Racismo, clave en la ‘modernidad’ y la raíz de la ‘racialización’
Hay una cultura nacional que “glorifica lo criollo” en desmedro de grupos en el país “que siguen en clara desventaja y, por lo tanto, siguen sufriendo racismo”, dijo Fernando Molina.
Los participantes en el conversatorio del programa Piedra, Papel y Tinta, de La Razón.
Imagen: Oswaldo Aguirre
El debate sobre el racismo en Bolivia encuentra una serie de descripciones, desde la concepción de la modernidad para “superar” lo indígena y su exposición como “síntoma” social hasta su denuncia como generador de un “proceso de racialización”.
Estas ideas surgieron en el conversatorio sobre el asunto en la transmisión digital Piedra, Papel y Tinta, de La Razón, conducida por Claudia Benavente.
En criterio del escritor y periodista Fernando Molina, que acaba de publicar el libro El racismo en Bolivia, el racismo tuvo su origen “inaugural” en la Colonia, que entonces generó la brecha entre los “poseedores” y los “siervos”, que ahora continúa y se regenera.
“Es por eso que los negacionistas del racismo nunca quieren hablar del pasado, porque tratan de disminuir y atenuar el efecto de ese pasado sobre el presente”, justificó el periodista.
Hay una cultura nacional que “glorifica lo criollo” en desmedro de grupos en el país “que siguen en clara desventaja y, por lo tanto, siguen sufriendo racismo”, dijo.
Y, en su criterio, esa modernización “implica el relegamiento de los indígenas; cada vez que hablamos de modernidad, es ‘para superar’ lo indígena”.
En la percepción del comunicado y sociólogo Rafael Loayza, autor del Caras y taras del racismo y Halajtayata: racismo y etnicidad en Bolivia, “la calidad poscolonial del país ha creado profundos procesos de diferenciación, que han estratificado al país a partir de las autoafirmaciones étnicas”.
Y eso ha tenido repercusiones posteriores. “En la institucionalidad del país hubo una evolución profunda para tratar de mitigar las tensiones (…) pero partiendo de la diferencia”.
Planteó la tesis de la “‘paternidad patológica’, que, en su explicación, “ha contagiado un sentimiento de culpa en la clase política, que ha empezado a abrir canales de participación” indígena.
Para Carlos Macusaya, de En Bolivia no hay racismo, indios de mierda, “el racismo es un síntoma del orden social”, que requiere atención como cualquier mal.
“Las expresiones de racismo van a tener mayor fuerza en tanto haya mayor movilidad social ascendente”, reflexionó en relación al crecimiento económico de sectores afectado por el fenómeno.
Así, Macusaya consideró que “el racismo se constituye en un mecanismo de defensa para los grupos de que sienten afectados, que se sienten invadidos y expresan ese rechazo a esa población”.
Dijo que “por eso la frase ‘hay que poner en su lugar a los indios’, tiene mucho sentido”.
Más allá, Loayza lanzó la hipótesis en sentido de que el racismo ha recobrado fuerza en los últimos años. Dijo que “el proceso de etnificación que estaba construyendo el Estado Plurinacional ha generado un proceso de racialización”. Es decir, el Estado, al reconocer al “sujeto alterno”, ha negado al otro y, consiguientemente, ha generado un proceso de racialización en el país, insistió.