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En el abandono, 10 ancianos viven sin saber de su familia en los hogares Quevedo y Campos

Los adultos mayores esperan a sus seres queridos. Foto: Pedro Luna.

En los centros de acogida María Esther Quevedo y Rosaura Campos de la ciudad de La Paz, 10 ancianos viven el ocaso de sus vidas lejos de sus familias. Todos ellos llegaron a los centros después de haber vivido el abandono de sus seres queridos.

“Muchos de ellos tienen sus hijos e hijas que por la situación tal vez socioeconómica les han dejado en estado de abandono. Están aquí en el hogar Quevedo y no reciben ningún tipo de visita, están en estado de abandono”, dijo a La Razón el psicólogo Pedro Arce, del centro de acogida María Esther Quevedo.

Los adultos mayores de ese centro, contó Arce, en sus diálogos entre compañeros recuerdan a sus hijos y la tristeza invade al grupo porque ninguno de quienes ellos llevan en la memoria les visita.

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“Según documentos, siete adultos mayores tienen sus hijos, otros sus hijastros e incluso por referencia de ellos mismos mencionan que han tenido sus hijos que les han ido olvidando y no se acuerdan de sus padres, que con seguridad en su infancia y juventud les han apoyado”, señaló el profesional.

En el hogar Rosaura Campos, ubicado en la calle Yanacocha de La Paz, conviven tres ancianos varones. Dos de ellos dicen no tener hijos y uno, Enrique Ramos (70), no recuerda; sin embargo, esperan un reporte de descendencia del Servicio de Registro Cívico (Serecí) para establecer si cuenta con descendencia o no, informó la administradora del centro, Rosario Quenta.

“Los tres adultos mayores están abandonados prácticamente porque la familia no ha venido a buscarlos pese a que nosotros hemos hecho la búsqueda. Pero ni aun así aparecieron”, señaló Quenta a La Razón.

HISTORIAS

Zenón Córdova (78) vive en el hogar Quevedo desde 2012. Antes de llegar allí tenía una adicción al alcohol que lo llevó a vivir en la calle, no obstante, fue rescatado y rehabilitado, dijo el psicólogo del centro.

“Estaba en situación de calle, vivía debajo del puente. Tenía su cabello largo con rasta; el señor era relegado de la sociedad, pero por lo que nos cuenta incluso en su juventud llegó a ser paracaidista en la Fuerza Aérea Boliviana (FAB). Seguramente ha debido tener sus razones para caer en la adicción, pero se ha recuperado”, dijo Arce.

Córdova, una vez que fue acogido en el hogar Quevedo, recibía la visita de su hijo, quien lamentablemente padecía una enfermedad renal que lo llevó a la muerte. Aquel episodio fue duro para el adulto mayor, toda vez que le tocó enterrar a su único hijo, quedando solo en la vida.

Roberto Velarde llegó al hogar Quevedo en abril de 2012. Desde entonces recibe esporádicamente una llamada de su hija que vive en Brasil; en cambio, su hijo que reside en La Paz fue a visitarlo una sola vez, señaló el profesional.

“Don Roberto tiene otro hijo que vive en Coroico y es militar con grado de teniente coronel que ha venido una vez. Después se ha olvidado de él, pese a que tiene su hijo y que vive en Bolivia no le viene a visitar; su hijo sabe dónde vive su papá, pero no viene a visitarlo”.

Jorge Carrillo es acogido en el hogar Quevedo desde agosto de 2009. Ayudó en la formación de su hijo como médico cirujano; luego se fue a Estados Unidos para hacer una especialidad en estética. Desde entonces no visita ni se comunica con el centro para saber cómo está su padre.

ANCIANOS

“Ha viajado allá y ha perdido totalmente el contacto. Debe ser casi 15 años que no hay ningún tipo de contacto, entonces ha quedado en estado de abandono. Tiene sus hermanas que también son adultas mayores y tampoco le vienen a visitar”, indicó el profesional.

Jorge, al margen de vivir el abandono de su familia tuvo otra oportunidad de ser feliz al lado de Irma Rodríguez, a quien conoció en el centro y con quien contrajo matrimonio. Lamentablemente, en 2022 una enfermedad se llevó a su amada; la depresión lo golpeó duramente, en la actualidad viene superando de a poco la tragedia junto a sus compañeros, adultos mayores.

Llegar a la llamada tercera edad es difícil cuando no se tiene un entorno familiar acogedor. En algunos casos, el respeto por los padres se convierte en ingratitud cuando los hijos olvidan todo el esfuerzo y los abandonan frente a la soledad cuando son ancianos.

Muchos hijos huérfanos este Día del Padre visitarán las tumbas de sus progenitores elevando oraciones para que sus almas descansen en paz, aunque el deseo es el mismo, querer volver en el tiempo para abrazarlos.