Si hay algo cierto en relación al coronavirus, es que para el mundo como para Bolivia, ahora habrá un antes y un después de esta crisis, médica de principio, pero de consecuencias multidimensionales, destaca de principio la socióloga María Teresa Zegada.
Pero más especial aún será el antes y el después para Bolivia cuando nos hallamos en pleno proceso electoral, a poco más de 40 días de la elección. Como buena parte del país, el proceso electoral también está en una práctica cuarentena, llama la atención el politólogo Marcelo Silva.
El debate electoral en obligado suspenso, todo se concentra en el manejo de la crisis y su inevitable consecuencia política. La última encuesta de intención del voto fue elaborada los primeros días de marzo (del 5 al 11), apenas un día antes de su cierre, el martes 10, se anunciaba los dos primeros casos confirmados del coronavirus COVID-19 en el país. La pregunta es en qué medida la crisis cambiará el escenario político.
De principio, un apunte técnico-administrativo. La pasada semana, el 13, el presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Salvador Romero, dijo que las actividades del proceso electoral se cumplen a plenitud, “El TSE no entra en el terreno de la especulación, actúa de acuerdo a la norma que tiene; estamos cumpliendo el calendario sin ningún tipo de desfase”, había dicho ante la posibilidad que plantearon los periodistas de que la crisis postergue la elección.
CALENDARIO. El politólogo Silva, sin embargo, advierte sobre la cada vez mayor incompatibilidad entre el calendario electoral y las medidas de cuarentena que está tomando el gobierno de Jeanine Áñez.
“En lo inmediato es muy difícil cumplir con regularidad el calendario electoral. Por tanto, es muy probable que la elección tenga algún tipo de demora. [Las medidas de cuarentena] son incompatibles con la selección y capacitación de jurados, el desplazamiento del nuevo TREP, las campañas electorales, entre otras actividades. Esto a menos de 40 días de la elección”.
Si bien hoy hablar de postergar la elección puede ser aventurado (finalmente son más de 40 días en que puede pasar todo), la situación es, apunta el politólogo, que “el problema del coronavirus recién comienza, por los datos y los casos”; el 31 de marzo, primera fecha para evaluar el estado de situación de la crisis, “es muy difícil que se tome la determinación de revertir todas las medidas [de cuarentena] que se han tomado, más bien todas las tendencias nos indican que podrían radicalizarse”.
Si bien hay que valorar, dice Zegada, la prudencia con que han reaccionado los candidatos, todos hablan de “deponer los intereses políticos en aras del bien común, un problema que debe estar más allá de los intereses particulares que puedan tener en este momento”, el problema es de tal magnitud que el escenario ahora es de incertidumbre.
“Lo que tenemos ahora es una situación de incertidumbre respecto a la realización o no de la elección, y respecto a cuáles van a ser las posiciones de los distintos actores después de esta crisis”.
La incertidumbre se expresa, refuerza Silva, en que hoy es verdaderamente impredecible lo que va a suceder con el escenario político que se dará una vez superada la crisis.
“Habrá que esperar mucho cómo se resuelve la crisis del coronavirus para poder tener un mapa electoral ya posicionado y un ajedrez electoral con fichas a mover; el hecho contingente que tenemos ahora, muy superior, por ejemplo, al del incendio de la Chiquitanía, cambia las estrategias, los posicionamientos, las figuras en el ajedrez político; uno no quisiera que el tema se politice pero es inevitable que así sea”.
Una vez que la pandemia de coronavirus COVID-19 es lo que se conoce como “un evento de naturaleza totalizadora”, similar a un gran terremoto, apunta el sociólogo y vocero de Comunidad Ciudadana, Ricardo Paz, es indudable un efecto en todos los órdenes, más si estamos en pleno proceso electoral.
A la fecha, Paz aventura incluso el desconcierto general entre los políticos, que no se sabe cómo se reordenará el discurso: “Para empezar, nadie ahorita sabe muy bien lo que debe hacer; ha sido tan sorpresivo, tal la magnitud el evento, es como un terremoto, una inundación; hay que esperar que pase y una vez que pase [recién] ver cuáles son las consecuencias, qué es lo que ha quedado en pie, y qué no”.
DISCURSO. Coincide Zegada en que buena parte del discurso político electoral se modificará, pero, y he aquí lo peculiar, tendrá que hacerlo sobre la marcha, sobre cómo evolucione la crisis epidemiológica, de cuántos enfermos y hasta muertos haya.
“Habrá prioridades distintas a las que hemos tenido antes de esta crisis; seguramente se va a exigir a los políticos que generen una serie de respuestas a la población en relación a lo que vayamos a vivir en las próximas semanas; no van a poder aislar estas circunstancias de sus programas y propuestas que estaban empezando a difundir antes de esta crisis”, destaca la socióloga cochabambina.
Si bien es previsible que el debate electoral luego se reoriente en gran medida hacia las consecuencias sobre todo económicas de la pandemia, hay la coincidencia en que la clave para cómo se reconfigure el escenario electoral poscrisis será la forma en que se maneje y administre este ‘terremoto’. Si bien todos hablan de despolitizar el hecho, por ser un evento de afectación humana global, nada más político, en perspectiva, que su gestión.
