Sociedad

Monday 15 Apr 2024 | Actualizado a 04:34 AM

La publicidad privada, el sostén de nuestro diario

La obsesión de ciertos políticos y periodistas intenta crear mitos contra este periódico, como un falso millonario financiamiento estatal. Aquí nuestras cifras.

Por La Razón

/ 21 de agosto de 2020 / 10:50

Nunca el Estado central fue un financiador, a través de la publicidad, de La Razón. Y en este caso se entiende por Estado central a las instituciones que dependen de él, al Gobierno, las entidades reguladoras o descentralizadas y a las empresas públicas. El mayor respaldo publicitario de este diario paceño proviene de la empresa privada.

Mucho se ha escrito sobre la materia contra este medio de información, desde la competencia desleal hasta la obsesión periodística externa. Que La Razón es financiada por el Gobierno, que La Razón no fue afectada por la “asfixia”, que La Razón se benefició y no así sus trabajadores.

El último dato que se especuló fue la “develación” del Ministerio de Comunicación en sentido de que en los últimos tres años (2017, 2018 y 2019) La Razón recibió Bs 12,5 millones por concepto de publicidad del Gobierno. Ya habíamos dicho que si ese dato es el que determina la salud financiera de esta casa periodística, es un mito y una falsedad.

En el mismo periodo que se señala, esos presuntos Bs 12,5 millones resultaron pequeños en relación a, por ejemplo, la partida de personal de esta empresa: Bs 32,4 millones en 2017, Bs 33,8 millones en 2018 y 34,5 millones en 2019. Es decir, solo en pago de salarios y aportes patronales la empresa erogó Bs 101 millones.

Y eso sin contar otras partidas: insumos, transporte, servicios, impuestos, deudas…

Sobre la publicidad, este ítem sufrió caídas en los últimos años: la rebaja de 2018 respecto a 2017 fue de 12% y de 2019 respecto a 2017 de 19%. En 2018 percibimos por publicidad Bs 48,2 millones en 2017, Bs 42,4 millones en 2018 y Bs 38,9 millones en 2019.

¿Financiada por el Estado central? En aras de la transparencia, aunque esto no interese a los detractores: como otros medios de la relevancia de este periódico nacional.

Sin embargo, no solo de publicidad del Estado vive esta empresa, aunque es bienvenida la pauta del Estado y el Gobierno, que en este periodo transitorio, a diferencia de años pasados, se ha volcado en el 96%, como se informó, a la televisión.

Haciendo números, en el periodo 2015-2020 fue la empresa privada la que sostuvo los ingresos publicitarios de esta casa periodística. La publicidad del Estado central osciló entre el 7% y 18%. A saber: 2015, 13%; 2016, 18%; 2017, 15%; 2018, 18%; 2019, 18%, y en lo que va de 2020, 7%.

La gran preferencia de la empresa privada por los buenos resultados que obtienen al publicitar en La Razón se traduce en que la mayor parte  de nuestros ingresos provenga de esta fuente.

Todos los clientes son importantes para nuestro medio, y los servicios facturados por publicidad estatal central se explican por el liderazgo y cobertura del diario La Razón demostrado por estudios independientes publicados con anterioridad.

Y en el desglose de información que ofrecemos, con la transparencia que nos manejamos siempre de forma interna y externa, en la publicidad privada resaltan los clasificados (nuestro apreciado Loro de Oro), que reportan los mayores ingresos: 31%. Le siguen banca y finanzas con 23%, telecomunicaciones con 8%, automotriz con 7%, industria con 5 y agencia de publicidad con 4%. Más atrás, con 2% cada uno, alimentos y bebidas, compañías de seguros, electrónicos y supermercados, y otros 8%.

Los números reflejan la gran preferencia con nuestro diario de parte de bancos, empresas de telecomunicaciones, automotrices, entidades educativas y otros.

