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El nuevo amanecer de la literatura japonesa

En los últimos años, la narrativa del Japón ha concentrado la atención de las editoriales en lengua castellana. Se vive un verdadero ‘boom’

/ 19 de agosto de 2012 / 04:00

En los últimos años, la brújula literaria dio un giro de 180°: de apuntar a Latinoamérica pasó al continente asiático para explosionar en la tierra del sol naciente.

En los años 60 y 70 estalló el boom latinoamericano con jóvenes escritores que retrataron con pericia y magnificencia los exóticos paisajes y la realidad del continente, poco conocidos en el mundo en aquellos años. Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso y Julio Cortázar, entre otros, se consagraron como representantes de la literatura latinoamericana. Sin embargo, en el siglo XXI, en el mítico, tecnológico y no menos exótico Japón brillan y cautivan las plumas de Haruki Murakami, Banana Yoshimoto y Yasunari Kawabata y otros.

Pero esta atracción literaria va más allá de una flor de loto, un haikú, el sushi o las artes marciales. Es un placer literario más picante que el wasabi y más fuerte que el saque. Quizá esos ideogramas que se desdibujan en traducciones occidentales son los que nos llevan a mundos de un Japón perdido en recuerdos y fragmentos del pasado, pero con un presente moderno y novedoso donde yacen personajes únicos que nos abren su alma.

Una muestra de ello es Haruki Murakami cuyos libros desnudan el espíritu de sus personajes en una búsqueda incesante de amar y ser amados. Un deseo sublime y una fragilidad conmovedora que se impregnan en la letra de sus libros Kafka en la orilla, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Tokio Blues, After Dark, Sputnik mi amor, El fin del mundo y el despiadado país de las maravillas, entre otros.

La capacidad de Murakami para fusionar la realidad con la ficción es sorprendente y es un rasgo que caracteriza el estallido de la literatura japonesa actual. Relatos que por momentos son como una neblina donde lo impensable, las fantasías, deseos y memorias se entremezclan con el realismo para tejer una trama en una zona donde la frontera entre la vida real y la imaginada se confunde y fluye con naturalidad en el relato.

Esas imágenes, un tanto confusas y oníricas, suelen armar historias que encantan al lector como por arte de magia en su acercamiento a ésta la estética de la rareza. Un ejemplo es Kafka Tamura, el personaje principal del libro Kafka en la orilla. Murakami, quien suele perderse en sus sueños, plantea anhelos tan reales que hacen que el lector no diferencie la realidad de la fantasía en la que nos sumergen las vivencias del personaje.

En el boom de la literatura japonesa también hay voces femeninas, y la que más resalta es Banana Yoshimoto. Una prolífica escritora que comenzó a escribir mientras trabajaba de camarera en un restaurante de un club de golf en Tokio, y que ahora que ha desatado una bananomanía entre sus seguidores.

MAHOKO. Banana, cuyo nombre real es Mahoko, prefirió usar el pseudónimo que la asocia con las flores de la banana. La escritora reconoce a Stephen King como una de sus mayores influencias pero por sus obras fuera del género del terror. También reconoce la influencia del periodista y narrador Truman Capote y de Isaac Bashevis Singer. Su primera novela, Kitchen, fue un éxito inmediato —más de 60 ediciones en Japón y traducciones a más de 20 idiomas—, con la que ganó el Premio Umitsubame de Primera Novela y dio lugar a dos películas.

Como una geisha entrenada en el arte del té, Yoshimoto sabe deleitar y seducir con sus narraciones cercanas al lector. Sus historias se desarrollan alrededor de personajes jóvenes de grandes ciudades, mostrando un gran interés por los detalles y lo cotidiano. Sus temas giran en torno a la muerte, el adulterio y la sexualidad.

La muerte es una temática recurrente en el boom de la literatura japonesa. No hay historia en la que no parta al mundo de los muertos algún personaje. Pero la muerte más allá de ser un ornamento de la trama es un elemento identitario de la cultura nipona. La vida más allá de la muerte y el mundo desconocido donde llegan los que ya dejaron la vida son escenarios en los que los personajes también cuentan sus historias. Son otros mundos que rompen el concepto clásico del cielo e infierno y son espacios de monólogos y reminiscencias. Vale la pena citar una frase de la autora: “Quiero seguir sintiendo a toda costa que algún día he de morir.

