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“Mary Tifoidea”, la mujer que pasó 26 años en cuarentena

¿Se imagina 26 años en cuarentena total, rodeado solo por cuatro paredes y sin recibir visitas? En estos tiempos del coronavirus, en los que el encierro es, por ahora, el mejor antídoto contra este mal que lleva más de 24.000 decesos en el mundo, vale la pena recordar la historia de esta irlandesa que, tal vez, sea la persona que pasó más tiempo aislada del mundo exterior en la historia.

Se llamaba Mary Mallon, nació en 1869 y su nombre se inscribió también en las páginas de la historia médica por ser el primer hallazgo de un portador asintomático de la fiebre tifoidea —que mata de 128.000 a 161.000 pacientes al año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, o sea de los individuos que llevan los virus o las bacterias de una afección, pero sin mostrar ningún síntoma.

Se le atribuye el contagio de la fiebre producida por la bacteria Salmonella typhi a 53 personas, de las cuales fallecieron tres, todas en Estados Unidos, país al que Mary emigró desde su natal Cookstown, cuando se sentían aún los azotes de la hambruna que sacudió a Inglaterra y que causó más de medio millón de sepelios en Irlanda y la migración de más de un millón de sus habitantes.

A sus 15 años, Mary eligió a Norteamérica como destino. Así, pobre e iletrada, primero fue contratada como sirvienta y, luego, tras aprender los secretos de la gastronomía se instaló en viviendas de gente acaudalada de Nueva York y Manhattan. Llamativamente, todos los miembros de las familias a su cargo cayeron en hospitales. Pero hasta entonces nadie dudaba de la irlandesa.

El agua y los alimentos fueron los sospechosos de lo sucedido, hasta que Mary llegó a trabajar a la mansión de un banquero en Long Island, en 1906. La alerta surgió cuando la hija del empresario fue internada en un hospital y, más tarde, los organismos de los demás habitantes de la residencia fueron cediendo ante la fiebre. Solamente quedó Mary en pie, quien abandonó su fuente laboral.

Mary, en su primera cuarentena, es la primera de la izquierda

El hallazgo del “inspector” Soper

Y surgió la pregunta: por qué una enfermedad a la que se le atribuía su radio de acción en zonas empobrecidas, con limitaciones de o sin servicios básicos, había brotado en una familia rica. El miedo de que lo sucedido ahuyentara a nuevos arrendatarios, derivó en que el dueño de la mansión recurra a un amigo para indagar lo que pasó: George Soper, del Departamento de Salubridad.

El epidemiólogo revisó hasta el último resquicio de la casa. No halló nada fuera de lo común. Solo que la cocinera fue la única que salió ilesa y, aparte, se había ido sin poner reparos. Tras leer su historial, Soper descubrió que las casas donde ella había trabajado, entre 1901 y 1906, tuvieron 22 casos de fiebre tifoidea, además de una menor fallecida. Y se fue tras los pasos de Mary.

Sus sospechas se confirmaron cuando en 1907, señala BBC Mundo, nuevos pacientes aparecieron en un domicilio de Park Avenue, en Manhattan. ¿Y quién trabajaba allí? Pues, Mary Mallon. Datos de El País y BBC Mundo coinciden en que la mujer se opuso a que le realicen los análisis: atacó con un tenedor a un médico, huyó de la Policía y hasta se ocultó en el armario de una vivienda.

“De mal carácter, obstinada y muy solitaria”, la describió Soper. Contra viento y marea, Mary negó los cargos en su contra. Hasta que acorralada, no le quedó más salida. Y tras revisar sus heces, hallaron la Salmonella typhi. La cocinera que no tenía ningún síntoma febril pese a su condición, estaba transmitiendo la bacteria a las personas con las que se rodeaba. Era un caso sui generis.

Según la OMS, esta enfermedad suele transmitirse por agua o por alimentos contaminados y cada año enferman entre 11 y 20 millones de personas en el planeta. Los síntomas son fiebre prolongada, cansancio, cefaleas, náuseas, dolor abdominal y estreñimiento o diarrea. Se trata con antibióticos, pero cada vez es más complicada tratarla por la crecente resistencia a estos fármacos. 

“Inocente”, hasta el final

“Soy inocente. No he cometido ningún crimen… Es injusto. Parece increíble que una mujer indefensa pueda ser tratada así en una comunidad cristiana. ¿Por qué me destierran como un leproso?”, fue su defensa, publica El País. Por ser un riesgo, fue aislada primero en el cuarto de un nosocomio y, posteriormente, se la trasladó a un centro médico en una isla, donde terminó en una cabaña.

Nadie la visitaba, solo le proveían alimentos para que los cocine. Ya entonces, la prensa la bautizó como “Mary Tifoidea” y su historia se convirtió en un “best seller” para los periódicos y los estudios de la medicina local. Permaneció así durante tres años, hasta que consiguió su libertad, empero, con una promesa: dejaría de trabajar de cocinera y no prepararía alimento alguno para los demás.

Parecía que Mary había sido contenida. Sin embargo, fue todo lo contrario. En 1915, un hospital-maternidad de Manhattan reportó un brote de tifoidea en 25 personas, dos de las cuales fallecieron. Soper entró nuevamente en escena y grande fue su sorpresa al hallar a una cocinera conocida: Mary Brown, quien en realidad era Mary Mallon. Escapó de nuevo, pero fue atrapada más tarde.

Tras quebrar su compromiso, confesó que había trabajado en otros lugares en esos cinco años. Y fue enviada nuevamente a la cabaña que se convirtió en su cárcel, allí estuvo confinada por otros 23 años, cocinando para ella. Murió sola, a los 69 años, en 1938, después de padecer un accidente cerebrovascular que le provocó una parálisis. Además, su cadáver no fue sometido a la autopsia.

Como ferviente católica, fue enterrada en la necrópolis de Saint Raymond, en el Bronx. Al final, no se supo dónde portaba Mary la Salmonella typhi. Según El País, es posible que estuviera alojada en su vesícula biliar. Tampoco se sabe cómo la transmitía, eso sí, hasta que acabaron sus días, se declaró inocente y, al parecer, nunca entendió la enfermedad que llevaba adentro.