Icono del sitio La Razón

‘Cuando nadie los escucha…’

El compositor boliviano Carlos Gutiérrez ha imaginado la música que hacen los jintilis cuando nadie los escucha. Pero, ¿quiénes son los jintilis?
El propio Gutiérrez los describe: “Los jintilis son los antiguos, los primeros seres que habitaron el mundo. Ahora se los puede ver momificados al interior de largas torres funerarias. Muchos otros quedaron petrificados en las entrañas de la tierra”. Esos son los jintilis y —no hay razón para no dar crédito al compositor— hace música cuando nadie los escucha.

La obra de Gutiérrez formó parte del programa que el Ensamble de Cámara de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (ECOEIN) interpretó el viernes 31 de agosto en su concierto en el Teatro Achá de Cochabamba. El elenco —integrado por Carlos Gutiérrez, Daniel Calderón, Carlos Nina, Andrea Álvarez y Cergio Prudencio—, en la víspera de su viaje y para poner a punto sus interpretaciones, ofreció una audición en La Paz. De ella provienen estas impresiones.   

El programa del ECOEIN se abrió con dos obras ya conocidas y grabadas: Austeras (1975-1977) del argentino Óscar Bazán y Sawata saltanakani (Tejido con figuras), obra compuesta por Cergio Prudencio para el debut de esta agrupación en Montevideo en 2003.

  La novedad de las presentaciones del Ensamble de Cámara fue la interpretación de …bajo otros cielos (2011) de la argentina-uruguaya Graciela Paraskevaídis —una experiencia “espacio-temporal de juegos tímbricos y gestuales”, al decir de la propia compositora— y el estreno de dos obras: la ya mencionada Jintili de Carlos Gutiérrez y Rítmicas paceñas (Tejidos rebeldes III) del costarricense Alejandro Cardona.

Carlos Gutiérrez es pese —o más bien gracias— a su juventud un experimentado intérprete, compositor y director de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos. Este elenco en 2009 grabó una desafiante —y, en el mejor sentido del término, teatral— composición suya titulada Siythü.
En Jintili, con una instrumentación mínima, Gutiérrez logra un impresionante viaje interior. Interior por lo menos en dos sentidos o direcciones.

Por un lado, hacia ese territorio ambiguo y profundo de los muertos (acaso el manqa pacha del orden andino de las cosas); y, por otro lado, hacia la interioridad del propio cuerpo. Las diminutas cañas que los intérpretes ejecutan con minuciosa y tensa perfección diseñan una densa filigrana que se desplaza pautada por una honda respiración. Es el cuerpo —o los cuerpos— los que hacen la música.

 Por su parte, las Rítmicas paceñas de Cardona desde su título hacen una doble referencia: a la música del cubano Amadeo Roldán y a la obra de Jaime Saenz. Así, podría decirse que las cinco piezas que integran este breve ciclo son una suerte de imágenes paceñas fuertemente marcadas, cada una, por una intención rítmica precisa. Cardona parece disfrutar —y con él los escuchas— de las muchas posibilidades que le ofrecen los instrumentos andinos.