Un convento boliviano abre al público con los bríos del siglo XVIII
Los trabajos que comenzaron en 2014 contaron con la colaboración de Estados Unidos, mediante un fondo concursable que asignó hasta hoy alrededor de un millón de dólares para las labores de restauración arquitectónica y artística, que tocan a las piezas de escultura, pintura y retablos religiosos de ese espacio.
El convento de Santa Teresa de la ciudad de Cochabamba, particular por su «raro estilo arquitectónico», recobra los bríos del siglo XVIII para transformarse a la vez en un museo de arte sacro, luego de un proceso de restauración que duró casi cinco años.
En declaraciones a Efe, el arquitecto y director de los trabajos, Mario Moscoso, señaló que la obra que se inaugura hoy se efectuó «de manera oportuna», ya que de no haberlo hecho, «iba a colapsar en muy poco tiempo».
«Antes era realmente un convento de clausura, desde este momento va a comenzar a funcionar como un museo-convento de arte sacro, se ha cambiado la función», indicó Moscoso sobre el conjunto religioso que data de 1760.
Los trabajos que comenzaron en 2014 contaron con la colaboración de Estados Unidos, mediante un fondo concursable que asignó hasta hoy alrededor de un millón de dólares para las labores de restauración arquitectónica y artística, que tocan a las piezas de escultura, pintura y retablos religiosos de ese espacio.
También «la comunidad Carmelita y los feligreses» aportaron con 150.000 dólares adicionales para la conservación de este recinto patrimonial, detalló Moscoso.
Antes de lograr la financiación tuvieron que pasar casi treinta años en los que se hicieron campañas y solicitudes de apoyo institucional para la revitalización de los ambientes que corrieron el riesgo de perderse, recordó Moscoso.
Si bien muchos de los materiales de restauración que se utilizaron se encontraron en Bolivia, hubo otros que se han tenido que importar de España e Italia, como las láminas de pan de oro para la recuperación de los retablos.
La intervención de restauración tuvo tres fases: la de la iglesia central, la del convento y finalmente los trabajos en la primera iglesia además del muro de la fachada.
«Como era un convento de clausura muy estricto, de 1760 prácticamente no había sido tocado de forma muy drástica, de modo que es una joya que se mantiene por años tal como antes era. Cuando uno entra a estas edificaciones pareciera que el tiempo se hubiera detenido», explicó el arquitecto de 70 años.
Moscoso prefiere llamar al convento y sus dependencias un «centro religioso», ya que tiene la particularidad de haber albergado en su interior, a través de los siglos, «tres templos».
El primero que colapsó y «cuya portada sí se la ha restaurado», el segundo que corresponde a una iglesia con muros polilobulados, que a juicio de Moscoso iba ser única en Bolivia, pero que no se concluyó porque el arquitecto murió, y el actual que permanece sobre la estructura de la segunda.
Todo esto constituye al convento de Santa Teresa «en un raro ejemplo de arquitectura», subrayó.
Este arquitecto, que ha dedicado tres décadas de su vida profesional a la restauración de edificaciones religiosas, señaló que los sitios de mayor deterioro fueron los entrepisos, muros con mucha humedad acumulada y la cubierta, que se «ha tenido que cambiar integralmente porque la madera estaba totalmente podrida».
«Las tejas que nos faltaron hemos tratado de encontrar de todas las construcciones que la gente voltea día a día» en los pueblos cercanos como Tarata o Tiquipaya, ricos en piezas arquitectura antigua, agregó.
En la obra han colaborado al menos seis arquitectos y en la mano de obra se ha «utilizado personal boliviano», casi un centenar, que han buscado no solo restaurar lo físico, sino mantener vivo «todo el espíritu que no se puede ver», explicó.
Moscoso detalló que todavía falta una etapa por concluir, relacionada con la restauración de bienes como algunos lienzos y objetos antiguos. (17/04/2018)