Hace pocos días, en el Centro Patiño de Cochabamba, se rindió homenaje a Luis H. Antezana J., Cachín, por su larga trayectoria y obra de aporte sustantivo a la literatura y a las ciencias sociales de Bolivia.

Valoro la iniciativa de Patiño de poner en primer plano el aporte cultural de vida de personas que, por lo general, lo hicieron de manera silenciosa, casi en el anonimato, humildemente y sin esperar recompensas de ningún tipo. Cachín, así como muchos otros, está entre ellos y ellas; y hoy le tocó tal reconocimiento que no sólo es institucional sino social.  

Cachín es el mayor de la familia Antezana Juárez. Dada la distancia de edad,  los menores de la familia sólo tuvimos un contacto puntual con él, dado que se fue de la casa siendo adolescente. Sin embargo, cuando se fue —eso lo supe muchos años después— los mismos síntomas de un virus casi genético habían penetrado en nuestros espíritus: el cine, el fútbol, la literatura…  

Cachín mencionó en el evento que toda su obra se la debe a otros, porque sin ellos, no habría obra: familia, amigos, escritores, lectores, alumnos, discípulos… y él mismo, que es otro gracias a esta cadena/tejido en movimiento.

Hubo un Big Bang en la obra de Cachín. Un momento axial de inicio que disparó un dispositivo dormido en su persona. Ese momento inicial tiene que ver con otra pasión: la matemática, los sistemas lógicos y abstractos de pensamiento. Fue gracias a la matemática que llegó a estudiar Ingeniería Electrónica en la Argentina. Sus bases lógicas le permitieron, algunos años después, ingresar al mundo de Jorge Luis Borges, bucear en él, para luego escribir en Lovaina, Bélgica, su ya célebre tesis doctoral titulada Álgebra y fuego. Y es justamente este título el que resume mejor su obra y me clarifica el porqué está felizmente animada por una enfermedad —en cierta medida familiar—: el “fuego” por las historietas, el fútbol, el cine, la literatura… Pero hay también la otra parte que es sólo suya: el álgebra, ese dispositivo/pasión que al estallar permitió el desarrollo de una personalidad de vanguardia en la cultura boliviana.

Esto explica también, de alguna manera, el contenido y la forma de su obra. Éste es un aporte incuestionable a las ciencias sociales y a la literatura boliviana porque ordenó/leyó de manera lógica y sistemática lo que estaba desordenado y poco valorado (álgebra). Pero, también, puso sus lecturas a disposición de un público amplio y no científico ni académico de manera amigable, accesible y con pasión (fuego).

La velada en Patiño demostró el gran cariño que  le tiene Cochabamba y Bolivia a una personalidad que contribuyó a visibilizar la gran literatura boliviana en el contexto nacional e internacional, así como aportó y aporta a las ciencias sociales y a la cultura. Es de destacar el documental presentado por la Fundación Patiño que nos presenta un perfil de Cachín donde el álgebra es fuego y viceversa.