Montados sobre sus bicicletas, los Sarabia dejan su huella por donde pasan. Rodar en familia primero surgió como una necesidad para transportarse y de a poco nació el talento que derivó en más de 100 trofeos obtenidos en competencia, el más reciente logrado por la más pequeña de la familia, Abigail, de 16 años, oro en la prueba de contrarreloj de ruta del Panamericano Juvenil de Ciclismo el 11 de agosto.
“Empecé a entrenar a mis 13 años, pero recuerdo que desde pequeña mi papá me llevaba sobre su bicicleta. El ciclismo es una pasión familiar”, dice la campeona panamericana que superó a las favoritas colombianas Erika Botero y Yésica Hurtado.
Ese resultado no fue casualidad, aunque la propia Abigail se sorprendió en la meta por su tiempo menor al de todas sus contrincantes.
“Entrenamos con mi papá dos meses antes en el Circuito Bolivia (cerca de la laguna Alalay, donde se llevó a cabo la prueba), él me corregía la forma de encarar la carrera, en qué tramos debía aumentar la velocidad y en qué curvas obtener los impulsos”.
La historia ciclística de los Sarabia comenzó por una necesidad, ya que José, el padre, tenía que trasladarse a su trabajo en la fábrica Duralit desde su casa en Quillacollo, por lo que se compró una bicicleta Robinson para recorrer los 14 kilómetros en total de ida y vuelta.
Por curiosidad se inscribió a la competencia de ruta Vuelta a Quillacollo, que luego la ganó siete veces.
“Siempre me gustó el ciclismo, pero no de forma competitiva. Si bien conseguí buenos resultados, al final lo tuve que dejar para priorizar el bienestar de mi familia”, indica José.
Los torneos se cruzaban con sus horarios de trabajo y al final dejó las competencias, pero conservando una bicicleta para transportarse.
Al empezar el nuevo milenio, José se rehusaba a transmitir sus conocimientos a sus hijos José, Rebeca, Micaela y Sharon, aunque solo las mujeres tenían curiosidad por la disciplina, pues el varón se abocó al fútbol.
“El ciclismo es un mundo muy competitivo, lleno de sacrificios durante el entrenamiento, la financiación que recibes es poca. Estás solo y tienes que pagarte por todo, incluso cuando tienes buenos resultados”, lamenta José.
Rebeca fue atraída por los trofeos que su progenitor tenía en la sala, por lo que fue la primera en seguir sus pasos. Sin consultarle y sin entrenar, se inscribió a un torneo municipal en Quillacollo.
“Ella no me dijo nada, eran solo tres niñas en competencia ,por lo que clasificó a la final que fue dos semanas después de la ronda preliminar. Así que desempolvé mi Robinson, salí a correr con ella y me convertí en su entrenador”, rememora su padre.
Rebeca ganó varios campeonatos municipales y ostenta más de tres torneos Nacionales en ruta.
- Abigail sarabia muestra en su mano derecha las medallas que ganó en el Panamericano. Foto: Fernando Cartagena
Después se sumaron al equipo Micaela y Sharon para “rodar” junto con su padre todos los días desde las 06.00 hasta las 12.00.
“Rebeca empezó todo, a mí me atrajo dar una continuidad a los sueños de mi padre que tuvo que dejarlos por nosotros, y después se volvieron los míos”, comenta Micaela, que tiene trofeos de los torneos municipales, de los Juegos Plurinacionales en ciclismo y dos Nacionales en ruta y pista.
Sharon aprecia, como todas sus hermanas, el sacrificio que su progenitor hizo por ellas para conseguirles las bicicletas y entrenarlas.
“Mi papá se pidió una licencia de su trabajo para estar con nosotras en la preparación para los Panamericanos, mía y de Abigail”, cuenta Sharon.
El secreto de los Sarabia siempre fue conocer la ruta antes de cada competencia, por eso José acompaña a las cuatro muchachas cada vez que tienen que competir, ya sea en su auto o en su bicicleta, y de paso las protege.
“Los autos no tienen consideración con los ciclistas, uno de ellos me arrinconó y me caí cuando estaba en Sucre. La recuperación fue difícil, pero más fue estar alejada de mi bicicleta. No puedes proseguir sin levantarte”, dice Micaela.
Por eso y por otras circunstancias entrenar en familia tiene sus ventajas, cuenta Sharon, pero se saca más provecho en las competencias ya que la que tiene más resistencia de las cuatro —que generalmente es Rebeca— las lidera y para no desgastarse sola intercambian el liderato entre las cuatro, sobre todo cuando es una competencia de ruta.
Es así que la familia ha generado sobre los pedales un vínculo que fortalece sus lazos y les permite crecer como deportistas.