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Familias ‘guían’ con velas el alma de los fallecidos en las carreteras

En la víspera de Todos Santos, la familia Cáceres Huanca se traslada, desde hace dos años, a la carretera La Paz-Yungas para guiar el alma de sus seres queridos, fallecidos en esa vía por un accidente. Varias personas acuden a las cruces por esa razón.

“Las velas iluminan el camino que deben tomar mis sobrinos para llegar a la casa. Ellos murieron hace tres años al ir a Caranavi, en el sector Ch’alla. Por consejo de un amauta, el año pasado vino toda la familia para guiar a las almas y debemos hacerlo durante tres años consecutivos”, expresó Palmira Huanca, tía de Juan y Alfredo, dos fallecidos en 2012

La Razón realizó el jueves un recorrido por la carretera La Paz-Yungas, conocida como una de las rutas más peligrosas, y observó más de una veintena de cruces en el trayecto entre la Cumbre y La Rinconada.

Nueve de estas cruces detallan una sola fecha: 24 de abril de 2008. Este medio publicó el 25 abril de ese año sobre un accidente en el tramo, que dejó como saldo nueve muertos. En las cruces se confirma que se trata de esas personas.

Algunas familias acostumbran a colocar una cruz en el lugar donde falleció su ser querido para evitar que el alma quede en pena, según creencias de la cultura andina.

Costumbre. Casi todas las cruces del trayecto estaban recién arregladas y con flores frescas. Mario Gutiérrez, quien perdió a su hermano hace cinco años en la misma vía, mencionó que su familia acude al lugar del accidente un día previo a Todos Santos.

“Lo esperamos con un pequeño altar con velas en la Cumbre, luego lo llevamos a la casa y al día siguiente lo despedimos en el cementerio. Más bien nosotros pudimos recuperar su cuerpo porque hay otras familias que solo hacen la mesa en el lugar del accidente porque sus restos no aparecen”, manifestó Gutiérrez.   

El investigador de la cosmovisión y filosofía andina, Guiniol Quilla, indicó que los nichos y cruces que se ven en el camino son para “retener al ajayu ante una muerte imprevista”.

Explicó que cuando una persona pierde la vida por un accidente, su alma no descansa y deambula; para evitar ello, se construye el nicho que lo atrapa e impide que asuste a los que transitan por la vía.

El jefe de Antropología del Viceministerio de Descolonización, Cancio Mamani, sostuvo que las familias también acuden a las cruces para despachar a las almas.

“Al día siguiente de recibir las almas en la casa, los familiares van al lugar donde murió el ser querido y arman una mesa. Cuando se acerca la hora de despedir al ajayu, las personas de mayor edad rememoran cómo fue el accidente y le piden que cuide de los que están vivos”, explicó.

Para el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, el hecho de recibir o despachar a las almas en el lugar donde murieron es una costumbre particular y no una tradición propia de Todos Santos. “La creencia en general es que las almas de nuestros muertos llegan a las casas, pero cada familia la recuerda a su modo”.

En el área rural reciben  a los ajayus por tres días

Una mezcla de llanto, rezos, risas y fiesta se combina durante Todos Santos en el área rural,  donde la celebración dura tres días

El viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, informó que, al igual que en el resto del país, el 1 y 2 de noviembre las familias en el campo reciben y despiden a sus seres queridos con la diferencia de que en el tercer día se realizan fiestas y sátira.

“Por ejemplo, en mi pueblo, Eucaliptus (Oruro), al tercer día se lleva a cabo una fiesta en la plaza de la localidad. Empieza al terminar la mañana, cuando se presenta un grupo de jóvenes que, vestidos con las mank’anchas de sus mamás, simulan ser curas”, dijo.

La autoridad explicó que los jóvenes ingresan a la plaza bailando y después de dar vueltas se colocan cerca de la iglesia, que está cerrada, para iniciar una falsa ceremonia.

“Cerca de la iglesia los falsos curas comienzan la actividad con un sermón, que es más una sátira; luego proceden a bautizar a las t’antawawas y realizan una ceremonia jocosa para casar a jóvenes parejas. Después empieza la fiesta, hasta la noche”, explicó Cárdenas.

La tradición es propia de la región del altiplano, aunque en los valles y el oriente también se celebra el día de los difuntos.

Los chipayas despiden a las almas con baile

“El 1 de noviembre, muy temprano, vamos al cementerio, hasta la tumba donde fue enterrado nuestro familiar; luego volvemos a la casa junto con el alma y recién empezamos a armar la mesa. Durante todo el día y la noche se reza”, relató Fausto Condori, profesor y presidente de la Red Binacional Perú-Bolivia, sobre las costumbres del pueblo chipaya.

La costumbre de Todos Santos en Chipaya es pasar todo el día y la noche con el alma, hasta la despedida. “Comemos, bebemos junto al alma, pues es como si estuviera con nosotros y eso alegra a las familias, y es como si nunca hubiese fallecido”, prosiguió.

La mesa en la casa, según el profesor, es armada con t’antawawas de quinua, pito, muc’u y cañahua, productos de la región.

El 2 de noviembre todas las familias se dirigen al cementerio para despedir al alma. Se arma la mesa y se hace rezar hasta el mediodía, después se lleva a cabo el ritual de despedida con la promesa de un reencuentro. El retorno al pueblo desde el camposanto es bailando al compás de tarqueadas.

“Volvemos bailando, las mujeres están vestidas todas de negro y los hombres solamente llevan un sombrero negro y una llakota (especie de manta negra) que cubre la espalda, ésas son nuestras costumbres chipayas en Todos Santos”, resaltó Condori.

Las flores son para dar la bienvenida a las almas

Como para una mesa de Todos Santos, las cruces de las carreteras son adornadas con flores, que dan la bienvenida a las almas; sin embargo, el color varía de acuerdo con la edad. Para niños y adolescentes predomina el blanco, que significa pureza; para las personas adultas se colocan colores oscuros junto a coronas de plástico.

Las velas iluminan el camino de los difuntos

Días antes o el mismo 1 de noviembre, pero siempre por la mañana, se prenden las velas de diferentes tamaños para iluminar el camino que deben seguir las almas. Esta práctica se realiza antes del mediodía; posterior a ello, los familiares deben recibir a su ser querido con la mesa de alimentos, frutas y t’antawawas.

Antes llevaban el cadáver hasta la plaza o a su casa

Según los amautas, bajo las costumbres ancestrales de Todos Santos en el área del altiplano, se sacaban a los difuntos de los ataúdes para festejarlos en las plazas. En ocasiones se trasladaba el cadáver hasta las casas, donde se lo vestía con tejidos nuevos y abundante comida. Para la despedida se realizaba una fiesta grande.

En periferias arman mesas en los antiguos cementerios

En los antiguos terrenos donde se enterraban personas y hoy se levantan edificaciones, canchas o plazas, casi todos ubicados en la periferia de las ciudades de La Paz y El Alto, se colocan mesas para rezar a las almas. Es el caso del un sector de Pura Pura (cerca de la cancha del Kilómetro 7), en Munaypata, y en la cancha de La Portada.