Los movimientos revolucionarios de Cochabamba del 14 de septiembre de 1810 y 29 de octubre de 1811 fueron descritos por diversos personajes, tanto patriotas como    realistas, que participaron como testigos o protagonistas de esos trascendentales acontecimientos. En esta oportunidad, el objeto de nuestro artículo es el Diario de los sucesos ocurridos en Cochabamba y en Tarata, en el mes de mayo de 1812, escrito en verso por Sebastián Méndez, abogado titulado en la Universidad de Chuquisaca el año 1785, defensor de la monárquica borbónica y asesor del cura de Tarata don Bernardo Mariscal, igualmente, consumado realista como aquél.

El testimonio de Méndez relata en primer lugar la marcha de las huestes de Esteban Arze hacia Pocona y la escaramuza de Quehuiñal del 24 de mayo de 1812. En este episodio la fuerza patriota fue fácilmente derrotada por la superioridad del ejército de Goyeneche que, en lugar de avanzar desde Potosí hacia Argentina para derrotar a las debilitadas tropas de Buenos Aires, decidió retroceder a Cochabamba para sofocar la segunda revolución comandada por Esteban Arze y Mariano Antezana.

Después de poner en fuga a Esteban Arze en el Quehuiñal, el ejército realista avanzó hacia la ciudad de Cochabamba incendiando pueblos y fusilando patriotas en Arani, Punata, Cliza y Tarata, a cuyos alrededores llegó la mañana del 27 de mayo.

Méndez afirma que al haberse conocido extraoficialmente en Cochabamba la derrota del Quehuiñal y que el ejército de Arze “con precipitación al monte había disparado”, sin comunicar ni pasar ningún oficio sobre “sus pérdidas y destrozos”, el Prefecto de la provincia mandó sacar las balas, municiones y cañones “que inventó” y enseguida de tocar a generala el 25 mayo de 1812. Reunió a los pobladores que quedaban en la ciudad para decirles: “queridos paisanos míos, vuestra patriótica adhesión se sirvió hacer de mí elección de Intendente Gobernador. Sabéis que en él con honor he desempeñado; de modo que he sacrificado todo por vuestros intereses, expuestos a tantos reveses del enemigo y su encono. Sabéis que no he perdonado arbitrio ni diligencia en toda nuestra insurgencia para que todo esté acertado”.

Según el abogado Méndez, el prefecto Antezana continuó exclamando: “debo deciros que os rindáis a discreción; no haya de sangre efusión y cesen vuestros desvíos… reprimid vuestro valor, pues dicen los emisarios: muy cerca están los contrarios reventando de furor. Si os rendís, debo decir, habrá perdón e indulgencia; y si para mí no hay clemencia, pecho hay para resistir; el culto podré rendir por la patria y por vosotros”.

Acto continuo, Oquendo había leído algunas disposiciones resaltando que “no auxilian los porteños” y retomando la palabra, Antezana reanudó su discurso expresando: “ya oís, amados paisanos, que nuestro ejército paró en nada; que si con la gente de Ta boada dicen que Arze se ha replegado y que en Cliza se ha esforzado a contender animoso, sabed: que es muy mentiroso, quien dice eso nos ha engañado”.

En el transcurso de esa reunión llegaron dos emisarios de Goyeneche que anunciaron que todos serían perdonados a excepción de los “malvados caudillos de la rebelión”, ofrecimiento que fue rechazado por la multitud, a lo que Antezana volvió a tomar la palabra para expresar: “No hay más que aquí rendirse, es en vano producirse en lo que no se gana; toda vuestra empresa es vana; y en esta suposición, pensemos ya en la rendición; y a esto dicen ustedes despechados: saqueo y guerra paisanos, pronto y sin dilación”.

Siguiendo en esa actitud de retroceder ante un enemigo poderoso y al no contar con recursos humanos ni bélicos, Antezana prosiguió: “¿Con qué conciencia queréis saqueo, amados paisanos? dejad de ser tan villanos, que un absurdo pretendéis, y ya que no me obedecéis, renuncio desde este instante el empleo… mas en tal caso decidme: ¿quién os gobernará?”

La multitud que rodeaba al prefecto se arremolinó y un provocador, “el Mellizo” dijo que él gobernaría, lo que le valió que un alguacil lo expulse del lugar a puñetes y empellones. El prefecto se sintió molestado y “entre colérico y picado” espetó al Mellizo: “toma el comando, malvado y aquí tienes esta espada”, palabras que la poblada rechazó gritando porfiados que ríos de sangre correrían. Frente a esa amenaza, Antezana propuso a la multitud “que los que no querían rendirse, con él resuelvan el irse a vivir en la montaña; que poblarían la cabaña (probablemente su hacienda Altamachi) aunque no tenía qué darles, ni alimentos ni reales”.

