Heridas que no sanan; violaciones en el hogar
La mejor forma de prevenir es la información y comunicación. “Pero es difícil tomar algún recaudo del entorno, ¿dónde uno se siente más seguro?, es en la familia, con los padres”, sostuvo Núñez.
De enero a fines de mayo, 271 menores de edad fueron víctimas de violación, dentro y fuera del hogar en Bolivia, según la Policía; en al menos 15 casos, madres o abuelas fueron cómplices o encubridoras, y al menos en tres, participaron de los vejámenes.
¿Qué pasa en la cabeza de estas mujeres? y ¿qué mecanismos de prevención deberían activarse en estos casos? Estas dos preguntas fueron planteadas a las psicólogas María Inés Villanueva y María Teresa Núñez, y al director nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV), coronel Erick Millares.
Una mujer se convierte en cómplice, coincidieron los expertos, por varios factores: miedo, dependencia emocional y económica del agresor, el ejercicio de la violencia y amenazas o una desviación por motivos que deben ser estudiados (madres que formaron “tríos” , por ejemplo).
Según Villanueva, las madres saben que el agresor es violento, lo que les genera miedo, creen que su pareja nunca haría algo así o temen las consecuencias sociales y familiares, el rechazo y repudio a ella y a toda su familia.
Otro aspecto es que la mujer considera a su hija como una rival. “Cree, que ella es la amante de su pareja, y hace de cuenta que no pasó nada, en el fondo es un conflicto emocional interno y perverso”, sostuvo Villanueva.
Núñez apuntó que hay mujeres que vienen de familias violentas, donde pudieron ser víctimas del mismo delito o de otro tipo de maltrato por sus hermanos, tíos, padres e incluso su misma progenitora. “Hay mujeres que salen a trabajar, piden al padre, a los hermanos mayores, a los primos o tíos de la víctima que ayude a cuidarlos y ocurre lo peor”.
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