La capital de la provincia Sud Yungas, Irupana, recuperó este fin de semana el Festival Nacional de Parapentismo, tras años de ausencia. A los dos pilotos locales se han sumado otros 23 llegados de La Paz, Oruro y Cochabamba.

“¡Corre!”, grita el instructor de parapente Jhusbel Ruiz, que está listo para despegar junto con la chica que lleva de acompañante en su aparato biplaza.
Con las cuerdas de la vela (la tela que se hincha con el aire) enganchadas a su mochila tirando hacia atrás, es difícil emprender la carrera conjunta. Tras avanzar unos pasos, ambos se elevan en el aire, unos 400 metros sobre la cancha donde aterrizarán.

Entonces, el pasajero sólo tiene que recostarse en la mochila que hace las veces de colchoneta y asiento (lleva, además, un paracaídas de emergencia) y dejarse llevar. El piloto juega a abrir y cerrar el arco de la vela para subir o descender en el aire.

Unos minutos después, al llegar a la pista de fútbol, los parapentistas estiran sus piernas y, nada más tocar el suelo, corren de nuevo. Hay quien consigue detenerse de pie, otros aterrizan sentados sobre la colchoneta.

Recibimiento. Pero siempre, los niños del pueblo corren a saludar a los pilotos y la gente sentada sobre el pasto aplaude. Desde el lugar del salto hasta la cancha, es Churiaca, ocho hectáreas verdes que son el orgullo de los irupaneños.

“La gente ya se ha olvidado de lo que era ver una red de parapentes en el hermoso cielo yungueño”, dice Danny Viscarra, de la Asociación Cultural Medioambientalista Churiaca Verde y Limpia de Irupana. La última celebración del festival se dio hace seis años.

“La cancha tenía una malla olímpica que perjudicaba el aterrizaje”, explica Viscarra. Se cambió por otra nueva, retirable, que ahora permite el regreso de los parapentistas de todo el país a la capital de Sud Yungas.

Desde el viernes en la tarde hasta ayer en la mañana, un grupo de 25 amantes de este deporte ha pasado el fin de semana lanzándose hasta seis veces por día. No hubo ningún incidente, salvo el aterrizaje de un piloto sobre un árbol gomero que requirió de la colaboración de los oriundos para sacar al piloto y su vela (miden unos 30 metros cuadrados, dependiendo del modelo) de entre el follaje.

De los 25 pilotos, de los que sólo uno era mujer (Sandra Espejo), hay quienes llevan años practicando este deporte, como Jaime Cuevas, quien es de Irupana pero radica en La Paz, donde cada fin de semana va a la zona de Valencia a practicar y dar clases de parapentismo. Otros llevan menos años en este ambiente, como Maico Méndez. Hace un año y medio que comenzó a practicar para perder el miedo a las alturas. “Y lo superé”, afirma.

Varios deportistas aseguran que, aunque vuelan a menudo, cuando están a punto de saltar siempre sienten un hormigueo.