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Amigos del padre Jorge hablan de sus raíces

Antes de llegar al Vaticano y convertirse en el papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio dejó profundas huellas de su obra pastoral por todos los lugares donde transitó.

Su labor se hizo más notoria en los barrios marginales y las zonas empobrecidas de Argentina.

En la ciudad de Buenos Aires, La Razón entrevistó a las personas más cercanas al Santo Padre, antes y después de ser el representante de Dios en la Tierra; recorrió sus lugares favoritos para desayunar, cortarse el pelo o leer las noticias; y visitó los barrios y las iglesias donde desarrolló la mayor parte de su labor religiosa.

Todas las personas consultadas por este medio lo recuerdan con cariño y mucha emoción.  Es descrito como una persona sencilla, humilde y que cada vez su austeridad se notaba en la punta y suela gastadas de sus zapatos al igual que en su  traje con brillo de tanto plancharlo. Los que lo conocen lo definen como un pastor y no un cura de escritorio.

El bar notable La Puerto Rico, funciona desde 1887,  se encuentra en la calle Alsina, cerca de la iglesia San Francisco y a cinco cuadras de las oficinas del obispado argentino. Es una de las cafeterías tradicionales de Buenos Aires, y el lugar elegido por el entonces obispo, Jorge Mario Bergoglio, para ir a desayunar una taza de café con leche acompañada de media lunas de grasa.

Esther Vásquez, es la dueña de este bar declarado de interés cultural por la legislatura porteña, por ser una de las tres casas más antiguas de Buenos Aires.

Ni bien se le pregunta sobre uno de sus clientes más famosos,  responde que no lo conocía, porque su horario de trabajo es en la tarde y el papa Francisco iba por la mañana. “No lo vi, pero me inspira mucha fe. Desde que puse su foto en nuestra vidriera (hay un  retrato el Papa estrechando la mano de su amiga Alicia Barrios), para mí  hubo un cambio, algo especial tiene”, dice Esther, mientras  acota que su negocio tuvo otros  clientes famosos como el gran compositor Enrique Cadícamo, autor de famosos tangos como Nostalgias, Los Mareados, etc.

De hecho, a la entrada ni bien se cruza la puerta está la estatua a Cadícamo, sentado en su mesa como si estuviera escribiendo uno de sus tantos tangos que lo convirtieron en leyenda porteña.

Andrés Delgado es el mozo de La Puerto Rico, tiene unos 40 años y es de la provincia de Corrientes, es padre de Guadalupe, Itatí y Lourdes, se define como un hombre católico. Consultado por La Razón, retrata a su cliente con emoción y lágrimas en los ojos.

Lo primero que destaca es la humildad del hombre jesuita que es Papa. “No le gustaba que le dijeran, padre ni cardenal. Nos decía: solo díganme Jorge. Venía a las diez y media de la mañana, para desayunar; pedía café con leche y media lunas de grasa, eran sus favoritas y nos decía que venía solo por las media lunas que elaborábamos. Solía venir con el cura de la iglesia San Francisco, otras veces con la periodista Alicia Barrios y a veces aparecía con Josefina, era una anciana que vivía en la iglesia y colaboraba en todas las tareas, tenía 90 años.

“Lamentablemente falleció un año antes, no lo vio como Papa”, cuenta el correntino, destacando que Su Santidad siempre fue humilde y generoso a la hora de las propinas. Y añade, que cuando alguna vez entablaron conversaciones, siempre fue en torno a los barrios villeros de Flores.

Él siempre estuvo preocupado por los pobres, relata con voz  entrecortada el mozo, que se siente bendecido por haber conocido al primer Papa argentino.

Otra de las rutinas particulares de Bergoglio era su aseo personal. Juan José Ciacero, es dueño de la peluquería y barbería “Romano” ubicada sobre la avenida de Mayo en el pasaje Roverano. En ese lugar el cardenal Bergoglio iba a cortarse el pelo una vez al mes.

