El Tololo recibe el Cervantes
A nombre de su abuelo, el antipoeta Nicanor Parra, recogió el famoso galardón
Lo más lindo del acto de entrega del Premio Miguel de Cervantes, el lunes 23 de abril en el monumental convento El Escorial, cerca de Madrid, fue que no lo recibió el galardonado, el poeta o mejor dicho el antipoeta chileno Nicanor Parra, sino su nieto, el Tololo.
El Tololo es todo un personaje. Días antes, su abuelo de 97 años dijo que no iba a volar a España para recibir el galardón —llamado el Nobel hispanoamericano— simplemente porque “los aviones se caen”. Y lo mandó a su nieto. El día y la hora fijados, el Tololo apareció en El Escorial muy formal, vestido como mandan las circunstancias, es decir, como elegante pingüino, y con sus 19 años representó a carta cabal a su casi centenario abuelo.
Para empezar, leyó un poema escrito por Parra para la ocasión: “¿Esperaba este premio? / No. / Los premios son / como las Dulcineas del Toboso / mientras + pensamos en ellas / + lejanas / + sordas / + enigmáticas. / Los premios son para los espíritus libres / y para los amigos del jurado. / Chanfle / no contaban con mi astucia”.
También cumplió con encargos más específicos de su abuelo antipoeta: “A propósito del discurso de agradecimiento al premio Miguel de Cervantes”, dijo, “mi abuelo me ha encargado que pida prórroga de mínimo un año, del 23 de abril del año 2012 al 23 de abril de 2013, para así poder pergeñar un discurso medianamente plausible”.
Y desde el llano (muy educadamente se disculpó y no subió a esa especie de púlpito desde donde tradicionalmente los premiados leen sus discursos de agradecimiento) siguió: “Él mismo dijo, hace algunos años: ‘He llegado a la siguiente conclusión: hay que hablar por escrito. Yo demoro seis meses en armar un discurso que se lee en 45 minutos y que parece que estuviera improvisado’. Y a mí me dijo, hace unas pocas horas: ‘Don Quijote no cabe en un fin de semana”.
“Lo cierto”, concluyó el Tololo, “es que dejé a mi abuelo en su casa de Las Cruces, en la costa chilena, rodeado de libros. La mayoría de ellos son versiones y estudios del Quijote, pero hay también algunos libros de la biblioteca de Don Quijote, como, por ejemplo, los seis tomos de La araucana, de Alonso de Ercilla. Y hay varias enciclopedias abiertas sobre las mesas y los sillones, con las páginas más importantes señaladas con bolsitas de té en reciclaje.”
Mientras el Tololo leía los encargos y los poemas de su abuelo en El Escorial —que incluían también la entrega de la vieja máquina en la que escribió la mayoría de sus poemas—, Parra daba vueltas como un personaje de sus propios poemas en su casa de Las Cruces. Ahí lo captó la cámara de uno de los infaltables periodistas.
Pero, ¿quién es el Tololo? Para empezar no se llama ni Tololo ni Hamlet —como se verá después— sino Cristóbal Ugarte Parra, hijo de Colombina Parra Tuca, hija a su vez del antipoeta Nicanor Parra.
A principios de diciembre de 2011, la periodista Leila Guerriero sostuvo una larga charla con Parra, en su casa en Tres Cruces. En ese diálogo (publicado en Tendencias del domingo 10 de diciembre de 2012), Parra contó lo siguiente sobre el Tololo:
“Es el autor de frases muy fenomenales. Lo primero que dijo fue ‘dadn’. Y después ‘diúc’. Años después le dije: ‘Usted me va a contar qué quiso decir con dadn’. En ese tiempo yo estaba traduciendo El Rey Lear y me paseaba de un lado a otro, y él estaba en su cuna, y yo recitaba: ‘I thought the king had more affected the Duke of Albany than Cornwall’. Y pensaba: ‘¿Cómo traduzco esto?’. Y él ahí pescó el ‘diúc’. Y le digo ‘¿Y el dadn?’. Y me dijo: ‘To be or not to be: that is the question’. That is: ‘dadn’. Una vez la directora de colegio citó a una reunión urgente a su mamá porque pasaba lista y el Tololo no contestaba. Entonces le dijo ‘Oiga, compadre, ¿por qué no contesta cuando paso lista?’ ‘No puedo porque yo ya no me llamo Cristóbal. Ahora me llamo Hamlet’. Desde esa época yo renuncié a la literatura y me dedico a anotar las frases de los niños”.
Todo esto es muy revelador, pero no explica por qué se llama Tololo. Obviamente es una invención de su abuelo. Resulta que el niño tenía tanta curiosidad y los ojos tan abiertos que a juicio del antipoeta parecía uno de los telescopios del famoso observatorio de Monte Tololo, cerca a La Serena, en Chile. Entonces: Tololo.
Sea como fuere, en el rodillo de la máquina Parra mandó entregar a los organizadores del Cervantes, hay un poema inédito que, por voluntad del premiado, sólo podrá leerse de aquí a 50 años. En él se sabrá lo que realmente piensa de Cervantes. Hay que tener un poquito de paciencia. Después de todo, ¡caramba!, se trata del abuelo del Tololo.