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«Dios te pedimos por una familia»

El silencio se rompe por el bullicio de 13 menores, entre niños y niñas, que despiertan y se levantan de la cama a las 06.45 como si tuviesen un despertador incorporado. Iker, de cinco 5 años, fue el único que necesitó escuchar la voz de Elizabeth Condori (43), la encargada de la casa, para levantarse. Son niños de un hogar que esperan y oran para que Dios les de una nueva familia.

Como Iker, aproximadamente 106 menores viven en el hogar Virgen de Fátima, ubicado en el barrio de Obrajes de la zona Sur de La Paz. Es una especie de ciudadela para niños con cinco casas de un piso, que de no ser por sus distintos colores sería fácil confundirlas, y  juegos recreativos como resbalines, sube y baja y columpios.

Condori o “mamita Ely”, como la llaman los niños, viste un pantalón y una blusa de seda negra, sobre la que lleva un chaleco de lana color rosado y plomo. Cuenta que las actividades en lo que llama “casita lila”, una de las cinco existentes en el hogar, comienzan con el aseso de los seis varones y ocho mujeres que tiene bajo su cuidado junto a Virginia Ortiz de 34 años. Cada una hace turnos de 24 horas, que empiezan a las 10.00 y concluyen a la misma hora del día siguiente.   

Son las 07.30 del 15 de abril y empieza el ajetreo para alistar a los niños que van a la escuela 6 de Junio, excepto Silvana de 4 años y Moisés de 2. Alistar a tantos niños al mismo tiempo no es una tarea fácil por la naturaleza de un niño, su inquietud. Todos usan el mismo baño, a unos pasos de sus habitaciones, donde hay tres lavamanos y unas repisas en las que están, con el nombre de cada uno de ellos, su cepillo de dientes y un vaso.

El desayuno, leche con avena acompañado de un pan, no dura mucho en la mano de los comensales, sobre todo por la premura del tiempo. Se ponen las blusas de la escuela, que está en la misma ciudadela, y salen de prisa para no llegar tarde a clases.

El bullicio, que a veces parece ensordecedor, desaparece junto a los niños; sólo la voz del locutor de una emisora que da noticias retumba en el dormitorio a través de las ondas que emite una radio pequeña que descansa sobre una mesa.

La “casa” consta de tres habitaciones improvisadas como dormitorios, ubicadas en el primer piso. En cada una de ellas están acomodados cinco catres de madera de dos pisos y otros tres se asemejan a cunas. Los roperos son grandes y espaciosos; uno de ellos no tiene los soportes para cajones por lo que la ropa que debiera guardar está en el piso, desordenada.

Condori es viuda y tuvo que  asumir el rol de padre y madre para criar a sus cinco hijos, y hoy se queda más allá de las 10.00. Está agradecida por el trabajo que tiene, pero no puede ocultar que en algunos momentos implicó sacrificios como no poder estar con sus hijos en el Día de la Madre u otras actividades.

“Aquí no se puede salir ni el Día de la Madre. Al mediodía qué me van a dar permiso”, asegura y lo primero que le viene a la mente es el licenciamiento de su hijo, Iván. “Cuando mi hijo salió del cuartel no querían darme permiso para salir… así es el trabajo. No estaba ni su papá para que le fuera a acompañar”, recuerda sin poder contener el llanto.

Aunque no sólo es tristeza. Un hecho que también la marcó porque es un ejemplo de que la esperanza no muere es lo que ocurrió con Augusto, un niño de 12 años que por su edad y porque tenía dos hermanos corría el riesgo de no poder ser adoptado.  “Le decía ora, pide a Dios por lo que quieres. Sabes que para él nada es imposible. Meses después se cumplió el milagro y fue adoptado junto a sus hermanos”, recuerda.

El tiempo pasa sin ser notado: El bullicio vuelve.  El reloj de pared del comedor, ubicado en la planta baja, marca las 12.20. Los niños vuelven sobre sus pasos y jugueteando entre ellos; la ropa limpia que llevaron puesta ahora está sucia. Algunos tienen la blusa y el pantalón tan sucia que parece que se hubieran revolcado en el piso o que se hubieran caído.

Iker no es la excepción, tiene los zapatos sucios y las agujetas sin amarrar. El haber dormido un poco más que sus hermanos, aquellos que lo son sin serlo, le permite estar con mayores bríos que el resto, al menos eso es lo que demuestra. Ortiz llegó como es habitual a las 10.00. Repara en los zapatos de Iker y le ordena amarrar las agujetas y lavarse las manos para almorzar.

El menú  es asado de carne de res con fideo, acompañado de una ensalada de rábano picado con tomate y su sopa; no hay postre. Cuando todos están sentados en sillas alrededor de la mesa, Virginia les pide que guarden silencio: Cierran los ojos, agachan la cabeza, unen las manos y repiten una oración en agradecimiento por los alimentos y en especial pidiendo por una pronta familia.

