Arman dos altares sobre tumbas para hacer pedidos
Rituales. Están en el cementerio de Santiago I y reciben ofrendas
Dos altares fueron armados en el cementerio Héroes del Gas Sur en Santiago I, uno sobre una tumba de 500 cadáveres y el otro para tres calaveras. La gente va a ellos para pedir favores a las “almas” que descansan allí. Piden dinero, trabajo, salud o evitar robos o interferencias amorosas.
A 300 metros de la puerta de ingreso de esta necrópolis ubicada detrás del cuartel Ingavi, en la que ya no caben más cuerpos , se encuentra uno de los altares que fue construido sobre una fosa común donde se hallan enterrados medio millar de cadáveres.
El ara, instalada encima de la tumba, tiene la forma de una mesa cuyos soportes son dos paredes de ladrillo de 70 centímetros de alto y tiene una loza de cemento, encima de la cual se ven flores, comida —como sándwich de carnes frías o trozos de lechón—, cigarro, coca y alcohol. Debajo, los visitantes colocan velas de colores, según el favor que se pida.
El otro altar, ubicado al frente del primero, es más irregular. También tiene la forma de una mesa y está hecha de ladrillo, pero a diferencia del otro estos bloques están sobrepuestos y no cementados. Para el dintel colocaron una tabla y encima ladrillos. Arriba está una caja con tres reparticiones, en cada una de las cuales se ven cráneos. Todo está cubierto con plástico transparente. Delante de cada calavera se colocan velas.
En el primer altar hay más gente, que un poco reacia a las cámaras trata de huir pero luego accede a declarar. “Sin fotos”, manifiestan. Allí vimos una familia cuyos miembros colocaban nombres a la velas, no se puede apreciar las palabras y no se los puede revelar. “Sólo los familiares y el alma saben a quién y cómo van a ayudar”. Una adolescente inscribe un nombre sobre una vela roja, que sirve para atraer a los enamorados.
Encima de este altar hay 15 vasos de refresco, colocados por cada una de las personas que se acercaron a este sitio para pedir favores. Se ven también bloques de cigarros encendidos y unidos con papel estañado que se van consumiendo lentamente.
En la loza de cemento hay una caja de madera elevada por dos ladrillos, en su interior se puede apreciar un plato de plástico con lechón y seis sándwich de chancho y jamón, y encima de ésta cuatro pequeñas coronas de flores blancas y anaranjadas. La coca es colocada sobre una tabla de 40 centímetros que está delante de la caja de comida. Cuatro floreros adornan la mesa por los costados. Alrededor están los nichos viejos y nuevos de otros difuntos.
El altar del lado este no tiene muchas visitas. Cuando estuvimos por allí vimos a dos personas, una de ellas no quiso hablar y huyó cuando vio la cámara. En este sitio, los cráneos estaban cubiertos con una tapete azul. Cada uno de ellos tenía un nombre: Benito, Juana y Diego.
“Aquí la gente reza para que no se les robe, pero se dice que también vienen los delincuentes a pedir que haya víctimas”, relató Carmen Chura, otra de las visitantes. Las personas con las que conversamos nos comentaron que el día preferido para las visitas es el lunes para empezar una buena semana, aunque en las demás jornadas también llegan los pedigüeños.
Rezar es algo psicológico
Ofrendas
Según el antropólogo Pablo Donoso, si bien las ofrendas a estos muertos “milagrosos” se hacen de forma colectiva, la ofrenda tiene un sentido personal. “Quienes rezan consiguen una satisfacción psicológica, estar bien”.