De otro modo, no sentiría que estoy viviendo. Por eso, mi vida es así”.

Pero un poco más atrás de estos jóvenes escritores están los precursores del boom de la literatura japonesa: el premio Nobel de Literatura de 1968, Yasunari Kawabata, fue uno de los primeros. Este tokiota destaca por su pericia narrativa, capaz de expresar la idiosincrasia de la cultura japonesa con enorme sensibilidad. Sus libros dejan a flor de piel las emociones humanas con un delicado lenguaje de impresionante belleza lírica. Sus temas intimistas giran en torno a lo amoroso, son exploraciones de la soledad y de las delicadas relaciones del humano con los otros humanos y con la naturaleza que le rodea.

SOLEDAD. Kawabata quedó huérfano a los 15 años y sin ningún familiar que cuidara de él. Saboreó la soledad, una soledad profunda que sabe sublimar en sus textos. En 1925 publicó Diario íntimo de mi decimosexto cumpleaños. Sin embargo, su estilo cobró verdadera personalidad y madurez en los relatos de La bailarina de Izu (1926). Kawabata es de aquellos escritores cuya sensibilidad les permite meterse en la piel de sus personajes femeninos. Una prueba de ello es su obra cumbre, País de nieve (1937), que narra la relación entre una geisha que ha perdido la juventud y un insensible hombre de negocios.

Otro aspecto sobresaliente de la narrativa japonesa contemporánea es la reminiscencia, la añoranza del pasado. Kenzaburo Oé, digno representante de la literatura nipona y también Premio Nobel, añora las vivencias de su infancia. En su novela La Presa narra sus recuerdos tempranos. Con esta obra ganó en 1958 el premio Akutagawa.

El boom de la literatura japonesa nos brinda un puente de acercamiento con el país del sol naciente, un lugar que parece tan lejano y enigmático pero al que podemos mirar hoy a través de sus escritores y sus libros.

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El mundo abigarrado de H. Murakami

El narrador japonés ha pasado de autor de culto a uno de los escritores más reconocidos en el mundo occidental

/ 22 de julio de 2012 / 04:00

La escritura de Haruki Murakami es una mezcla abigarrada   y única de lo humorístico surrealista  y al mismo tiempo refleja la soledad y una enorme necesidad de amor en cada uno de sus personajes de un modo que conmueve tanto a lectores orientales como occidentales. Nacido en Kioto en 1949 y licenciado en literatura y  teatro griego, Murakami fue elevado al éxito gracias a su prolífica pluma en la novela Norwegian Wood, que le permitió dejar su natal Japón para residir en Europa y Norteamérica.

Sus novelas suelen tener temas, títulos y argumentos relacionados con alguna canción como: Dance, Dance, Dance (de The Dells), Norwegian Wood (los Beatles) y South of the Border, West of the Sun (la primera parte es el título de una canción del norteamericano Nat King Cole).

Esta afición por la música quizá se relacione con su primer trabajo: mientras cursaba sus estudios universitarios, trabajó en una tienda de discos; y en 1995, cuando regresó al Japón, fundó un club de música.

Murakami regresó a su país natal tras el terremoto de Kobe, sitio donde pasó su infancia, y el ataque con gas sarín que la secta Aum Shinrikyo (‘La Verdad Suprema’) perpetró en el metro de Tokio. Estos dos acontecimientos marcarían las ideas literarias de Murakami, quien más tarde escribiría sobre ambos sucesos en su producción literaria.

Además, la pluma de Murakami se da la libertad de desdibujar la realidad y sus trazos hacen que lo antagónico como el día o la noche, el bien o el mal, la luz o la oscuridad y, desde luego, un mundo real y otro ficticio se den la mano tornándose el ornamento de las historias que narra. Quizá esto se dé porque la generación de escritores a la que pertenece fue influenciada por la literatura contemporánea norteamericana. Ha traducido a Tobias Wolff, Francis Scott Fitzgerald, John Irving o Raymond Carver, a los que admira y considera indudables maestros.

A finales de 2005, Murakami publica una colección de cuentos llamada Tokyo Kitansho, traducido libremente como Misterios tokiotas. También ha editado una antología de relatos llamada Historias de cumpleaños, que incluye historias de escritores angloparlantes y también una suya. 

