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La novela maldita de Hammett

Si existe una novela maldita de Dashiell Hammett, ésa es Cosecha roja. A pesar de ser uno de los títulos pioneros del género negro, con su detective rocoso y su femme fatale, su realismo sórdido y su corrosiva carga contra la corrupción, nunca ha sido llevada al cine. La novela es la única de sus cuatro grandes que carece de película, aunque es pura carne de celuloide. Y para probarlo ahí están las dos enormes películas en las que palpita su espíritu: Yojimbo, de Kurosawa, con su samurái indestructible que limpia de bandas criminales un pueblo del Japón decimonónico, y Por un puñado de dólares, de Leone, donde el cowboy Eastwood hace lo propio en un polvoriento villorrio del Oeste mexicano. Nadie, sin embargo, se ha atrevido con la historia original y esa condena oficiosa ha rodeado a Cosecha roja de un aura de obra de culto.

Según cuentan los expertos, la maldición de Cosecha roja empezó muy pronto. Poco después de su publicación, en 1929, el superproductor David O. Selznick compró los derechos. Pero cuando el estudio se fijó en el veneno que supuraba el relato, se echó atrás. Al parecer no les gustó nada esa historia con grandes empresarios que compran a senadores y congresistas, que acumulan medios de comunicación y que contratan matones para reventar protestas sindicales. Así que reescribieron el libreto y lo dejaron en una comedia (!) con poco que ver con el original.

Ellos se lo perdieron, porque Cosecha roja es un hito literario que fijó las señas de identidad del género: su atmósfera, sus personajes y su estilo.

Las otras tres grandes novelas de Hammett no tuvieron esos problemas (La maldición de los Dain ocupa un lugar menor). La adaptación de El halcón maltés, dirigida por John Huston en 1941 con un reparto difícil de repetir, fue un taquillazo; y en la década anterior, El hombre delgado triunfó y dio lugar a varias secuelas, y La llave de cristal (esa estupenda reflexión sobre si es posible la amistad en el inframundo del hampa) fue llevada al cine dos veces, y más tarde influyó en la citada Yojimbo y en la muy negra Muerte entre las flores, de los hermanos Coen. Pero la primera novela de Hammett sigue resistiéndose.

Cosecha roja era la confirmación de lo que el autor había ido puliendo en sus relatos de la revista Black Mask. Esos textos suponían un distanciamiento respecto a la tradicional novela de detectives. Ahora, la resolución del misterio dejaba de ser la cuestión central para dar entrada a la crítica social o la indagación moral más turbia. Lo resumió bien el periodista estadounidense Allen Barra. “En la novela policiaca, resolver el misterio nunca es completamente el objetivo; es un género mucho más inquietante que todo lo que se pueda imaginar en el mundo de Sherlock Holmes; porque en el mundo real, como sabemos, la responsabilidad del crimen se extiende tan lejos en la sociedad que nadie está libre de culpa. No existe ningún final nítido que nos haga sentir que el bien ha triunfado sobre el mal”.