Sin embargo, esa preferencia fue afectada en los últimos meses por sucesivas crisis que sufrió el país: el conflicto del año pasado, y la emergencia sanitaria actual. Si bien este diario fue el único en el país que circuló con normalidad en la crisis política del año pasado, su pauta publicitaria bajó y sus ventas se circunscribieron a La Paz y a El Alto, a veces a Cochabamba y Oruro.

La Razón acaba de pasar un duro momento de reestructuración interna; implica una oportunidad para reinventarse con el fin de mantener su liderazgo nacional y salvaguardar la fuentes laborales de sus trabajadores.

Sin embargo, se vienen duros momentos, y ese desafío estará marcado aún por la irrupción tecnológica que en los últimos años cambió los hábitos de consumo informativo, modificó los modelos de negocios, encareció los insumos y redujo los ingresos por venta de papel. Estamos ante esos retos, tenemos 30 años bien invertidos en nuestros lectores y en la historia del país.

Éste es un espacio institucional de La Razón en el que compartiremos con nuestro público un detallado repaso a las tres décadas recorridas por este diario, mostrando los grandes hitos,
los logros más importantes, los galardones, pero también los tropiezos y los momentos duros, como el que ahora nos ha tocado vivir. A partir de ahora, tanto en su versión impresa como en la digital, comenzamos a contar nuestra historia, pero con la mirada puesta en el porvenir. Acompáñennos.

(21/08/2020)

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Los medios en cuestión

Por La Razón

/ 14 de abril de 2024 / 00:20

El reciente estudio Delphi de la Fundación Friedrich Ebert (FES-Bolivia), realizado con líderes de todo el país, revela datos delicados respecto a los medios de comunicación y su desempeño. Además de una baja confianza, se percibe a los medios como promotores del conflicto y como actores políticos que informan en función a su agenda e intereses. La evaluación es crítica.

Hubo un tiempo en que los medios de comunicación y periodistas, en general, estaban en la cima de la confianza ciudadana. Junto con la Iglesia Católica, tenían muy alta legitimidad. Hoy es diferente: en la Delphi de la FES, solo el 7% tiene una confianza alta o muy alta en los medios. Para el 39% es regular. Y un mayoritario 54% confía poco o nada. Estos datos debieran preocuparnos. Si bien estamos mejor que otras entidades, la confianza es un bien preciado que los medios debemos recuperar y preservar.

En un contexto en que los medios digitales y las redes sociales tienden a desplazar a los medios de comunicación tradicionales como principal fuente de información, es necesario hacer un examen acerca de nuestro desempeño. ¿Cómo nos evalúan los líderes? Más de dos tercios, nada menos, sostienen que los medios informan en función a su propia agenda e intereses. Si sumamos el 13,5% que nos perciben como manipuladores, el saldo es muy negativo. Solo un marginal 7% cree que los medios informan con veracidad.

La baja confianza en los medios y la percepción de que informan más pensando en ellos mismos que en la sociedad, quizás se explican, entre otros factores, porque varios operadores mediáticos están polarizados y alientan la polarización. Lo vimos como tragedia en la crisis de 2019, cuando algunos medios y periodistas avalaron y hasta justificaron las masacres. Ello se reafirma en la Delphi: 86% de los líderes consultados sostienen que los medios promueven enfrentamientos y conflictos en el país.

Por si fuera poco, en estas percepciones reveladoras de la situación del campo mediático en Bolivia, casi nueve de cada 10 participantes en el estudio de la FES están de acuerdo con la afirmación de que los medios actúan como si fuesen actores políticos. Es tremendo. Para los liderazgos, la esencia de los medios se está perdiendo. En su balance, varios medios y periodistas están más cerca de la acción política que de la labor informativa. Eso, por supuesto, va en desmedro del periodismo.

Los estudios de percepción cualitativa y de opinión pública expresan tendencias generales en momentos determinados. Son útiles para la reflexión y el análisis. Y contribuyen a la autocrítica. Pero hay diferencias. Más allá de las percepciones aquí descritas, es meritorio el trabajo de medios que persisten en el empeño de cuidar y cultivar cada día los derechos a la comunicación e información. Como diario nos situamos en ese camino reafirmando nuestro compromiso con el libre ejercicio del oficio periodístico.

