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Un antipatriota en la Casa de la Libertad

Combatió a las fuerzas independentistas en numerosas batallas

/ 5 de agosto de 2012 / 04:00

En la Casa de la Libertad, en la sala donde se encuentra el retrato de Juana Azurduy de Padilla y de otros patriotas como Eustaquio Méndez, Vicente Camargo y Manuel Belgrano, también se encuentra el cuadro del español antipatriota Juan Ramírez Orozco, justo encima del cañón que usaron los insurgentes el 25 de mayo de 1809.

El disonante retrato no tiene texto de apoyo que explique los servicios que aquél hubiera prestado a la libertad de la patria, ni el motivo por el que se encuentra compartiendo honores con los héroes de la independencia de Bolivia, excepto una breve leyenda del mismo cuadro que expresa: “El señor Brigadier de los Reales Ejércitos D. Juan Ramírez Presidente de la Real Audiencia de Charcas y Segundo General del Real Ejército Reconquistador del Alto Perú. Año de 1811”.

En otras palabras, un militar del ejército enemigo que transitoriamente fue presidente de la Real Audiencia en 1811 y que en su calidad de Segundo General y lugarteniente de José Manuel Goyeneche comandó diversas campañas militares contra los patriotas en la Guerra de la Independencia, contribuyendo a reconquistar las provincias del Alto Perú para el Virreinato del Perú, cuando esa época se habían levantado contra el despotismo del coloniaje español y pertenecían a la jurisdicción de la Junta Gubernativa del Río de La Plata.

Juan Ramírez nació en Badajoz, España, el año 1764 y falleció en Madrid en 1852. Desde 1799 fue gobernador de la provincia de Huarochiri, próxima a la ciudad de Lima, hasta 1809, año en que se incorporó al servicio miliar activo acompañando al mariscal realista Vicente Nieto en la incursión al territorio de Charcas que partió del Perú para reprimir la revolución de Chuquisaca.

CHACALTAYA. Enseguida, por orden del virrey del Perú José Abascal, al mando del Regimiento Real de Lima, con grado de coronel y como segundo hombre del ejército de Goyeneche compuesto de 5.000 hombres, participó en la campaña militar que en la batalla de Chacaltaya, del 25 de octubre de 1809, masacró con su artillería al ejército revolucionario de 980 combatientes comandados por Pedro Domingo Murillo, sofocando de esta manera la revolución de La Paz del 16 de julio.

En premio a esta acción militar fue ascendido a general, habiendo sido previamente designado, el 30 de septiembre de 1809, Comandante de Armas y Gobernador Intendente de La Paz; cargo que ocupó hasta fines de enero de 1810 y desde el cual contribuyó activamente en el proceso judicial que se siguió a los miembros de la Junta Tuitiva, por reos de alta traición al Rey, y que concluyó con la sentencia del 26 de enero de 1810 que condenó a la horca y decapitación a los principales caudillos de la revolución paceña.

Juan Ramírez, en calidad de Jefe de División, combatió en la batalla de Guaqui de 20 de junio de 1811 en la que fueron derrotadas las fuerzas patriotas del primer Ejército Auxiliar argentino por el Ejército Real del Perú comandado por Goyeneche y, asimismo, siempre como segundo de aquél, dirigiendo las armas de vanguardia participó en la batalla de Amiraya del 13 de agosto del mismo año, en la que vencieron al ejército de la patria exterminando a más de 600 cochabambinos. Luego de esta batalla, pasó con los realistas a Chuquisaca, en septiembre de 1811, cuando fue nombrado Gobernador de esta provincia y Presidente interino de la Real Audiencia de Charcas; desde donde, directa o indirectamente, tuvo que actuar en las decisiones que dieron lugar a la hecatombe de Cochabamba luego de la Batalla de la Coronilla del 27 de mayo de 1812.

Como Jefe de Estado Mayor y segundo del general realista Joaquín de la Pezuela, también dirigió las tropas antipatriotas en la batalla de Vilcapugio, de 1 de octubre de 1813, e, igualmente, en la batalla de Ayohuma del 14 de noviembre del mismo año, acciones de armas en las que fueron sometidas las fuerzas del segundo Ejército Auxiliar argentino al mando del general Belgrano.

