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Vecinos de 130 barrios de La Paz no reciben agua potable en sus domicilios

La cifra fue proporcionada por la Empresa Pública de Agua y Saneamiento (EPSAS), que calcula que pueden  ser más por la expansión poblacional, sobre todo en la zona Sur  

De  estos 130 barrios, 11 carecen por completo del servicio, en otros acuden a ríos y vertientes para aprovisionarse del líquido, aunque no se sabe con precisión cuántos son. Otro grupo debe resignarse a recibir el agua de piletas públicas que prestan servicio sólo por horas, como constató La Razón.

Para dar solución a este problema, EPSAS construye un nuevo sistema de abastecimiento de agua en Chuquiaguillo  (ver apoyo).

Vertientes. En Kalajahuira, donde según la junta vecinal existen unas 700 viviendas,  los vecinos reciben agua de cooperativas. El líquido es captado de vertientes y es distribuido a los domicilios sin haber sido potabilizado.

«Pagamos Bs 5 por mes por el agua que nos llega como chorrerita unas tres veces a la semana. Estos últimos días se ha ido secando. Cuando no nos dan, tenemos que bajar al río Orkojahuira», declara Porfirio Ortega, quien vive a 300 metros del río, sobre un cerro. «Recibimos sólo en la noche, porque en la mañana el agua viene sucia», agrega. 

La situación es la misma en Chuquiaguillo, donde también existen sistemas aislados de agua que son de propiedad de una cooperativa rural.

«Nos hablaron hace tiempo de un proyecto para habilitar una nueva represa en esta zona, pero hasta ahora no se ha avanzado nada», dice Jaime Huaywa, quien denuncia que existen comunarios que por no perder los ingresos que perciben por el cobro del servicio se oponen al proyecto de la empresa pública.

Las vertientes son las principales fuentes de aprovisionamiento de agua que existen en el lugar; sin embargo, en época secas, tienden a disminuir considerablemente. En La Paz, la época seca se inicia entre abril y mayo y se prolonga hasta noviembre, cuando comiezan las lluvias.

En el sector California, en la parte alta de Chuquiaguillo, los vecinos también sufren por la escasez de agua. En el lugar se alzan alrededor de 1.500 viviendas y para proveerse del líquido, los vecinos decidieron captar agua de un estanque ubicado casi en la punta del cerro, desde el cual se distribuye entre los vecinos a través de cañerías por la caída libre.

«Somos siete sectores. Cada uno recibe su dotación una vez a la semana por tres horas. Sabemos que el agua no es potable, aunque con el dinero que se cobra (Bs 5 por familia) se quería potabilizar», relata el vecino Antonio Lliulli.

Piletas. En el sector 3 de Mayo, que se encuentra en un cerro sobre la avenida Periférica, unas 80 familias que tiene sus casas en promontorio reciben agua de dos piletas.

«Aquí se sufre por el agua tremendamente a partir de la calle D. Por debajo de esta vía las casas tienen agua normal, pero unos metros arriba llega en las noches (de 21.00 a 24.00)  y a veces ni llega», declara la vecina Julia Copa.

En los dos barrios las piletas están emplazadas al pie de unas graderías que desembocan en  senderos que conducen a su vez a las casas en el cerro, lugares por los que los vecinos que requieren agua deben transitar en las noches, aunque no hay iluminación.

Como todos no pueden acarrear el líquido en tres horas, se organizaron por días y optaron por dejar instalados turriles, para recibir cuando hay agua y luego, en el transcurso de la semana, la transportan a su casa, con cuidado para no derramarla, y si es posible de día.

«Pero hay días en que no dan agua y eso ocasiona peleas, pues al que le tocaba vino y al que no recibió también y se agarraron a golpes. La Policía intervino», cuenta Copa.

Ríos. En la zona Urkupiña están los ríos Itapillani y Muluyo. El primero se secó por los trabajos que realizan los areneros en la parte superior. El segundo es la fuente donde los moradores se proveen de agua.

«Todos los vecinos se han dado modos para abrir pozos al borde del río. Esa agua consumimos, sabemos que no es potable, pero ¿qué podemos hacer?, sólo la hervimos, dice Justina Peñaranda.

Sara Tarqui, quien lava su ropa, agrega que para cumplir con esta tarea debe salir antes de las 11.00, porque luego el agua llega turbia.

Al sur, en Challapampa y Villa Apaña, sólo un área de 100 metros tiene la dotación de agua. En ambos barrios viven unas 600 familias y, como son nuevas urbanizaciones, no se encuentra en la lista de zonas de EPSAS.

Cuando La Razón visitó el lugar, un grupo de mujeres  lavaba sus ropas en el río Pararani.  «Tenemos pozos para ir recibiendo el agua que viene. A veces nos peleamos porque somos muchos y no abastece», señala Ana Untoja. Al sitio llega la cisterna con agua potable una vez al mes.

«¿Qué se puede hacer?», se  lamenta Claudia Poma, quien luego de dar un suspiro, continúa sacando con un vaso el agua del lecho del río para depositarla en un balde. Con este líquido preparará sus alimentos.

Lavado de autos con aguas de vertientes
Durante el recorrido que realizó La Razón por Chuquiaguillo, encontró al menos cinco negocios de lavados de autos que están emplazados sobre las vertientes que se encuentran en inmediaciones del camino que va a los Yungas. 

«Ellos llenan sus pozos y con un motor logran la presión que se necesita para lavar los coches», explicó el presidente de la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve) de La Paz, Arturo Quispe.

«Conocemos que algunas personas que necesitan, compran esa agua para beber», apuntó.

Pese a ser el centro político del país, en el municipio paceño existen zonas que quedan a no más de 30 minutos de la plaza Murillo que no cuentan con agua potable. Para tener un poco del líquido, cada día familias enteras deben destinar horas de su tiempo a acarrear el líquido vital. Vertientes y ríos son sus principales proveedores.