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Niña boliviana aparece violada y estrangulada

La noche del jueves pasado encontraron su cuerpo. Estaba semidesnuda, sin vida, con signos de haber sido violada, golpeada y luego asesinada por estrangulamiento. Las fuentes policiales dijeron que pudo haber sido arrojada desde un auto en movimiento. Ni bien se conoció la noticia, el dolor y la indignación se expandieron entre las y los vecinos y amigos de la familia Muñoz, que residen hace cinco años en Buenos Aires, en una habitación alquilada en el barrio de la villa 1-11-14. El hecho provocó que los vecinos se autoconvoquen el sábado y bloqueen la avenida Fernando de la Cruz para pedir justicia.

Valeriano Muñoz Bustamante y Felicia Álvarez Nogales, el padre y la madre de Lizbeth, explicaron sollozando que su hija había salido la mañana del miércoles 1 de agosto rumbo al colegio (Liceo N° 10 de la zona de Once), del cual salió pero nunca regresó a su casa. 

Ella ayudaba en su hogar, cuidaba a sus hermanos menores y los iba a recoger de la escuela (unidad Ricardo Rojas N° 13). La maestra de su hermanito, al ver que Lizbeth no lo pasó a buscar, se puso en contacto con los padres de la víctima para avisarles que ella nunca llegó. Hicieron la denuncia en la comisaría 34, donde se inició la búsqueda de la menor.

Protesta. Durante el fin de semana anterior, la noticia de este hecho tuvo poca repercusión en los medios televisivos; entonces, los vecinos, junto con sus delegados vecinales, decidieron cortar la avenida Fernando de la Cruz (una de las que conecta la Capital Federal con la provincia de Buenos Aires). La concentración empezó a las 07.00 del lunes y a medida que transcurrió el tiempo sólo acudieron dos canales de noticias. Los manifestantes insistieron en salir en vivo a través de los noticieros y también exigieron la presencia de las autoridades diplomáticas bolivianas.

Con el pasar de las horas, la gente recordó hechos similares al caso de Lizbeth, ocurridos en este populoso barrio y que no fueron resueltos.

Cerca de las 11.40, llegó al lugar el cónsul general Ramiro Tapia, quien escuchó las demandas de los residentes bolivianos, que solicitaron que su presencia sea más asidua en la zona. Tampoco faltaron las quejas por malos tratos en el consulado.  El martes se realizó el sepelio de la niña. Aproximadamente más de 3.000 personas despidieron sus restos.