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En La Paz, más de 120 privados de libertad se titularon en 2022

PENAL DE SAN PEDRO. Las privados de libertad escuchan atentos las explicaciones de las profesoras.

“Cuando se habla de los recintos penitenciarios solo se escuchan noticias malas, pero es importante hacer conocer que hay una gran cantidad de privados de libertad que está estudiando y trabajando para cambiar su vida y no volver a delinquir”.

Las palabras del director departamental de Régimen Penitenciario La Paz, Franz Laura Berrios, reflejan la otra realidad que se vive al interior de las cárceles de Bolivia, donde los privados de libertad tienen la oportunidad de estudiar y salir con un título bajo el brazo.

En 2022, más de 5.000 privados de libertad se graduaron. La mayoría obtuvo el bachillerato que por alguna razón no pudo conseguir cuando estaba en libertad; otros lograron títulos en técnico medio y técnico superior.

Según la rendición de cuentas presentada hace unos días por la Dirección de Régimen Penitenciario, el año pasado 5.382 privados de libertad se graduaron en diferentes niveles: 2.498 se titularon en áreas técnicas, 419 lograron el bachillerato, 599 en Primaria, 1.780 en Secundaria, 68 en Educación Superior y 18 en postalfabetización.

Juan Carlos Limpias, director de Régimen Penitenciario, explicó que se está trabajando para implementar el programa de educación universitaria a distancia para los privados de libertad a través de convenios con la asociación de universidades públicas.

“Hemos tenido una firma de convenio importante con la universidad autónoma del Beni y los privados de libertad están estudiando Derecho a distancia, incluso personal civil y policial”, destacó el funcionario.

LA PAZ. Los seis recintos penitenciarios de La Paz ofrecen diversas oportunidades de estudio y trabajo para los privados de libertad.

ENSEÑANZA. Los privados realizan diferentes actividades. Fotos. Roberto Guzmán

El 2022 en La Paz, 19 privados lograron el bachillerato, 108 se graduaron en técnicos auxiliares y 16 en técnico superior.

El doctor Franz Laura explica que en Patacamaya se trabaja con la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en la carrera de Agronomía. En ese recinto hay criaderos de gallinas ponedoras y cuyes.

En Qalahuma (de reinserción social para jóvenes y adolescentes) se trabaja con la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (Koica) que aplica tecnología coreana para la habilitación de un invernadero donde se plantan especies de ese país para luego distribuirlas a la embajada y restaurantes asiáticos.

Los privados cuentan además con talleres de carpintería y criaderos de chanchos y gallinas.

“Ahí estamos implementando un sistema económico, producen galletas para subsidios”, resaltó.

En el penal de máxima seguridad de Chonchocoro hay una subsede del Centro de Educación Alternativa (CEA) de Qalahuma y los privados pasan cursos de carpintería, hojalatería y pueden completar el bachillerato.

“Cuando ingresé a Chonchocoro no tenía CEA, no pasaban clases porque hace dos años ocurrió un percance con un docente que reprobó un alumno y éste intentó agredir al profesor y por eso se suspendieron”, contó Laura.

En las cárceles de mujeres de Miraflores y Obrajes también hay un CEA y ofrecen más carreras a nivel técnico medio como repostería, tejidos, corte y confección y peluquería y maquillaje. Además, el bachillerato.

“Hay tejido a mano y en máquina y ahora estamos implementando un taller de confección de reciclaje de ropa; por ejemplo, hacen un tapizado de sillas reutilizando prendas que se recolectaron”.

En el penal de San Pedro hay un CEA y está la subsede del instituto Marcelo Quiroga Santa Cruz. Es el recinto donde mayor cantidad de alumnos inscritos hay.

Franz Laura Berríos, director de Régimen Penitenciario La Paz

TITULADOS.

El Instituto Tecnológico Marcelo Quiroga Santa Cruz, que tiene su subsede en el penal de San Pedro, ofrece dos carreras: Sistemas Informáticos y Contaduría General.

Aurea Balderrama Almendras, directora académica del instituto, contó a LA RAZÓN que trabajan en ese penal hace 37 años.

Cuentan con resolución ministerial y ofrecen dos carreras con título a nivel técnico superior.

“Es un poco difícil porque estamos en un contexto cerrado, mucha gente piensa que el que entra aquí está perdido, pero nosotros hemos visto que se puede formar profesionales. Formamos un profesional que sea tan eficiente y eficaz como cualquiera que se encuentre afuera”, destacó.

El plan de estudios que se utiliza es el mismo que el instituto ofrece en su sede central en La Paz y a nivel nacional.

Cuenta, además, con cursos de capacitación que van relacionados a las dos carreras para fortalecer los conocimientos de los privados.

“Los certificados de cursos de capacitación son también avalados por el Ministerio de Educación y tienen valor curricular y carga horaria”.

Balderrama destacó que muchos de los privados de libertad demuestran interés cuando están estudiando y un cambio significativo en sus vidas.

La mayor carencia que tienen es el material didáctico, pues las familias de los privados los ayudan con cuadernos, lápices y fotocopias, pero a veces las necesidades económicas les hacen priorizar otras cosas y se olvidan de ellos.

“Aquí, ellos tienen tiempo de reflexionar y se dedican a estudiar lo que tal vez afuera no pudieron hacer, aquí tienen tiempo para hacerlo. Tenemos estudiantes muy destacados que han recibido premios por sus notas”, indicó.

Para que un privado de libertad pueda graduarse debe presentar un proyecto de grado y defenderlo, al igual que cualquier estudiante de afuera.