VILUMA. Con el mismo grado militar dirigió en gran parte la batalla de Viluma (o Viloma, que también se conoce como la segunda acción de Sipe Sipe del 29 de noviembre de 1815) que derrotó al tercer Ejército Auxiliar argentino comandado por José Rondeau, con la consecuencia de que los patriotas sufrieron más de mil bajas y la Junta de las Provincias Unidas del Río de La Plata perdió definitivamente las provincias del Alto Perú que pasaron a  formar parte del Virreynato del Perú.

Finalmente, fue Juan Ramírez quien ordenó al general Miguel Tacón y al teniente coronel Francisco Javier Aguilera que, con una tropa de 2.700 hombres, persigan y exterminen a los guerrilleros de Manuel Ascencio Padilla. Seguramente se debió sentir muy congratulado al recibir el parte de la batalla de La Laguna del 13 de septiembre de 1816 que daba cuenta de la victoria de los realistas, la matanza de 700 combatientes, el fusilamiento de 76 prisioneros y la decapitación del patriota Padilla, cuya cabeza fue expuesta en la punta de una lanza en la plaza del pueblo de La Laguna.

Como se puede ver, el brigadier José Ramírez Orozco no realizó ningún servicio a favor de la Patria sino, todo lo contrario, dirigió sucesivas expediciones militares del ejército realista en las que se masacraron cientos de patriotas y se decapitaron a sus principales caudillos.
Con estos antecedentes, corresponde que se retire con ignominia la figura de este realista de la Casa de la Libertad para desagravio de la heroína Juana Azurduy de Padilla y nuestros héroes, y en su lugar se ubique el retrato de Manuel Ascensio Padilla y de otros  precursores de la Independencia que pueden contarse por decenas.

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El primer Prefecto en la historia de Bolivia

Por orden del argentino Martín Pueyrredón, Mariano Antezana fue nombrado Prefecto de Cochabamba

/ 6 de mayo de 2012 / 04:00

Desde las aulas escolares siempre se nos ha inculcado que en Bolivia el cargo de Prefecto, máxima autoridad político-administrativa de cada uno de los departamentos, emergió con el nacimiento de la República, el 6 de agosto de 1825, en reemplazo de la categoría de Gobernador de Provincia que había implantado el régimen colonial desde el siglo XVIII.

No obstante, diversos historiadores de Cochabamba hicieron conocer que fue precisamente en este departamento donde se registró el nombramiento del primer Prefecto de nuestra historia, pero no en 1825 sino mucho antes, cuando Bolivia aún no era república independiente.

Efectivamente, sin discordancia, los historiadores cochabambinos expresan que después de la segunda revolución libertaria de 29 de octubre de 1811, el ciudadano Mariano Antezana fue nombrado Gobernador Intendente y Presidente de la Junta Gubernativa de la Provincia y, a la vez, designado Prefecto de Cochabamba.

Sin embargo, si bien existe consonancia en ese dato, no se brindan mayores referencias sobre quién fue la autoridad que designó a dicho Prefecto. Unos dicen que fue elegido por el pueblo al día siguiente de la revolución del 29 de octubre, otros que fue nombrado días después por los vocales de la Junta Provincial e inclusive por el Cabildo de Cochabamba.

Ni los unos ni los otros. La decisión de nombrar a Mariano Antezana como Prefecto de Cochabamba no nació internamente en esta provincia, sino que vino como una orden imperativa desde Jujuy, impartida por el general Martín Pueyrredón.

NOMBRAMIENTO. Informado de haberse restablecido la Junta Provincial a través de esa segunda revolución, el general Pueyrredón comunicó a la Junta de Gobierno de Buenos Aires —en un oficio de 17 de febrero de 1812, emitido desde el cuartel general de Jujuy— haber reconocido a Antezana en su calidad de Gobernador. Además informó que: “siendo esto lo propio que ya se ha ejecutado en Salta, por conferida facultad que tengo de V. E. para iguales reformas, he resuelto aprobar el nombramiento de dicho Antezana con el título de Prefecto de Provincia de Cochabamba, en lo político y real hacienda, esperando que V. E. se servirá remitir el despacho formal que en tales términos corresponde a ese superior gobierno”.

