Ya deben estar preparados. Me refiero a los programas, los reportajes, los especiales dedicados a los 50 años del nacimiento de Garota de Ipanema. Y volverán a contarse las anécdotas. Que la canción realmente no se compuso en el bar Veloso, donde los lobos de la bossa nova veían cimbrearse a la futura Heloísa Pinheiro, rumbo a la playa de Ipanema. Ella pudo ser la inspiración pero, en el verano de 1962, Antonio Carlos Jobim componía en su apartamento y Vinicius de Morâes escribía las letras en su casa de Petrópolis. Dos profesionales, no simples bohemios. La letra incluía, más que un engaño, un despiste: generalmente, ella no iba al mar, sino a hacer recados-para-mamá. En realidad, se trataba de un espejismo.

Helô era maestra de primaria, producto de una familia conservadora (su padre, general de Caballería, sería censor de prensa en los años duros del gobierno militar), aunque marcada por el divorcio de sus mayores. Su madre vigilaba para que llegara virgen al matrimonio: le esperaba un buen partido. Dado que los autores de Garota de Ipanema eran hombres maduros (y casados), inicialmente no identificaron al objeto de sus deseos y hubo bastantes candidatas al título de Chica de Ipanema. Hasta que Vinicius lo largó en una entrevista. Jobim fue más discreto: todavía intentaría seducir a Helô antes de que pasara por el altar.

¿Una canción engendrada en estado de gracia? Hasta cierto punto: hubo una primera encarnación, Menina que passa, donde el texto acentuaba el cansancio existencial del narrador, enfrentado con la natural sensualidad de aquella bella de larga melena. En el segundo intento, brotó Garota de Ipanema. Se estrenó en agosto, en un espectáculo musical del club Bon Gourmet, en la cercana Copacabana, que protagonizaban Jobim, Vinicius, Joâo Gilberto y Os Cariocas. Debutó en microsurco allá por enero de 1963, en la voz de Pery Ribeiro.

La Garota  llegó con una flor en el culo, si se me disculpa la expresión. Podía haberse quedado en el limbo de la bossa nova, caviar para cariocas exquisitos de clase media y alta, pero tres meses después se grababa en Nueva York, traducida al inglés: The girl from Ipanema. Desde 1961, algunos jazzmen estadounidenses investigaban en aquel filón tropical. Y los chicos de la bossa amaban con pasión el jazz fino. Al productor Creed Taylor se le ocurrió juntar el saxo sedoso de Stan Getz con aquellos simpáticos brasileños: Tom Jobim, Joâo Gilberto y su entonces esposa, Astrud; Milton Banana y Tiâo Neto en la sección de ritmo. Para la versión en single, Taylor dio tijeretazo a la voz de Joâo y privilegió la de Astrud, con lo que el retrato quedó feminizado, sexualmente ambiguo, aún más susurrante de lo habitual.

Si no fuera una música tan lánguida, diríamos que aquel disco electrizó al planeta. Universalizó la bossa y puso en órbita la carrera de  los implicados. Todavía hoy, la Garota de Ipanema  irradia gracia, elegancia, seducción.