Pequeñas batallas se libraron en la plaza Murillo
Católicos lanzaron arengas en defensa de su credo. Evo Morales no asistió al Te Deum
En los últimos años, un tema alimenta su preocupación: cada vez menos gente asiste a la misa católica y participa en la procesión del 16 de julio.
Ayer fue otro día que aumentó la inquietud de la longeva portaestandarte de la Congregación del Carmen. «Antes, toda la sociedad paceña venía. Antes, los actos eran más solemnes, habían 21 cañonazos en la plaza. Hoy, lo político se mezcla con lo religioso, y perjudica. Nos estamos dividiendo».
Y es que durante toda la mañana, una serie de diplomáticas batallas de poder se libraron en la plaza Murillo entre autoridades gubernamentales, departamentales y municipales, así como entre católicos, protestantes y amautas y hasta entre advocaciones de la Virgen María.
Round uno. El ajetreo invadió a la plaza Murillo desde la madrugada, con los barrenderos que retiraron la basura dejada por el desfile de teas del día anterior. A las 07.00, el sitio estaba listo para recibir a las tropas de militares y policías, así como a las bandas que acompañaron las variopintas ofrendas florales a los pies de la estatua de Pedro Domingo Murillo.
El gobernador César Cocarico y el alcalde Luis Revilla lucían sonrisas que parecían haber dejado atrás los encontronazos previos. Mientras, un miembro de la seguridad gubernamental caminaba nervioso cerca de ellos. «¿Sólo va a ingresar Cocarico a invitar al Presidente?, también tiene que hacerlo Revilla. Hay que consultarle al (Fernando) Huanacuni (jefe de Ceremonial de la Cancillería). No puede entrar uno nomás», le espetó a una mujer.
Tras sacarle el jugo a su intercomunicador, dio la orden. Una persona se acercó a ambas autoridades y éstas entraron al Palacio de Gobierno. Bordeaba las 08.50. Diez minutos más tarde, aparecieron flanqueando a Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera, junto con el gabinete de ministros. Cuatro de las 28 banderas de la plaza estaban reservadas para ser izadas por los mandatarios.
La bandera mayor, la tricolor, fue izada por el Presidente. La wiphala, por García Linera. Y las dos rojo punzó y verde esmeralda, por Revilla y un Cocarico que desapareció del mapa durante el Himno Nacional porque el pabellón presidencial le cubría todo el cuerpo. «Evo, no lo cubras pues al Coca», «Evo, queremos Coca», gritaban en la parte baja unos bromistas.
Ese momento, un grupo de amautas y mujeres de pollera apareció corriendo por entre las calles Ingavi y Bolívar. Se instalaron en la plaza, bajo la efigie de la musa de Verano y sacaron de sus aguayos una serie de artilugios: saumerios, coca, incienso. A eso de las 9.20, cuando los mandatarios prendían la tea que simboliza la de Murillo, ellos prendían sus saumerios.
Round dos. Allí se había instalado un espacio para la ceremonia interreligiosa preparada bajo el paraguas del Estado laico instituido por la Constitución. Un toldo fue armado para recibir a las autoridades junto a un estrado de madera que serviría de púlpito y una banca ocupada por un organista de la iglesia metodista. Adelante, una mesa con un crucifijo y una Biblia abierta.
Amautas, metodistas, luteranos, pentecostales, presbiterianos, bautistas, evangélicos… todos tomaron la palabra y cantaron.
La ceremonia se cumplía según el programa elaborado por la Cancillería, hasta que el representante de la Iglesia Católica, Ramón Heredia, inició la oración del Padre Nuestro (algo que estaba destinado al líder de la iglesia luterana), y luego desapareció del sitio.
Al momento de los «jallallas», Evo y García Linera eran los más entusiastas. A la hora de persignarse, sólo el Vicepresidente eludió la señal de la cruz. Eso sí, el abrazo de paz dio pie a la integración de líderes nacionales, departamentales y municipales, en medio de una humareda provocada por los inciensos, que derivó en la discusión entre los amautas y una pareja de ancianas que tosía molesta. «En las misas no hay inciensos», gritó una.
