Durante la despedida a las almas en Cotapachi, comunidad del municipio de Quillacollo, un familiar representa al espíritu de algún difunto y al momento de dejar la tierra, después de su visita por Todos Santos, es chicoteado para que vaya por el camino correcto y ascienda hasta el cielo.

“La gente converge en torno a la mesa y hay una representación tradicional. Los familiares y comunarios tocan música con saxofones, concertinas, acordeones y charangos para las almas”, explicó Charles Becerra, alcalde de Quillacollo, Cochabamba. Y cuando el alma no quiere tomar el camino correcto, son necesarios un par de azotes propinados con chicote. “Para que el alma se despedida de la familia y del terruño, se le da chicotazos. Nos sentimos orgullos de conservar esta tradición tan cochabambina”, agregó.

Un aspecto curioso es que el alma interactúa con los seres queridos y deja mensajes para el bien de la familia y la comunidad. “El alma busca guiar el paso de sus familiares por la tierra. Queremos que Cotapachi sea un atractivo turístico porque mantenemos las tradiciones”, indicó la autoridad.

Los comunarios también recalcaron que esta tradición se remonta a sus ancestros, desde la Colonia. “No podemos olvidar las tradiciones de los viejos, los antiguos, para incentivar la cultura de este lugar”, manifestó Lucio Omonte, dirigente del Sindicato Agrario de Cotapachi.  

Así, el alma espera a que sus seres queridos se distraigan para poder irse hacia el más allá.

En Cochabamba reservan espacio 2 meses antes

Con hasta dos meses de anticipación, familiares de los fallecidos reservaron un espacio en las afueras del Cementerio General de Cochabamba para armar un altar y despedir a las almas, pues el ingreso al camposanto en esta fecha está prohibido por la gran cantidad de personas movilizadas.

Las mesas fueron preparadas en la calle Sajama, ubicada detrás de la necrópolis, donde miles de personas se congregaron desde las 06.00 de ayer. “Como es el primer año que falleció mi hermano Alan Ugarte, vinimos en septiembre a reservar y constantemente vigilamos que nadie remarque el lugar”, contó Pamela. Armaron una mesa grande, panes, dulces, fruta y comida fueron ofrecidos a cambio de rezos, la tarea empezó cerca de las 07.30. “Hemos preparado pollo al horno para despedirlo, le gustaba comer este plato en su cumpleaños y eso prepararon en casa mientras nosotros venimos a armar la mesa”, agregó.

Así, otras familias se concentran alrededor del camposanto. “Venimos cada año, la costumbre es despedir al alma en el cementerio, no nos dejan meter las masitas, por ello reservamos lugar en la calle; este año armamos la mesa para mi abuelita Margarita Galarza, que falleció hace seis meses”, contó Giovanna.

La familia Sánchez llegó desde Tiquipaya, amanecieron en la vía. “Hacemos rezar para que mi papá Felix Sánchez reciba las oraciones y esté en paz con Dios, a cambio damos panes que elaboramos en casa y dulces”, afirmó Litzi Sánchez, que se marchó a las 17.00.

En Sucre, se sigue el ritual del ‘k’anchaku’

Con oraciones, flores y masitas, los creyentes en Sucre despidieron a las almas. Como ya es tradicional, familiares y amigos se reunieron en los k’anchakus (velorios con altares artísticos), desarrollados en los hogares de las personas que fallecieron el último año.

Según doña Francisca, al levantar la mesa armada el día anterior se entrega a los asistentes masitas y t’antawawas, y se comparte con ellos el tradicional mondongo junto a bebidas como chicha, coctel o cerveza. Cada visitante, antes de irse, debe elevar una oración por el alma que visitó.

El cementerio recibió a miles de personas que llevaron flores y oraron. Este año, las tumbas más visitadas fueron del artista Huáscar Aparicio y de los universitarios caídos en el choque de la Calancha.