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Nuevos ‘yungueños’ solicitan más mosquiteros en el monte

Es común que adultos contraigan la leishmaniasis, pero ahora el hospital de La Asunta recibe también casos de niños de siete, ocho y nueve meses de edad con el mal, por lo que se necesitan más mosquiteros en prevención.

«Hay niñitos de mesesitos que tienen la espundia y cada vez son más», explica la médico del hospital, Jéssica Quispe Mayer. Por ello se insiste en la protección y una de las formas es la utilización del mosquitero.

«Mi wawita Jhoseline, de un año, duerme aquí conmigo, ahora ya no nos pican mucho los mosquitos», sostiene Hilaria Aliaga mientras enseña el protector en su morada de Coroiquillo (La Asunta, sud Yungas).

«Además de proteger, los mosquiteros están impregnados de medicamentos, por eso cuando el insecto se posa en él muere al instante», dice el médico Juan Carlos Gutiérrez, de Gestión y Calidad en Salud, de Usaid.

Cuando La Razón se reunió con pacientes en el hospital de La Asunta, únicamente 17 de 26 personas dijeron que dormían con mosquiteros.

En Coroiquillo, Miguel Piérola, es el interlocutor entre Gestión y Calidad en Salud y los pobladores enfermos; él tiene una lista de 45 personas que requieren el protector. Gutiérrez expresó la predisposición para ayudar a que nuevas familias adquieran los mosquiteros, sin embargo, primero se hará una categorización social para identificar a quiénes puedan pagar al menos una parte de su valor y quienes no.

LA RAZÓN VA DE INICUA A LA ASUNTA
En enero, este medio publicó una nota con el título «Espundilandia es la ‘capital’ de la lepra blanca en el norte paceño», refiriéndose a Inicia, un poblado en Palos Blancos, donde gran parte de su población vive con leishmaniasis.

Esta vez, la visita fue a La Asunta, donde el número de infectados crece. «Esto deteriora la calidad de vida y como nadie se muere con leishma le dan poca importancia», dice el médico Miguel Quispe G.

Hay quienes optan por retirar los protectores

Teresa de Mamani retiró el mosquitero que le habían entregado para protegerse de los mosquitos (en particular del Phlebotomus o k’echichi o ch’ampari, que provoca la leishmaniasis) porque necesitaba espacio para acomodar 20 taques de coca en su cuarto de la comunidad de Coroiquillo.

«Es que necesitábamos espacio por eso hemos recogido el mosquitero, pero ahora me comprometo a instalarlo otra vez», promete doña Teresa, mientras muestra la cama donde hasta hace unas semanas estaba dispuesto el protector que entrega la Organización No Gubernamental (ONG) Gestión y Calidad en Salud, con ayuda de Usaid a los pobladores de esa zona.

«Estamos notificándole de que no puede sacar el mosquitero, porque hay otras familias que lo necesitan», dice, sorprendido por la falta de conciencia, el médico de dicha institución, Juan Carlos Gutiérrez Villca. Este proyecto trabaja desde el 2006 en el fortalecimiento del Centro Departamental de Leishmaniasis y Enfermedades Infecciosas de Chulumani. Para ello cuentan con un médico, una enfermera, un auxiliar de enfermería y un bioquímico quienes velan por el control, diagnóstico y prevención de la leishmaniasis. Para ello, capacitan y organizan ferias educativas en salud, pesquisa activa de casos, dotación de medicamentos (pentostán y glucantime), además  entregan insumos como mosquiteros.