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Nacimiento mal asistido, la causa más recurrente de la mala praxis

De los más de 5.000 casos de mala praxis que registró el Comité de Lucha contra la Negligencia Médica, la mayoría es a causa de nacimientos mal asistidos, que en algunos casos dejaron secuelas en el bebé o la madre, o que terminaron en la muerte de los dos o uno de ellos.

“Son muchas, realmente muchas, las historias de pérdida de un bebé o la madre al momento del parto. Algunas parejas no denuncian y pese a eso la cantidad de nacimientos mal asistidos sobrepasa a otros tipos de mala praxis. Luego está el mal uso de anestesia y las cirugías estéticas”, indicó a La Razón Víctor Llanos, representante del mencionado comité.

Explicó que los casos de nacimientos mal asistidos dejan secuelas irreversibles, pues un bebé puede quedar en estado vegetal o sufrir la pérdida de algún órgano o miembro de su cuerpo, e incluso llegar a morir. El comité recibió denuncias de madres que perdieron su útero o que padecen alguna anomalía que las marcó de por vida, a consecuencia de este tipo de mala praxis.

En cuanto a los casos por mal uso de anestesia, Llanos indicó que se deben a que no se hizo un examen previo al paciente y ello les causó reacciones adversas, o que se hizo un uso excesivo de la misma, lo que derivó en la muerte. Los de estética son también recurrentes por la demanda de estas intervenciones quirúrgicas.

Este medio conversó con seis personas que atraviesan “un calvario” tras haber sido “víctimas de médicos negligentes en su práctica”.

Sin embargo, el Colegio Médico de Bolivia aseguró que algunas falencias se deben a la falta de condiciones en infraestructura, recursos humanos y equipos para brindar una adecuada atención a los pacientes.

La Comisión Integrada de la Asamblea Legislativa trabaja actualmente en la fusión de tres proyectos de ley contra la mala praxis; por ello, la organización de Llanos acelera la sistematización de denuncias para coadyuvar en esta normativa. Se prevé concluir la base de datos en agosto.

Cristhian Danz

Sus sueños e ilusiones quedaron ‘postrados’ en el lecho de su cama

A sus ochos años, Cristhian Danz tenía una vida como la de cualquier niño de su edad, estaba en 3° de primaria y quería ser pastor evangélico. Pero desde hace cinco años vive en estado vegetal “a causa de una negligencia médica”.

“Asistía a la unidad educativa Basil Miller, de la ciudad de El Alto, y estaba entre los mejores alumnos del colegio, tenía buenas notas, le gustaba ir a jugar fútbol. Pero ahora sus sueños e ilusiones quedaron postrados en la cama”, dijo afligida Isabel Alanoca, madre del ahora adolescente.

El 4 de noviembre de 2009, la madre y el niño asistieron a una consulta médica en el seguro social, ante las quejas de dolor de cabeza y estómago del menor; sin embargo, la pediatra aseguró que no era nada grave y que mejoraría en cuestión de minutos.

Con aquella respuesta y entre el llanto y el dolor de Cristhian, ambos regresaron a casa, pero a los cinco días su salud se agravó y el niño perdió la conciencia.

“El 9 de noviembre se desmayó porque no pudo respirar y creo que por un momento no llegó aire al cerebro, por esta razón se quedó en estado vegetal, no se puede mover, está todos los días en cama”, dijo la madre.

La familia desconoce hasta ahora el motivo de las dolencias del niño y más aún el porqué quedó parapléjico, pero aseguran que todo se hubiese evitado con un diagnóstico correcto.

“Cristhian cumplirá 13 años y  hubiera estado en 1° de secundaria, a solo cinco años de salir bachiller, pero una mala atención médica lo dejo así; ya no puede cumplir lo que soñaba”, relata Isabel. Desde que quedó en estado vegetal, la familia demandó a la entidad aseguradora y a la profesional por negligencia médica, en busca de sanciones y asistencia médica permanente a su hijo.

Después de trámites, ruegos y una auditoría médica, las autoridades de la caja aseguradora accedieron al pedido y ordenaron dar el servicio de salud.

Fisioterapia. Pero no fue fácil para la familia trasladar al niño al centro de salud para que sea sometido al tratamiento médico y a la fisioterapia, pues la entidad aseguradora no estableció nada sobre el medio de transporte.

“Por casi tres años trasladé a mi hijo en mi espalda, amarrado con un aguayo, pero conforme pasaba el tiempo él crecía y se hacía más pesado. Yo me cansaba rápido y era difícil llevarlo a las sesiones de fisioterapia”, contó.

Después de otras demandas y solicitudes de una nueva auditoría médica, salió un nuevo fallo en el que se instruyó a la aseguradora facilitar una ambulancia para el traslado de Cristhian.

La vida familiar de los Danz Alanoca cambió radicalmente desde 2009; el hijo mayor, ya casado, debe darse tiempo para dedicar algunas horas a su hermano menor, con quien practica ejercicios de estimulación del habla y movimientos. El jefe del hogar, quien trabaja en una entidad pública, impulsa el juicio contra la causante de mala praxis.

“Llega cansado a mi casa y me da pena verlo sufrir por mi hijo. La negligencia médica mató los sueños de mi familia”, expresó Isabel.

Bebé Soria

La muerte del niño acabó con el matrimonio

Ángel Soria, lleno de ilusión, trasladó a su esposa a un hospital para el nacimiento de su primogénito. El bebé murió a las pocas horas de nacer y tras cuatro años de peleas, el matrimonio terminó.