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Un impasse inédito

El camino hacia la resolución de este conflicto debe estar pavimentado con el respeto a las leyes internacionales

Por La Razón

/ 11 de abril de 2024 / 06:33

Aunque se afirma que no es la primera vez que ocurre en la historia reciente, lo sucedido en Quito la noche del viernes al sábado, cuando la Policía irrumpió en la Embajada de México ante Ecuador, representa mucho más que un escándalo diplomático y ha puesto al país andino en un impasse del cual será muy difícil salir, mucho más debido a la hasta ahora arrogante posición de su gobierno.

El conflicto diplomático entre México y Ecuador, cuyo antecedente inmediato fue la declaración de persona no grata a la embajadora mexicana, que luego dio paso al secuestro y encarcelamiento del exvicepresidente Jorge Glas, que acababa de recibir el estatus de refugiado político (pese a haber sido condenado por delitos comunes años atrás), ha escalado hasta alcanzar los estrados de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde México ha presentado una demanda buscando justicia y el respeto a las normas internacionales.

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La decisión de México de acudir a la CIJ y la convocatoria a sesiones extraordinarias de la Organización de Estados Americanos (OEA) los días martes y miércoles reflejan la gravedad de la situación y la necesidad de un marco de acción que respete los principios fundamentales de la diplomacia y el derecho internacional. Estos foros ofrecen una oportunidad invaluable para abordar el conflicto de manera constructiva, poniendo en primer plano la necesidad de soluciones pacíficas y el diálogo basado en el respeto mutuo, razón por la cual la demanda ecuatoriana de revisar los tratados internacionales es poco prudente.

En estas circunstancias, la comunidad internacional, así como los organismos regionales y multilaterales, deben actuar como mediadores para facilitar una resolución que respete las normas internacionales y promueva la estabilidad regional. Según expertos en la materia, la mediación debe enfocarse en la reconciliación y buscar una solución que permita a ambas partes superar el impasse, manteniendo la integridad de los tratados internacionales como guía.

Este conflicto sirve para poner en relieve la importancia de adherirse a los principios del derecho internacional no solo como un fin en sí mismo, sino como un medio para asegurar la paz, la seguridad y el respeto entre las naciones. La resolución de este caso podría sentar un precedente importante para el manejo de futuras disputas diplomáticas y reafirmar el valor de las convenciones internacionales como pilares de las relaciones entre Estados.

El camino hacia la resolución de este conflicto debe estar pavimentado con el respeto a las leyes internacionales y el compromiso con el diálogo y la negociación. Es imperativo que México y Ecuador, con el apoyo de la comunidad internacional y organismos como la OEA, encuentren una salida basada en el entendimiento mutuo y el respeto a los tratados que han guiado las relaciones diplomáticas durante décadas. Este enfoque no solo resolverá el impasse actual de manera justa, sino que también fortalecerá el sistema internacional basado en reglas, crucial para la coexistencia pacífica entre naciones.

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Cuidar al TSE

Por La Razón

/ 7 de abril de 2024 / 04:10

La designación, por parte del presidente Arce, de un nuevo vocal del TSE, reactivó el debate político sobre la institucionalidad electoral, la narrativa anticipada de “fraude” y el papel de las autoridades. Es un capítulo más de la disputa interna en el MAS-IPSP y en la oposición. Es fundamental asegurar la integridad y fortaleza del TSE de cara al próximo ciclo electoral.

 La Constitución establece que el TSE está compuesto por siete vocales: seis elegidos por la ALP y uno designado por el presidente del Estado. En abril de 2021, el presidente Arce designó a la vocal Dina Chuquimia tras la renuncia de Salvador Romero, quien había sido designado por la presidenta de facto Áñez. El pasado jueves, de manera intempestiva, Arce nombró a Gustavo Ávila como nuevo vocal del TSE en reemplazo de Chuquimia. El hecho generó recelo político y una polémica inconducente.