La periodista de La Razón visitó este salón y el propietario dijo que estaba cansado de dar notas y que no es su intención hacerse conocido por su célebre cliente.

Aclaró que Su Santidad se cortaba el pelo con su peluquero de confianza, Alberto, y que tiempo después éste se independizó y abrió su propio negocio.

Sin embargo, siguió yendo a la peluquería para atenderse con la podóloga del lugar. Tal vez lo hizo para no despertar rivalidades entre la antigua y nueva peluquería,  dice Ciacero.

Cuando se le pide que describa  al cardenal Bergoglio, que después llegaría a ser  el Papa, responde que se trataba de una persona cálida, sencilla y humilde.

La personalidad conciliadora y la pasión del Pontífice por el club San Lorenzo , también se reflejan en las anécdotas que cuentan los kiosqueros de periódicos y revistas. El puesto de Daniel R,  se encuentra en una de las esquinas de Plaza de Mayo, sobre Hipólito Irigoyen; y el otro puesto es de Nicolás T. que está en la otra esquina  de la calle Bolívar. 

Entre ambos hay una cuadra de distancia.  El que fuera Cardenal de Buenos Aires le compraba el periódico La Nación, de lunes a viernes a Daniel y los fines de semana se los compraba a Nicolás, de esa manera no generaba favoritismo para ninguno.

Al igual que el dueño de la peluquería Romano, estos kiosqueros, tampoco quieren hablar mucho sobre su relación con el ex Obispo de Buenos Aires, prefieren mantener un perfil bajo y de poca exposición mediática. Sin embargo, se les ilumina la mirada cuando se refieren al Papa.

Daniel es el que recibió la llamada del Vaticano, era el mismo Papa que le dijo:  “Hola, Daniel, habla el cardenal Jorge”.  Al principio pensó que era una burla, no creyó que fuera verdad y pensó  que se trataba de una broma que le hacía su amigo Mariano, que sabía que Jorge Mario Bergoglio compraba en su kiosko el periódico de todos los días.

Y Daniel respondió: “Dale, Mariano, no seas boludo”… Pero del otro lado, le respondieron: “En serio, soy Jorge Bergoglio, te estoy llamando desde Roma”.

En ese momento, el kiosquero se puso a lagrimear de emoción.  La llamada telefónica era para avisarle que ya no retornaría a Buenos Aires, y que no le mande más el periódico. El Santo Padre le aseguró que le enviaría el dinero adeudado del mes.

FÚTBOL. Nicolás T. es el dueño de otro  kiosco de la calle Bolívar, no quiere que se le saque fotos y habla con la enviada de este periódico, mientras atiende a su clientela. Sus recuerdos pasan por sus breves charlas futboleras sobre el club San Lorenzo. En este kiosco, hay en exhibición una camiseta de fútbol de San Lorenzo.

Un transeúnte, al pasar pregunta por el precio de la camiseta y Nicolás, responde: “No pibe, no está a la venta, es la camiseta con la que salimos campeones” dice orgulloso este hincha de San Lorenzo al que los domingos, el ahora Supremo Pastor le compraba el periódico e intercambian sus opiniones sobre cómo le iba a su amado San Lorenzo.

Coincide con el resto de las personas que lo conocieron, y subraya la personalidad humilde y cálida que tiene Francisco.

Otra faceta de Bergoglio, antes de ser Papa, fue su labor en los barrios marginales. El barrio general San Martín, más conocido como Barrio de Charrúa, se encuentra en la zona de Soldati, frente a  la cancha del club San Lorenzo. Esta zona es una de las pocas que resistió a la dictadura argentina para no ser demolida en ese entonces y fue la primera en tener su título de propiedad.

Las familias que viven en este barrio son en su mayoría de Bolivia, aunque ahora ya se habla de una generación de “bolivianos” que nacieron en Charrúa. En este lugar desde hace 42 años se realiza la fiesta en honor de la Virgen de Copacabana.