Dos fotógrafos aprovecharon para sacar fotos del Presidente en la ceremonia y venderlas por Bs 10. «Dos por 15, si son campesinos», recomendaba uno. Quizá contagiados por la iniciativa, miembros del equipo de seguridad comenzaron a fotografiar a los periodistas.
A las 10.10, la comitiva gubernamental lideró la marcha de las guarniciones policiales y militares y se instaló en el palco de la acera del Palacio de Gobierno. En la plaza cundía la desinformación. «¿Va a haber misa?», preguntaban.
Ya a las 09.50, una enorme pantalla LED estaba lista para transmitir el saludo y felicitación del alcalde del Ayuntamiento de Bonn (Alemania), Jürgen Nimptsch, por la celebración juliana cuando empezaron a sonar bombos, platillos y trompetas. Sin esperar a que finalice el contacto con la autoridad germana, las fuerzas militares desfilaban ante el palco presidencial, dejando escuchar apenas, entre marcha y marcha, algunas ininteligibles palabras en alemán y español.
Round tres. La columna de honor finalmente no fue para la Virgen del Carmen, que estaba dentro de la Catedral. Poco importó que días antes haya recibido el reconocimiento de patrimonio material e inmaterial, histórico y religioso de La Paz; que haya sido enjuiciada por la Corona Española y mantenida presa por su «colaboración» a la gesta libertaria de 1809, o que desde el 11 de octubre de 1948 llevase el rótulo de «Generala y Patrona de las Fuerzas Armadas de la Nación». A las 10.18, sólo el Alcalde de La Paz dejó el palco para asistir a la misa en la Catedral Metropolitana, donde se reunió con subalcaldes y miembros del Concejo.
Para las 10.20, el templo tenía poco menos de la mitad de los asientos ocupados. El espacio reservado para las autoridades de gobierno, ante su ausencia, paulatinamente fue destinado a funcionarios ediles, primero, y ciudadanos de a pie, después. A los lados del altar, devotas de velo contemplaban la imagen y seguían la ceremonia. «No importa que hoy seamos pocos en la Catedral, la gente está detenida allá con otra actividad. Pero nosotros decimos: ‘Dios es primero’. No las dejan tal vez entrar o venir aquí, pero los que estamos, queremos pedirle a Dios que se apiade de la inmensa mayoría de nuestro pueblo que es creyente y cristiana, muchos somos católicos», casi se quejó el monseñor Edmundo Abastoflor, arzobispo de La Paz.
Tampoco asistieron los devotos policiales de la patrona del Carmen. La banda ingresó al templo a eso de las 11.05 y, tras unos minutos, volvió a salir para esperar a la imagen frente al atrio de la iglesia. Las dos puertas de la Catedral se abrieron de par en par recién a las 11.08. La columna de honor se había disipado. Morales y su séquito entraron en el palacio. Cuando los periodistas preguntaron por ellos, un efectivo de seguridad hizo señas de que estaban comiendo. Fue entonces que la gente entró en masa a la iglesia.
Round cuatro. Con un velo sobre la cabeza, Ana María Lozada, de 67 años, se inclinaba apenas mientras musitaba «gracias, mamita, gracias». Ella llevaba más de 10 años asistiendo a la misa para agradecerle a la Virgen por sanar a su hijo.
Terminada la eucaristía, partió la procesión de la Virgen del Carmen mientras los fieles repartían afiches con su imagen. «Son nuevos, le sacamos la foto hace dos días. Está hermosa, ¿no?», sonreía el cófrade Álvaro Ferreira. Al salir del templo, una voz salió de la muchedumbre: «¡Un aplauso para la Virgen del Carmen!». La arenga recibió respuesta. Cuando la procesión pasó por el Palacio de Gobierno, ya no había ninguna autoridad estatal, la tarima se había recogido. Morales tenía un acto en el Palacio de Comunicaciones.