La atribución presidencial para designar a un nuevo vocal electoral está clara, salvo que no puede destituir a un vocal en ejercicio como si fuese, por ejemplo, un ministro de su gabinete. En este caso, la designación de Ávila debió estar precedida por la renuncia de la hoy exvocal Chuquimia o el cumplimiento de su mandato (seis años). No ocurrió así. Y no es la primera vez. En junio de 2021, el presidente Arce destituyó por decreto y sustituyó a seis vocales departamentales designados por Áñez.

Más allá de la legalidad en cuestión, el problema es que se daña la autonomía de la institucionalidad electoral. Y eso es crítico como señal, peor todavía cuando nos acercamos a unas elecciones generales complejas y muy marcadas por la división en el partido oficialista y la fragmentación opositora. Del otro lado, es deplorable la forma ligera e irresponsable, en este caso desde la facción evista y Comunidad Ciudadana, en que se lanzan sospechas de “fraude” y se descalifica por anticipado a las personas.

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Sin esperar un día de su mandato como autoridad, se etiquetó al vocal Ávila como “operador” (de la “proscripción” del MAS, del “fraude”, de la inhabilitación de Evo). Se descalifica así a un profesional de amplia experiencia y trayectoria en materia electoral, que desempeñó varios cargos en el Tribunal Electoral de Tarija hasta ocupar su presidencia, y que hoy puede ser un valioso integrante del TSE y reforzar su Sala Plena. Esas denigraciones precoces también dañan, y mucho, al organismo electoral.

En un contexto marcado por la polarización, una elevada desconfianza en las instituciones e incertidumbre sobre el próximo ciclo electoral, empezando por las elecciones primarias, es fundamental que todos los actores relevantes, en especial los políticos, asuman con altura la necesidad de cuidar y fortalecer al TSE. La integridad y autonomía del árbitro, así como el respeto a la voluntad ciudadana expresada en las urnas, son imprescindibles para garantizar la integridad de las elecciones y preservar la democracia.  

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Liderazgos autoritarios

Es poco probable que la clase política vaya a recuperar su vocación por el debate y la competencia democrática

Por La Razón

/ 4 de abril de 2024 / 06:13

El tema no es nuevo ni se limita a Bolivia: los valores democráticos se depauperan con cada día que pasa y en la mayoría de los casos son los propios líderes políticos quienes propician este estado de cosas. Solo esta semana hubo dos ejemplos: un expresidente propuso cumplir la ley que él mismo promulgó y otro, también expresidente, pidió a sus diputados renunciar a su cargo.

En el primer caso, se trata de la aparentemente insalvable ruptura del Movimiento Al Socialismo (MAS), partido que ahora afronta un ultimátum del Tribunal Supremo Electoral (TSE) para renovar su directiva en un congreso orgánico, que todavía no se sabe si podrá realizarse, pues hay dos convocatorias con fechas y sedes diferentes. Difícil saber cómo responderá el Órgano Electoral a la disyuntiva, que podría profundizar no solo la ruptura del partido gobernante, sino aumentar la polarización en la sociedad.

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En el afán de salvar la situación, el jefe del partido, el expresidente Evo Morales, retó al actual Presidente del Estado a competir por la candidatura en una elección primaria. Es un cambio en lo decidido en el frustrado congreso de Lauca Ñ, el año pasado, donde se dijo que el exmandatario es “el único” candidato del partido, desconociendo la Ley 1096, de partidos políticos, y su reglamento específico sobre elecciones primarias; pero también una muestra de una vocación de uso instrumental de la norma.

Si tal actitud no es suficiente muestra, las oficiosas declaraciones de los áulicos del expresidente, prometiendo baños de sangre u ofrendar sus vidas, por la “libertad”, la “democracia”, y “por supuesto, por nuestro líder”, como dijo un senador hábil para el victimismo y la desinformación, muestra el poco aprecio por el juego limpio.