“En este momento, la clave está en cómo resolvemos la crisis médica del coronavirus; si tenemos una epidemia controlada, el debate girará en otros sentidos, la eficiencia del Gobierno, las grandes determinaciones de Jeanine Áñez, y probablemente eso vuelque definitivamente la sensación del elector a que estamos en manos de un gobierno fuerte, efectivo, pero si eso no sucediese así, la gente empezará a cuestionar no solamente el anterior sistema de salud, sino la administración de la crisis actual, la cual ya no se le puede echar el muertito ni el bulto hacia atrás.
La provisión de alimentos, de combustible, el evitar la quiebra financiera de empresas; esto es un elemento de que tienen que darse las respuestas en la administración misma de la crisis. Si esta emergencia médica continúa, se hace larga, entonces las consecuencias económicas, sociales, políticas empezarán a aflorar y serán fuertes”, señala Silva.
“La manera en que este gobierno, no solo Áñez, sino también gobernadores y alcaldes, administren esta crisis va a afectar en el escenario político, porque todo aquello que sea visto como errores o desaciertos va a ser utilizado por los opositores, para capitalizarlo a su favor; un poco lo que sucede siempre en etapas preelectorales, las condiciones afectan”, remarca la socióloga Zegada.
USO POLÍTICO. Llegados a este punto, cabe preguntarse si hay o cómo es un ‘uso político’ de las crisis.
Para Paz, es “una mala pregunta, porque da la impresión de que no puede haber dicho uso político”, cuando todo es político, peor en época electoral: “el Gobierno que cada que sale y dice voy a dar 500 bolivianos y esto otro, está haciendo política, y los opositores igual, cuando están hablando del tema son candidatos, es una cosa inevitable”.
“Han caído todos” en ese uso político, enfatiza el politólogo Silva: “Jorge Quiroga ha estado bombardeando con posteos en sus redes, Luis Arce ha hecho lo de los cubanos, las medidas de la Presidenta tienen nomás una carguita electoral, el bono es nomás una medida electoral porque el tema se podría haber resuelto de otro lado y de otra forma”.
“Siempre hay una contaminación política de todos los discursos, iniciativas y críticas que se instalan en la opinión pública; hay una carga política fuerte.
No es casual que el MAS haya buscado iniciativas que traigan a colación el esquema del anterior gobierno, la presencia de médicos cubanos”, ratifica Zegada, pero destaca que sin duda “quienes están en el ojo de la tormenta” son las autoridades, el Gobierno, “no tanto los opositores”; mal que bien, relieva, la actual crisis bien puede ser un trampolín, bien un hueco en la calzada: “puede significar un éxito electoral muy poderoso en el futuro o también una derrota sin precedentes, dependiendo qué suceda, cuál sea el derrotero de la administración de esta crisis”.
Quien está en absoluto desacuerdo del uso político de la crisis es el directivo de Sol.Bo (parte de la alianza Juntos), Edwin Herrera: “No hay ningún uso político de parte del Gobierno o de la Presidenta respecto del coronavirus. Esa una obligación, el compromiso verdadero de la Presidenta con las familias. Ha sido muy enfática en separar su atención al frente de la lucha contra este mal de cualquier actividad de campaña”.
Para la diputada del Movimiento Al Socialismo (MAS), Sonia Brito, en cambio, cada vez hay más certeza de un aprovecharse político de la crisis por parte del Gobierno transitorio: “Sin duda, el coronavirus es un elemento muy preocupante y delicado, pero que se está queriendo aprovechar políticamente para suspender las elecciones; éstas son en mayo y no tendríamos por qué pensar en postergarlas si aún falta mucho tiempo”.
Este aprovecharse de la crisis, afirma, empalma con política económica que ha tomado el Gobierno de cambiar el modelo de desarrollo, un hecho que no le corresponde por su carácter transitorio: “Cuando vemos que se están tomando medidas estructurales, que no correspondería, porque este gobierno debería ser para tratar exclusivamente la elección.
Eso es lo que preocupa, el mal manejo económico del Gobierno se lo va a tratar de justificar con el coronavirus; porque se están tomando medidas arbitrarias de cambiar el modelo económico, cosa que en todo caso correspondería al nuevo gobierno, que tendría la legitimidad para hacerlo, pero no éste, que está aprovechando este momento y está haciendo cambios que no corresponden”.
Para Herrera, en contra, el problema mayor que ha revelado la crisis del coronavirus es la situación del sistema de salud. “Está claro que en cuatro meses de gestión la Presidenta ha hecho mucho en comparación con los 14 años anteriores. Es un sistema de salud, por decir, lo menos calamitoso que se ha recibido, con muy poca inversión es infraestructura, en equipos, con un desorden absoluto en los servicios, personal de salud”.
En lo relativo al Bono Familia, 500 bolivianos por niño en primaria en escuela fiscal, como un elemento político, Herrera rechaza la interpretación: “En el caso del bono es una necesidad imperiosa; para gente que no tiene qué entregar a sus hijos; se ha pensado para compensar eso, para gente que vende en los mercados, trabajo por cuenta propia. No hay ninguna intencionalidad de transformar el Bono Familia en un anzuelo político”.
“El bono, más parece parte de su campaña, porque es un bono dirigido a los niños, cuando en este momento las personas más vulnerables son los adultos mayores, y no hay políticas para los adultos mayores, como tampoco para las personas que no reciben salario, ninguna medida de protección. Las medidas, en contrario, deben ser mucho más radicales fundamentalmente en el tema de la atención”, cuestiona a su vez la diputada Brito.