“Esperamos con mucha ilusión la llegada de nuestro primogénito, preparamos todo con las dos familias, ahorramos para que nada le falte. El día de su nacimiento todo estaba tranquilo, nació con bajo peso y lo llevaron a la incubadora, todo iba bien”, recordó entre lágrimas Marcela Casas.

El 14 de junio de 2010, la vida de los Soria dio “un giro brusco”. La incubadora en la que estaba el bebé se sobrecalentó y mató al infante. “La noticia casi nos vuelve locos”, contó.

Los esposos denunciaron al nosocomio y a una enfermera ante el Instituto Nacional de Seguros de Salud (Inases), pero el hecho no llegó a instancias judiciales por la burocracia.

Después de las dos semanas de la tragedia, las peleas entre ambos se tornaron cotidianas. “Mi esposo llegaba borracho cada viernes, ya no quería tener otro hijo, vivimos un calvario por casi dos años. Un día me pidió el divorcio y son dos años de estar separados”, dijo Marcela.

Susana Hannover

Vivió en la oscuridad por 12 meses

Tras 20 años de uso de lentes de contacto, Susana Hannover decidió someterse a una cirugía para corregir su miopía y astigmatismo. Pero no fue así, pues vivió en la penumbra durante un año, el médico le perforó la córnea del ojo.

“Me recomendaron a un oftalmólogo, dice que de prestigio. El especialista me prometió que en una semana vería bien y sin problemas. Los siete días se convirtieron en meses, viví en la oscuridad por 12 meses y fueron los peores de mi vida”, relató Susana.

Ella tuvo que viajar a Colombia para someterse al trasplante de córnea de su ojo derecho porque el oftalmólogo le perforó ese órgano. Para disculparse, este médico le prometió otra cirugía con la que pararía la infección, pero por la desconfianza ella no aceptó.

Susana tuvo que pedir permiso indefinido en su fuente laboral para restablecer su vista. Al ser una persona sin familia, necesitó del apoyo de sus amigos y compañeros de trabajo para desplazarse por la ciudad y luego llegar a otro país.

Tras dos años de penurias y demandas en contra del oftalmólogo causante del daño a su visión, la profesional en comunicación social todavía requiere de una cirugía para solucionar la infección de su ojo izquierdo, que empieza a causarle más molestias.

“Estoy ahorrando para someterme a otro trasplante de córnea y para llevar a la Justicia al causante de mi tragedia, que podría ocasionar daño a otros”, expresó.

Vladimir Poma

Una cirugía de la vesícula se vuelve un coma

La cirugía laparoscópica de vesícula a la que se sometió Vladimir Poma terminó en una “pesadilla” para toda su familia. Él ingresó hace tres años caminando al quirófano, hoy necesita de la ayuda de su esposa, hijos y su madre para comer, bañarse y caminar.

“El médico nos informó que la cirugía fue un éxito y nos pidió esperar en otro piso mientras mi esposo salía de terapia intermedia. Yo no hice caso y me quedé. A la media hora escuché un ruido fuerte y todos correteaban por los pasillos”, contó María Espejo, esposa.

Cuando ella consultó, una enfermera le comentó que un paciente se cayó de la cama, sin especificar que se trataba de su esposo. Después los galenos le aseguraron que él tuvo convulsiones y que lo llevaron a terapia intensiva, pues había entrado a un coma inducido.

A las dos semanas, Vladimir reaccionó y contó a su familia que sufrió una caída en el nosocomio y mostró una herida en la cabeza, por lo que María afirma que ese golpe afectó el cerebro de su esposo y su capacidad de movilizarse. Ahora él ya no puede valerse por sí mismo ni trabajar para mantener a su familia, que dependía plenamente de su salario.

“Siempre nos hemos mantenido unidos para todo, viajes, paseos. Ahora ya no salimos, estamos pendientes de mi esposo y sé que el se siente mal, pero no es su culpa”, expresó.

El seguro se comprometió a dar el tratamiento, pero la familia exige que lo envíen a un hospital del exterior.

Patricia Leaño

Medicamentos le empeoraron su corazón

Un mal diagnóstico médico y el tratamiento con excesivas dosis de corticoides dejaron a Patricia Leaño con un delicado estado de salud. Falleció tras nueve años de peregrinación y consultas a 18 médicos, relató su padre Hugo Leaño.

“Tenía 20 años cuando  fue a la consulta por un problema en la piel, ese fue el inicio del calvario de ella y la familia. Sufrió y sufrimos cada día a su lado; después de nueve años perdió la batalla y murió sin cumplir su meta”, dijo.

A su 20 años, Patricia era estudiante de la Facultad de Humanidades en la Universidad Mayor de San Andrés. Según su progenitor, era una muchacha solidaria con los demás, estudiosa y muy alegre.

Sin embargo, esa alegría se fue apagando con los años. Sin tener un diagnóstico certero, le dosificaron un tratamiento de corticoides para tres meses. Después de darle la última dosis se dieron cuenta de que ella sufría del corazón. En adelante, padeció dolencias cardiacas.

“A sus 29 años falleció mi hija, su meta fue truncada por nueve años; ella tenía fe en que se recuperaría, pero los médicos que la trataban no le ayudaron, prefirieron ir de vacaciones y dejarla agonizar”.