“La mayoría de los niños llegan a los hogares, principalmente por el abandono de los padres biológicos y por maltrato”, explicó la trabajadora social del Servicio Departamental de Gestión  Social (Sedeges), Dina Salazar.

En el departamento de La Paz, 19 menores fueron dados en adopción en 2011, mientras que en 2012 la cantidad subió a 41, de los que nueve fueron adoptados por extranjeros principalmente de Italia y España. En los tres administra el Sedeges están internados 193 menores entre niños y niñas.

“12 niños han sido adoptados por sus padrastros, sus madrastras, tíos abuelos o algún otro pariente y 20 casos que han culminado la adopción y se les ha entregado a parejas ajenas por primera vez”, explicó Salazar.

Cerca a las 14.40 acaba el almuerzo y varios de los niños ayudan a limpiar y ordenar el comedor, para luego empezar un momento de  esparcimiento en una sala de juegos en un ambiente contiguo al comedor. Sobre una extensa alfombra están varios peluches y juguetes que distraen a los niños y niñas.

El trámite para la adopción es complejo y muchas veces provoca que los interesados se rindan, sin embargo los que consiguen adoptar califican el hecho como una bendición. Es el caso de Elizabeth Carrasco, quien hoy es madre de una niña, su inseparable compañía.

“A mi hijita, Mildred, la Defensoría del Pueblo me la entregó directamente cuando tenía un mes de nacida. Un viernes me entero que había una niña de la que corría riesgo su vida y que estaban buscando una familia sustituta. Me presenté y me la entregaron”, contó.

Recordó que hace cuatro años empezó el trámite para hacer realidad su sueño que se hizo realidad con la sentencia dictada el 1 de junio de 2012, aunque en el camino se presentaron varios problemas. “Desde junio estoy tranquila porque sé que a mi hijita nadie me la va a quitar”.

La Asociación Familias del Corazón congrega a las personas interesadas en la adopción. Fue creada  en 2008 como una respuesta de parte de la sociedad para orientar y sensibilizar a la población sobre la temática de la adopción como alternativa de solución a los constantes abandonos que se registran en La Paz. En las reuniones se comparten experiencias, se orienta a los futuros papás y se fortalece el significado de la adopción.

Juan José Ramírez de 40 años, junto a su esposa Candelaria, decidió adoptar ya que por problemas biológicos no podía tener hijos. “Me agarró de la mano y me enamoré”, explicó Ramírez mirando a su retoño que hoy tiene un año y dos meses, siete más desde que tiene el calor de familia.

Son las 15.30. Silvana tiene cuatro años y hace un alto en su juego con su perrito de peluche en la sala de juegos; me abraza y pregunta: “¿Vos me vas a llevar, no ve?”. No sé que responder en ese momento, pero de repente llega su hermana y se la lleva a jugar.

Ricardo o “Ricki”, como le llaman sus hermanos, no se anima a hablar mucho. En su mirada se puede ver la desconfianza hacia las personas extrañas, pero se anima a expresar lo que quiere: “quiero una mamá para mí sólo”.

Condori y Ortiz coinciden en que “no tienen preferidos” entre los niños, no sólo porque es así sino también porque de tenerlos generarían problemas entre ellos.

Para agilizar el trámite de adopción, en la Asociación Familias del Corazón sugieren que en los juzgados que tratan las adopciones se incremente el personal para acelerar los trámites.

La sala de juegos se torna aburrida a medida que pasa el tiempo para los niños, quienes tampoco encuentran distracción en el televisor pantalla plana de 36 pulgadas que tienen en la sala. Ortiz repara en ello y les pide recoger y ordenar los juguetes con los que jugaron para luego ir a lavarse las manos para tomar el té.

El té está acompañado con un pan untado con dulce de leche. Iker rompe con lo que hace el resto de sus hermanos y abre el pan por la mitad y raspa con sus dedos el dulce de leche para saborearlo mejor. Son las últimas horas de la jornada y Ortiz organiza y realiza algunos juegos con la participación de todos.

Entre risas y correteos por la sala de la casa, en la planta baja, va cayendo la noche fría en la ciudad de La Paz. Son las 19.30, es la hora de dormir para los habitantes de la casa lila.

María, de cinco años, está lista con su ropa para dormir al igual que el resto de sus hermanos. Una pijama blanca con flores de color rosado cubren el cuerpo de quien durante la tarde estuvo silenciosa y algo pensativa.

Ortiz o “mamita Virginia” los arropa a  cada uno y luego hace que repitan una oración: “Gracias Señor, vela mis sueños, bendice este hogar, te pedimos por un futura familia. Te lo pedimos con mucho amor, en el nombre de Jesucristo. Amén”.