«¡Viva Bolivia Católica!», se oía. La Virgen continuó su camino de retorno hacia la iglesia del Carmen, donde acababa de celebrarse, rápidamente, una boda con mariachis.
El camino no fue fácil. La corona de la imagen se enredó con un cable en la calle Yanacocha. Y al llegar a la Colón, una morenada estaba presta a bailar. «¡Un momento! ¡No es la Virgen de Copacabana, es la del Carmen!», gritó alguien. Los bailarines eran de una preste celebrada en la Cámara de Diputados. A los cinco minutos de que la imagen del Carmen retornó a su templo, la de la mamita de Copacabana pasó en procesión.
Round cinco. A las 12.35, la mayoría de los asistentes al banquete en el hotel Torino llevaron la mirada hacia la puerta de entrada: llegaba Luis Revilla. Hasta el último momento había estado en duda la participación del Alcalde paceño en la fiesta del gobernador César Cocarico.
La llegada de las autoridades al hotel Torino empezó a eso de las 11.30. Uno de los primeros en ingresar fue el Gobernador. Después llegó Nardi Suxo y la mayoría de los ministros del Estado Plurinacional. Y cuando fue el turno del presidente Evo Morales, el auditorio se puso de pie y aplaudió su ingreso.
Tras saludar, Morales habló con el alcalde cochabambino, Edwin Castellanos, quien ocupó, por un momento, el sillón destinado a Revilla. Así que cuando entró Revilla, disimuladamente, Castellanos tuvo que cambiarse hacia su derecha.
Se sirvieron dos platos: chairo y plato paceño, ambos servidos en ollas de barro. El acto acabó después de las 14.00. Y uno de los primeros en salir fue el alcalde Revilla, después de bailar con la Señorita La Paz.
El Concejo Municipal condecoró a 24 paceños
El momento más emotivo lo vivió un vendedor con parálisis cerebral infantil
Veinticuatro personalidades fueron condecoradas por el Concejo Municipal de La Paz durante la sesión de honor que se realizó el sábado en el Teatro Municipal «Alberto Saavedra Pérez».
La presidenta del Concejo, Gabriela Niño de Guzmán, dio inicio al acto. Hizo una evaluación histórica de los hechos de julio de 1809 y enfatizó en el Plan Revolucionario de los protomártires. «La Paz mantiene su espíritu de lucha e insiste en un trato más justo por parte del aparato estatal», dijo en su discurso.
El evento tuvo momentos emotivos. Por ejemplo, cuando subió a recibir su medalla Leandro Limachi Macías, un vendedor de chicles con parálisis cerebral infantil. Hubo aplausos y lágrimas al ver la dificultad y la alegría con la que se movía el comerciante.
Al momento de recibir su medalla, el grupo Veneno escuchó el pedido de sus fanáticos que gritaron «que canten». En tanto que, a los cuatro representantes del Movimiento Cultural Saya Afroboliviana, les pidieron que bailen. Ambos solamente sonrieron al pedido de los asistentes.
El alcalde Luis Revilla brindó un balance de su gestión y manifestó que la comuna está en procura de transformar a La Paz mediante la atención a las zonas más alejadas de la urbe.
Poco antes de finalizar la sesión, los concejales presentaron un video en el que éstos bailan muy emocionados kullawada.
Anécdotas de la jornada
La calle La Paz, en la ciudad de Santa Cruz, recibió a los paceños en una verbena la noche del viernes.
En el almuerzo del gobernador Cocarico hubo más de 150 invitados. El control fue riguroso.
El grupo K’achas amenizó la comida. «Alcalde, primera vez sacando viruta al piso», le dijeron a Revilla.También hubo belleza: asistieron la Señorita La Paz, la Señorita Illimani y la representante de Chuquisaca.
En toda la mañana, Luis Revilla charló más con García Linera, quien mandaba constantes mensajes de texto.