La afamada editorial Tusquets de Barcelona (España) ha publicado en castellano: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo; Tokio blues: (Norwegian Wood); Kafka en la orilla; Sputnik, mi amor; Al sur de la frontera, al oeste del sol; Sauce ciego mujer dormida, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas; After dark; y De qué hablo cuando hablo de correr. Por su parte, la editorial Anagrama ha publicado su libro La caza del carnero salvaje.

Este japonés es uno de los pocos autores que ha pasado de un escritor de culto a un autor de prestigio y reconocimiento en el mundo occidental contemporáneo. Ha recibido varios premios, como el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Frank O’Connor, el Franz Kafka o el Jerusalem Prize. Ha sido distinguido también con la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno español, y ha recibido el XXIII Premio Internacional de Cataluña 2011.

Protesta social y libertad de expresión en América Latina

El derecho a disentir es lo propio de las sociedades democráticas, dice el comunicador colombiano Omar Rincón en la Introducción al libro Vamos a portarnos mal. Protesta social y libertad de expresión en América Latina. “Y la protesta es el ejercicio activo de la libertad de expresión” continúa el director del Centro de Competencia en Comunicación de la Fundación Friedricht Ebert, editora del volumen.

El libro está integrado por 17 relatos periodísticos que retratan la protesta social en igual número de países de América Latina, de sur a  norte, desde Argentina hasta México. Es, por lo tanto, un recorrido vivo —desde el lenguaje y las armas del relato periodístico— por las demandas y las consecuentes movilizaciones de diversos sectores sociales del continente.

Los 17 relatos —de Bolivia se publica “El 11-S de los indígenas cruceños” de Gisela López Rivas— están enmarcados por dos textos analíticos:  “Protesta, derechos y libertad de expresión” de Eleonora Rabinovich y “La efervescencia de la protesta social” de Ana Lucía Magrini.

La positiva recepción del libro en Bolivia motivo a la Fundación Ebert a imprimir una edición nacional. Esta edición reproduce íntegramente la edición internacional y tiene además una “yapa”: una crónica de la VIII marcha de los indígena de tierras bajas en defensa del TIPNIS escrita por Gustavo Guzmán, destacado periodista boliviano y eventual marchista solidario. Un ejemplo de la relación entre protesta social y crónica periodística.

‘Semblanzas ignoradas de nuestro pueblo’

En 2011, el Archivo y la Biblioteca Nacionales de Bolivia, con sede en Sucre, convocaron al concurso “Semblanzas ignoradas de nuestro pueblo”. El certamen tenía como finalidad  “promover la investigación biográfica desarrollada sobre la base del uso de fuentes documentales escritas u orales para rescatar la vida de personajes populares bolivianos que hayan vivido hasta la primera mitad del siglo XX”.

Un jurado integrado por los historiadores William Lofstrom Masterson y Pilar Mendieta Parada y por el escritor Máximo Pacheco Balanza decidió otorgar el primer premio a la obra Manuel María Camacho Medrano. Semblanza del gigante de Jaihuayco (1899-1952) de Albert Quispe Escóbar. El segundo premio fue para El doblemente emigrado don José de Nestares: Entre los últimos años de la Colonia y los albores de la Independencia de Edwin Arciénega Toro. Las dos biografías ganadoras fueron publicadas en un mismo volumen por los auspiciadores del concurso.

Ambos relatos se caracterizan por el rigor de la información que les permite recrear la vida de los biografiados y por la amenidad con lo que lo hacen. La historia del Gigante Camacho no es desconocida, pero se la ha confundido frecuentemente con la anécdota y la leyenda. Un mérito de la obra de Quispe es documentar cada uno de los momentos de la vida de este personaje, desde su nacimiento en Cochabamba hasta su desaparición en Buenos Aires (no hay datos ciertos sobre su muerte).    

Por su parte, Arciénega revela a un personaje que vivió la transición entre la Colonia y la Independencia en Charcas. Fue un hombre de sociedad, relacionado con las elites de la ciudad, próspero comerciante y dueño de haciendas, pero se declaró  “adicto” a la causa patriótica, lo que lo llevó a morir en el exilio en la Argentina.

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