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‘Padre Julio’, el agua que dio vida

Nacido en el seno de una familia numerosa, de padre chapista-hojalatero, siendo niño, Julio Terrazas Sandoval vio a un grupo de misioneros redentoristas en su natal Vallegrande, Santa Cruz. El recuerdo de los sacerdotes visitando pueblos para enseñar la “palabra de Dios” quedó grabado en su memoria hasta sus 14 años, año en el que decidió seguir el camino del sacerdocio.

Desde la década de los 50 hasta el día de su muerte, el “padre Julio”, como muchos le decían, fue el agua que dio vida a la esperanza, amor, fe, justicia y caridad, y lo confirma el lema del escudo diseñado, luego de ser nombrado Cardenal, “Servidor de Todos”.

En Vallegrande, distante 274 kilómetros al suroeste de la capital de Santa Cruz, la población en general siente un respeto especial y agradecimiento por la figura del “padre Julio”. Basta abrir un grifo para ver correr el agua dentro las viviendas. El hombre que vistió una túnica y habló de Dios fue el artífice para esa obra pública.

El alcalde de Vallegrande, Casto Romero, es uno de los testigos de la labor social que realizó el Cardenal. La fe de la gente y las obras son el legado permanente en su tierra natal.

La autoridad recordó que en la década del 70, cuando él era presidente del Comité Cívico de Vallegrande, el “padre Julio” embanderó y dirigió la lucha por el agua, debido al liderazgo demostrado en años previos al conflicto.  Con algo más de 30 años recibió el apoyo de sus paisanos y bloqueó la única ruta que conectaba a Santa Cruz con La Paz, hoy conocida como el “camino antiguo”.

La pelea por el agua fue la primera prueba de fuego para el sacerdote. Consiguió que sus paisanos accedan al líquido; de ahí en adelante libró otras batallas por los derechos de los desprotegidos, especialmente de los mineros, campesinos y fabriles.

Romero, que compartió de cerca su primera batalla, recuerda al religioso como un hombre íntegro y pulcro, capaz de dar todo a favor de los más necesitados. “Por luchar por la gente fue perseguido por las autoridades de turno, pueden creer que en plena época de la dictadura se animó a bloquear y desafiar a un Gobierno de facto”.

Mineros. El bloqueo por el agua, a finales de los 60, fue la primera pulseta que libró con un gobierno dictador (René Barrientos, 1966-1969), de ahí en adelante tuvo otros encuentros, especialmente luego de ser nombrado Obispo de Oruro, por el papa Juan Pablo II, en  1982.

En esos años, Oruro y Potosí eran las zonas mineras más importantes de Bolivia, pero en esa década la mayor parte de los obreros del subsuelo se debatía entre la incertidumbre y desesperanza, por la baja en el precio del estaño en el mercado internacional, el cierre de la Corporación Minera de Bolivia y aplicación de la Ley 21060 que determinó la relocalización de los mineros.

El éxodo de mineros y sus familias, la violación de sus derechos humanos hizo que Terrazas comenzara una nueva batalla: apoyó en la logística para plasmar la Marcha por la Vida.

Defensa. Su labor no solo se centró en el activismo por los derechos humanos, ejerció la presidencia de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) durante más de 20 años. Bajo ese cargo, Julio Terrazas animó y organizó la histórica visita del papa Juan Pablo II a Bolivia, en mayo de 1988. En los seis días de estadía, el Santo Padre visitó siete ciudades y tuvo encuentros con mineros, campesinos, profesionales, fabriles, sectores que Terrazas apoyaba.

Fue promovido como Arzobispo de la Sede Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra el 6 de febrero de 1991 y de inmediato inició una visita pastoral a toda la jurisdicción eclesial. Ante la escasez de vocaciones sacerdotales, impulsó y construyó el Seminario Mayor San Lorenzo en la capital oriental, como un espacio privilegiado de formación integral de seminaristas de Santa Cruz y de todo el oriente boliviano.

Por sus años de misión pastoral, marcados por el servicio a pobres y desamparados, y la denuncia de la injusticia en la sociedad boliviana, el papa Juan Pablo II lo nombró cardenal presbítero el 21 de febrero de 2001.

Recibió la birreta roja y el título de San Juan Bautista de Rossi, y fue el primer cardenal nacido en Bolivia. Antes, el Arzobispo de Sucre, alemán naturalizado boliviano, José Clemente Maurer, recibió esa designación.  En la Curia Romana fue  miembro del Pontificio Consejo para los Laicos y de la Pontificia Comisión para América Latina. El 19 de abril de 2005 participó en el cónclave que eligió como Papa a Benedicto XVI.

El 13 de marzo de 2013 asistió por segunda vez a un cónclave en el que se eligió al pontífice Francisco, quien fue su amigo desde la adolescencia. Ese mismo año, el purpurado presentó su renuncia como Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra. Hasta el último minuto de su existencia, el “padre Julio” fue el agua que dio vida.

Sacerdote del pueblo y defensor de los DDHH

Juan Mejía

Mineros, fabriles y campesinos tuvieron un defensor en tiempos de la dictadura en la figura del entonces obispo de Oruro, Julio Terrazas, llamado por ellos el “sacerdote del pueblo”. En tiempos de la dictadura militar —Hugo Banzer (1971-1978) y Luis García Meza (1981)—, el Obispo de Oruro se involucró acompañando a las luchas sociales de la época.

“Fue un hombre de permanente cuestionamiento a la política y gobiernos de esa época. Sintió en carne propia la violencia, represión y enfrentamiento de policías y militares contra la clase obrera-campesina”, dijo el exmiembro de Derechos Humanos de Oruro Gabriel Layme.

Su reflexión, desde las sagradas escrituras hasta la denuncia por atropellos que vivían los mineros, se centró en el acompañamiento que hizo a los piquetes de huelga de hambre hasta llegar a la Marcha por la Vida (1986), recordó Julián Arias, miembro del Centro de Ecología y Pueblos Andinos.

“Monseñor Terrazas dio todo su apoyo a la Marcha por la Vida, formó brigadas de salud, alimentación, derechos humanos, para intermediar en favor de los mineros detenidos en Challapata, Caracollo e inclusive por la periodista Lupe Cajías, detenida al ingresar a Patacamaya”, rememoró el periodista de radio Pio XII, Avenor Alfaro,  En los años que estuvo en Oruro, la Iglesia Católica se involucró más con la defensa de los desposeídos, estaba con fabriles, mineros, organismos sociales. “Fueron momentos difíciles, pero ahí estaba él apoyando a la gente de a pie”, sostuvo.