo en primer plano la necesidad de soluciones pacíficas y el diálogo basado en el respeto mutuo, razón por la cual la demanda ecuatoriana de revisar los tratados internacionales es poco prudente.

En estas circunstancias, la comunidad internacional, así como los organismos regionales y multilaterales, deben actuar como mediadores para facilitar una resolución que respete las normas internacionales y promueva la estabilidad regional. Según expertos en la materia, la mediación debe enfocarse en la reconciliación y buscar una solución que permita a ambas partes superar el impasse, manteniendo la integridad de los tratados internacionales como guía.

Este conflicto sirve para poner en relieve la importancia de adherirse a los principios del derecho internacional no solo como un fin en sí mismo, sino como un medio para asegurar la paz, la seguridad y el respeto entre las naciones. La resolución de este caso podría sentar un precedente importante para el manejo de futuras disputas diplomáticas y reafirmar el valor de las convenciones internacionales como pilares de las relaciones entre Estados.

El camino hacia la resolución de este conflicto debe estar pavimentado con el respeto a las leyes internacionales y el compromiso con el diálogo y la negociación. Es imperativo que México y Ecuador, con el apoyo de la comunidad internacional y organismos como la OEA, encuentren una salida basada en el entendimiento mutuo y el respeto a los tratados que han guiado las relaciones diplomáticas durante décadas. Este enfoque no solo resolverá el impasse actual de manera justa, sino que también fortalecerá el sistema internacional basado en reglas, crucial para la coexistencia pacífica entre naciones.

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