En otras palabras, Pueyrredón informó a sus superiores que, en ejercicio de sus competencias y de una similar decisión ejecutada para la provincia de Salta, había resuelto aprobar el nombramiento del gobernador Antezana, bajo el título de Prefecto, solicitando a la superioridad que formalizara la designación enviando el respectivo despacho.

Por su parte, el Cabildo de Cochabamba, habiendo recibido la orden del general Pueyrredón de 23 de enero de 1812, resolvió de forma unánime, según consta en acta de 18 de febrero de ese mismo año, ratificar a Mariano Antezana como Presidente de la Junta Gubernativa y Prefecto de la provincia de Cochabamba, “con el tratamiento, facultades, honras, distinciones y preeminencias que las leyes de 1782 conceden a los gobernadores intendentes”.

Los miembros del Cabildo manifestaron que sin variar “su actual método de gobierno en Junta”, acordaban “… unánimes, obedecer lo dispuesto por el ilustre general don Juan Martín Pueyrredón, posesionando inmediatamente al señor don Mariano Antezana en el empleo de Prefecto de Provincia, continuando entretanto la Junta presidida del mismo señor prefecto”. Acto seguido se procedió a recibir el juramento de fidelidad del primigenio Prefecto “a presencia de la imagen de Cristo crucificado, ofreciendo obrar legalmente con arreglo a las leyes y órdenes superiores”.

Es decir que Mariano Antezana, a partir de esa fecha y en acto formal ante el Cabildo de Cochabamba, adquirió oficialmente el rango de Prefecto, con posesión y juramento de rigor, por orden de Pueyrredón quien entonces era presidente de la Real Audiencia de Charcas y General en jefe del ejército auxiliar del Alto Perú; justo en una época en que se vivía un ambiente de guerra, pero en el que existía noción exacta de las jerarquías políticas y militares.

El 20 de febrero de 1812 el mismo Cabildo dirigió un oficio a Pueyrredón informándole haber conciliado positivamente la magistratura del Prefecto con la continuación de la Junta Gubernativa de Cochabamba, elogiando como dignos patriotas a los vocales Mariano Salamanca, Francisco Vidal y José Antonio Arriaga, y agradeciendo reverentemente a nombre del pueblo por haber colocado a Mariano Antezana en calidad de prefecto de la provincia.

BELGRANO. Dicho informe fue contestado desde Campo Santo (Salta), mediante oficio de 19 de abril de 1812, no por Pueyrredón, sino por su relevo, el general Manuel Belgrano, en el que expresaba su conformidad con el Cabildo de Cochabamba por haber logrado esa conciliación política y, a la vez, resaltaba el mérito de los ciudadanos cochabambinos que habían merecido el voto público y que ayudaban con sus penosas tareas al sostén de la causa de la libertad de la patria. (el texto completo de este oficio y de los documentos citados se encuentra en nuestro libro La segunda revolución de Cochabamba y la batalla de la Coronilla publicado por Plural Editores en 2011).

Cabe recordar que en la antigua Roma, el prefecto era un oficial de alto rango cuyas atribuciones abarcaban tanto el ámbito militar como el civil, tal el caso del praefectus civitatis (prefecto de la ciudad) que estaba destinado al gobierno de una determinada ciudad.

Si bien en el ámbito civil el prefecto estaba encargado de impartir justicia, administrar fondos públicos y velar por la seguridad pública, era en el ámbito militar donde sus funciones adquirían mayor relevancia porque se encargaba de organizar los campamentos y expediciones militares, atender el aprovisionamiento del ejército, obtener e inspeccionar armas, munición, materiales y pertrechos de guerra, y supervisar a comandantes, oficiales y tropa de caballería e infantería.

Para esos roles Mariano Antezana estaba plenamente calificado, por sus antecedentes de oficial graduado como Alférez en el ejército Real y como Capitán de Armas en la primera revolución del 14 de septiembre de 1810, títulos que seguramente fueron considerados para nombrarlo Prefecto, a lo que se habría sumado la necesidad de contar con una autoridad de esa naturaleza, ya era conocido por los dirigentes del Gobierno de Buenos Aires que en Cochabamba habían brotado las tendencias de insubordinación y facción militar.

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