“En 2022 hemos tenido 16 estudiantes que han defendido su proyecto de grado y están próximos para recibir su título en provisión nacional”.

Para ingresar a este instituto, el privado de libertad debe ser bachiller y para quienes aún no lograron concluir esa etapa existe la educación alternativa y también los forman en otros oficios.

Hay privados de libertad con sentencias largas que incluso se animan a estudiar dos carreras, ya que cada una tiene una duración de tres años.

“Conocemos bien a nuestros estudiantes, cuando salen en la calle nos saludan, ya bien trajeados, encorbatados, están trabajando y qué bueno que se hayan rehabilitado, eso nos hace sentir felices”, destacó la directora.

El instituto es una institución fiscal, los privados pagan una matrícula de Bs 50 bolivianos por todo el año.

DESERCIÓN.

Lamentablemente no todos los privados concluyen sus estudios, existe un nivel de deserción producto de las carencias económicas.

Shirley Paty Balboa, rectora del instituto, explicó que los privados de libertad son adultos que pese a estar encerrados también deben sustentar a sus familias y muchos trabajan y estudian.

“Hay oficios acá adentro y muchas veces tienen que priorizar el estudio o el trabajo, se parten en ambas actividades. Otros dejan el estudio porque no tienen apoyo de sus familias con el material requerido”, indicó.

“Cuando un estudiante entra a las aulas es una persona que se está reinsertando, que se destaca del resto de la población, porque está concentrando su mente y su tiempo en el estudio y ellos mismos se dan cuenta; por eso cuando hay recesos, se desesperan”, explicó.

La rectora reconoce que la formación académica es más una tarea de reinserción para los privados, es una forma de rescatarlos.

“Se deprimen y nosotros podemos ver, palpar eso. Hace años había que rescatar a los estudiantes de las celdas porque retoman el alcohol, acá también debemos manejar la parte psicológica, tenemos que tocarnos el corazón y hacer ese trabajo”.

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REINCIDIR.

Cuando un privado de libertad se gradúa en una carrera técnica o consigue el bachillerato, los más orgullos son sus familiares.

El director departamental de Régimen Penitenciario asegura que estudiar dentro de los recintos penitenciarios reduce las posibilidades de que, al lograr su libertad, el privado vuelva a delinquir.

“Mientras el privado participe en la mayor cantidad de las actividades de trabajo y estudio, terapéuticamente se mantiene ocupado y eso le ayuda a lidiar el problema judicial en el que está. Lo que yo más valoro es que el índice de reincidencia en privados de libertad que obtienen un título a nivel de técnico superior o licenciatura es uno de 100”.

Una de las carreras más solicitadas por los privados es Derecho, que dejó de impartirse hace muchos años; sin embargo, Régimen Penitenciario está trabajando en un acuerdo con la Universidad Pública de El Alto (UPEA) para implementarla nuevamente.

En cinco recintos donde hay CEA, menos Patacamaya que trabaja con la UMSA, existen al menos 40 docentes que tienen que vivir una experiencia diferente para poder enseñar.

Ellos deben llegar más temprano para pasar por las requisas y muchos ayudan incluso llevando material para los privados.

El estudio cambia la mentalidad de los privados, que son conscientes de que una carrera les servirá a futuro y cuando salgan tendrán más oportunidades de reinsertarse laboralmente.

TESTIMONIOS

‘HAY QUE ENTENDERLOS’ Jhanet Uriarte, docente de Contaduría

“Es un grupo especial, somos una familia, a veces debemos ser hasta psicólogos, entenderlos, es una situación complicada la que viven, hay que animarlos, es una forma de que se integren a la sociedad”. Algunos privados salen antes de terminar una carrera, pero tienen la oportunidad de convalidar sus notas y continuar afuera.

Pocos tienen apoyo familiar, ellos se dan modos para adquirir su material, a veces los docentes les obsequiamos o hacemos actividades extracurriculares para darles como premio algunos materiales escolares que ellos necesitan. Aquí se valora hasta un lápiz”.

‘TRABAJAMOS EN SU AUTOESTIMA’ Marylia Chambi, psicopedagoga

“Nos abocamos mucho a escuela de padres porque vemos la carencia que tienen de la pareja, de los hijos, de la familia. Muchas veces están en abandono y el desgano de seguir adelante, tratamos de enfocarnos para que eleven su autoestima, que reconozcan su delito. Trabajamos también con las familias afuera para que en estos casos puedan reconstituirse cuando recobren su libertad”.

Es complicado llamar la atención de ellos, sobre todo de quienes están mucho tiempo acá. Nuestro mecanismo es trabajar con áreas, porque vienen a desahogarse, mantienen el interés, pero todo es voluntario”.

‘ESTARÍA HACIENDO COSAS MALAS’ Daniel, privado de libertad en San Pedro

“Al inicio, para mí era complicado venir, no me sentía cómodo porque estaba volviendo a estudiar de mucho tiempo, tengo más de 30 años. Si no estudiaba tal vez estaría haciendo otras cosas malas.

Cuando estamos en la celda estamos solos o entres dos o tres y es solo hablar de nuestros problemas judiciales, qué hemos hecho, es frustrante, piensas que vas a estar aquí mucho tiempo, te vas maltratando, no salir es algo feo.

En lo económico hacemos lo que podemos, yo por ejemplo aquí vendo coca, mi mamá hace el esfuerzo de traérmelo coca y eso vendo, con eso ayudo a mi familia y si algo necesito con eso compro”.