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El latido cautivo de América

Auténtica sangre norteamericana. Resonancias míticas de una tierra bastarda, de espíritu indio, orgullo herido negro y músculo osado blanco. El sueño de un lugar bajo el sol. Si alguna vez América necesitó transformarse en “el sonido que hace el viento entre los matojos del camino”, como recordaba Woody Guthrie en su autobiografía, o en “el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado”, como concluía Truman Capote en A sangre fría, fue con la música de The Band. Esa música que se dejó sentir con el toque de batería y el desesperado canto de Levon Helm, fallecido el 19 de abril a los 71 años en un hospital de Nueva York.

Nacido en Arkansas e hijo de granjeros, Helm creció escuchando los cuentos y leyendas de los indios Chickasaw a los que pertenecía su abuela, así como los sonidos rurales del blues del Delta, el country y el bluegrass de la región. A los 11 años fue contratado como baterista por el músico de rockabilly Ronnie Hawkins, quien le formó y se lo llevó a Canadá donde creó su banda de acompañamiento, conocida como The Hawks.

Para su cruzada de pasar del folk al rock, Bob Dylan pidió a los Hawks que le acompañasen y éstos se embarcaron en una de las grandes aventuras musicales del siglo XX norteamericano, aunque Helm, harto de recibir silbidos y abucheos, estuvo fuera de la banda entre 1965 y 1967.

A su regreso en 1968, los Hawks pasaron a llamarse The Band y grabaron su primer disco, Music From Big Pink, una asombrosa apuesta por las raíces en pleno auge contracultural del pop, con la psicodelia californiana y los Beatles del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Junto con el siguiente, The Band, sellaron dos obras maestras del folk-rock con himnos como The weight o The night they drove old dixie down. En palabras de Helm: “Fue nuestra rebelión a la rebelión”. Dueño de un ritmo embriagador, lleno de sentimiento, Helm fue a las baquetas para el ecléctico rock americano de The Band lo que Ringo Starr fue para el pop universal de los Beatles. Fue el corazón.

En 1976, el guitarrista Robbie Robertson dio por terminada The Band. Ningún epitafio ha sido más celebrado que el que protagonizaron rodeados de amigos como Dylan, Eric Clapton, Neil Young, Dr. John, Van Morrison o Muddy Waters durante su concierto de despedida filmado por Martin Scorsese y llamado El último vals.

Forjador de sonidos genuinos, el baterista siguió su carrera en solitario con magníficos trabajos como American son (1980). En 1998, le diagnosticaron cáncer de garganta. Pasó duras sesiones de radioterapia. Lo normal hubiese sido que perdiese la voz y, sin embargo, la recuperó para plantarse en el siglo XXI dando clases musicales con álbumes excelentes como Dirt Farmer (2007) y Electric Dirt (2009). Recibió premios y el reconocimiento de todos. Estaba pletórico. Afónico pero feliz. Sabio y vitalista, era un viejo chamán. Era Levon Helm, el batería de voz rota, el latido cautivo de América.