La Razón habló con uno de los referentes de este barrio, Orlando Angulo Mérida, quien es catequista de la capilla de la Virgen de Copacabana. Este compatriota nació en Potosí, tiene 54 años y llegó a Argentina cuando apenas tenía meses de vida.

Trabaja de técnico radiólogo en un centro médico junto a su esposa odontóloga, en sus tiempos libres solía hacer un programa radial dedicado a la colectividad. Nos recibió en su  consultorio, hizo un alto a su rutina habitual, para hablarnos del papa Francisco, a quien no le gusta que le digan “Vicario de Cristo”.

“Al padre Jorge lo conocimos a fines de la década de los ochenta.  Y a principios de los noventa,  se hizo cargo del Obispado de Flores y nuestra iglesia estaba bajo su dependencia. Él no cambió nada, siguió siendo la misma persona cálida y muy humilde.

Dentro la jerarquía eclesiástica hay ciertos parámetros que se fijan para dar a entender que están en un nivel alto”, dice Orlando, comenzando su relato y remarca, que ése no era el caso del padre Jorge, ni de los otros curas que andaban con él. No eran gente de perderse en la teoría teológica sino que eran de estar con la gente, son pastores, cuenta Orlando, mientras se apresta a ver si tenía más personas por atender en su consultorio.

Recuerda que a partir de la llegada del padre Jorge (así están acostumbrados a nombrarlo)  surgió con él, un estilo distinto de llevar el sacerdocio.  “Es ameno para hablar, en ese entonces me di cuenta que era una persona especial. Te preguntaba ¿Cómo estas? ¿Cómo está el barrio? Él es observador pero su tono de voz al hablar era como si te conociera de toda la vida”.

El papa Francisco, fue  testigo del proceso de construcción final de la capilla de la Virgen de Copacabana, que se hizo con un 50% de donación de la iglesia y el otro 50% fue aportado por el barrio con su mano de obra.

“Tenía un encanto por la Virgencita, era devoto de la mamita de Copacabana. Desde su posición en el Obispado nos ayudó mucho para que la capilla se construyera.

En cada visita, veía que la comunidad del barrio era muy unida durante todo el año”, asegura el técnico radiólogo,  que cada año en la fiesta en honor a la patrona de Bolivia, es uno de los maestros de ceremonia.

La fiesta de Charrúa tiene un antes y un después, todo mejoró a partir de la llegada del padre Gustavo Carrará y junto al Obispo Bergoglio, intercedieron ante el gobierno de la ciudad,  para devolverle la religiosidad a la fiesta de la “virgen morena”.

En 2012 se cumplió 40 años de la llegada de la virgen y fue el mismo Cardenal  ahora papa Francisco, quien ofició la misa en 2012, dice Orlando emocionado al evocar esos recuerdos.

La Razón le preguntó al catequista de la iglesia de la Virgen de Copacabana en Buenos Aires, si alguna vez supuso que el “padre Jorge”, podría ser elegido Papa.

“Nos contaron que en las elecciones anteriores —cuando se eligió a Benedicto XVI— él salió segundo y que había rechazado ser Papa, porque según él, no estaba preparado. Ni nos atrevimos a preguntarle; en ese sentido era muy reservado y todos respetábamos eso. Siempre nos recalcaba que su trabajo está con la gente”, asegura el boliviano.

Según Angulo, Bergoglio es un caminante que acompaña a la gente, no le interesaban los temas materiales sino el corazón de las personas. “Yo conocí mucho sacerdote de escritorio con una visión muy cortada de la realidad. Por eso, sé que el padre Jorge, es especial”, dice Orlando.

Su madre Lastenia Mérida viajó a La Paz, a traer con autorización eclesial, una imagen de la Virgen de Copacabana, para entronizarla un 12 de octubre de 1973 —en plena etapa de la dictadura argentina—  en el populoso asentamiento de Villa Piolín, hoy Barrio Gral. San Martín o Charrúa.