Ante esa intransigencia de grupos de agitadores, el prefecto se retiró expresando que se iría al cerro. Al día siguiente que reapareció fue objeto de ultrajes de parte de exaltados agitadores; uno de ellos “le descarga un palazo y si un clérigo no abre el brazo, muerto queda allí nomás”. Enseguida, la multitud enardecida procedió a saqueos; entonces, los ciudadanos “al ver tantos desatinos, sale parte a los caminos solicitando acogida; la mayor parte se inclina a refugiarse en las iglesias y conventos por ver que en esta ciudad se entregan a mil vilezas”. Simultáneamente, la multitud alienada quiso invadir el convento de San Francisco y luego decidió “fortalecerse primero en el cerro de San Sebastián y después va con afán al de Alalay y San Pedro”.

El abogado realista describe el asalto de las huestes de Goyeneche en los siguientes términos: “El 27 de mayo, día miércoles memorable, otro ejército respetable salió de paz en ensayo y cuando el sol echó rayo, a la ciudad se encamina, casi al llegar examina que tiraban cañonazos y de allí a pocos pasos ven que a guerra les convida. Se dividen en tres trozos, en llegando a Tamborada y con marcha aclarada caminaron presurosos, por unos cerros fragosos; una parte se dirige y como Ramírez rige, dio vuelta por la laguna, y sin quedar gente alguna la fuga le exige. Las otras dos divisiones con el jefe que previno, van por el mismo camino con bellas disposiciones. Dio orden a sus batallones, al ver los cerros poblados, que a pasos acelerados, dando fuego cometiesen y que tiempo no tuviesen para huir precipitados”.

Prosigue narrando: “¡Qué gritos! ¡Qué confusión en los despechados guerreros! ¡Cómo caían de los cerros, al traquido y munición! Y en medio de esta turbación, a la pólvora echaron fuego, que parando en humo, luego parten a carrera abierta, dejando como desierta la ciudad, su rancho y pueblo”.

El realista Sebastián Méndez, respecto a la victoria del ejército de Goyeneche, refiere que “los victoriosos campeones van por las plazas y calles, los infantes como leones daban fuego sin cesar, todo con el fin de expulsar de esta ciudad insurgente, castigando a aquella gente que se expuso a sublevar. Y como una ley de guerra da al vencedor trofeo, se les concedió el saqueo por represalia primera… mas, como en semejantes casos no sólo meten el dedo sino también ambos brazos, así pues hubo balazos, muertes y violencias no escasas en patios, huertas y casas”.

Fusilamiento. La versión del abogado de Tarata acerca de los horrores que cometió el ejército realista en Cochabamba los días 27 y 28 de mayo de 1812, no culmina con el episodio de la Coronilla, sino con el fusilamiento y descuartizamiento del patriota Antezana, el 28 de mayo de 1812.

En efecto, el relato de Méndez respecto al cruel asesinato del caudillo de Cochabamba expresa que “el 28 de este mes, fiesta del Cuerpo de Cristo, dicho Antezana fue visto por cierto muchacho; quien no dudando tal vez ser buscado en aquel coro, fraile se figuró en el todo, en convento de recoletos, distante de los sujetos que lo buscaban a él solo. Como a las 08.00 lo trajeron bien ligado, y cuando fue preguntado acerca de su porfía, quiero decir felonía, por su notable traición, respondió sin dilación a los cargos que le hicieron: que prefecto lo eligieron los del pueblo en su ocasión. De su respuesta deducen propia confesión del hecho y con arreglo a derecho fallo de muerte producen; y a un cuarto lo introducen para que así disponga que con Dios allí se ponga esperando lance fuerte, que la bala le dé muerte, sin que nadie allí se oponga”.

Concluye el Diario de Méndez sobre el martirio del patriota detallando que Goyeneche “luego que lo decapitaron, mandó que lo degollasen y su cabeza fijasen sobre un palo que aprontaron. Más de una cuadra arrastraron su cuerpo, llevando al cerro, donde colgado primero, puesto en horca por los brazos, escarmiente en estos casos todo insurgente guerrero”.

En esa forma el Diario del abogado realista Sebastián Méndez describió los asombrosos acontecimientos ocurridos en 1812 y, en particular los que se suscitaron durante las refriegas del 27 y los fusilamientos del 28 de mayo de aquel año, fechas nefastas para la historia de Cochabamba.