En el segundo caso, se vio al también expresidente Carlos Mesa pidiendo a sus legisladores electos renunciar a su silla en la Asamblea Legislativa si no se avienen a seguir sus instrucciones. No hace falta ser un gran intelectual para saber que la democracia implica gestionar el disenso, tarea propia de un buen líder. Un mensaje que instruye obedecer ciegamente al jefe o largarse, habla mal del liderazgo.

Además, como ya se ha dicho, no son solo jefes políticos quienes muestran poco aprecio por los valores democráticos. Al anuncio hecho por el exalcalde Juan del Granado de “rearticular” al Movimiento Sin Miedo, la respuesta de una de las vocales del TSE no fue celebrar la diversidad de partidos o el retorno de una organización política que en algún momento gozó de gran relevancia, sino recordarle a la exautoridad que carece de personería jurídica, como si no fuese posible hacer el debido trámite para recuperarla.

Es poco probable que la clase política vaya a recuperar su vocación por el debate y la competencia democrática. Toca a la sociedad reflexionar profundamente sobre su futuro inmediato y decidir si quiere exaltados discursos ideológicos que enmascaran comportamientos autoritarios, o si prefiere líderes comprometidos con el bien común. Tarea nada fácil, por cierto.

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29 años, dos trincheras

Por La Razón

/ 31 de marzo de 2024 / 00:23

El MAS-IPSP, que es la organización política más grande de nuestra historia democrática, acaba de cumplir 29 años desde su fundación como partido-instrumento político. Llega a su aniversario dividido en dos facciones, hoy irreconciliables. Lo hace con festejo separado: uno arcista, otro evista. Llega con ultimátum para renovar su directiva en un congreso ordinario.

Desde su fundación en 1995 como MAS-IPSP (el antecedente formal es el MAS-Unzaguista de 1987), el partido azul cobalto, negro y blanco ha tenido un ascenso vertiginoso a cargos de gobierno y de representación. Su líder histórico, Evo Morales, fue diputado uninominal en las elecciones de 1997, con la sigla Izquierda Unida, y ya como MAS-IPSP fue segundo en votación en los comicios de 2002. Apenas tres años después, en 2005, ganó la elección presidencial con una inédita mayoría absoluta de votos.

Así, desde la transición a la democracia y luego del período conocido como democracia pactada (1985-2003), el MAS-IPSP ha estado en el centro del espacio público-político en el país. Y desde 2006 a la fecha, con el paréntesis de un año del régimen inconstitucional de Áñez, ha ocupado el Órgano Ejecutivo del nivel central del Estado, con amplias y sucesivas victorias electorales y mayorías parlamentarias. La presencia del masismo, pues, es protagónica en y desde el campo plurinacional popular.

Hoy la situación es diferente. Si bien el MAS-IPSP continúa siendo la fuerza política con mayor presencia territorial en Bolivia, su fractura genera un horizonte incierto.

No se trata solo de la división interna en la estructura partidaria, sino también en su núcleo constitutivo que son las organizaciones sociales. Así, es probable que su músculo con fractura, pese la fragmentación opositora, no le alcance para ganar una nueva elección. La disputa por la candidatura presidencial pasará factura.

¿Cuándo se desportilló el partido- instrumento político? Hay quienes dicen que ya en el proceso constituyente hubo retrocesos. Otros identifican como hito crítico el conflicto en torno a la carretera por el TIPNIS. Sin duda un punto de quiebre fue el referéndum constitucional de 2016, en especial la decisión de no respetar el resultado. Y es innegable que la coyuntura crítica de 2019, que derivó en el derrocamiento del presidente Morales, marca un momento de derrota. Ha sido un declive paulatino.

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Al cumplir 29 años, el rumbo del MASIPSP está marcado por la crisis interna y la incertidumbre. Luego del deterioro incremental de la relación entre Evo y Lucho, ambos en afán de reelección, hoy las dos facciones no logran ponerse de acuerdo ni siquiera para convocar un congreso ordinario a fin de renovar su directiva. Hay plazo perentorio del TSE para el efecto. Parece más difícil todavía que definan su binomio presidencial en primarias. Es guerra de trincheras: unos en San Francisco, otros en Yapacaní.

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