Hace un par de meses, caminando por la avenida Reforma en México, pasé delante de la librería de Conaculta y sentí que desde la vitrina me miraban. Era Blanca, con una mirada un tanto melancólica, desde la portada de una antología de su poesía, realizada por Rodolfo Häsler y publicada por María Luisa Passarge en la editorial independiente La Cabra. En la vitrina estaba junto a Dostoyevski y a San Agustín, bien acompañada.

Por “razones técnicas”, como diría Cortázar, no nos vimos mucho en los últimos años de su vida. Nuestro contacto fue esporádico. (…) Caminando suelo pisar en la avenida Camacho sus versos sobre La Paz escritos en bronce: “Estás hecha de luz y de montaña / de jirones de piedra y ríos / que te trenzan al descender”.  

Esos recuerdos, así como la fecha de su nacimiento (23 de septiembre de 1947) y de su muerte (16 de octubre de 2003) me sirven de excusa para referirme ahora al documental El rigor de la llama (2006, 91 minutos) realizado por Leonardo García Pabón, cuyo eje son entrevistas, además de hermosas fotografías del archivo personal de Blanca, lectura de sus poemas, música de Alberto Villalpando y el extracto de una entrevista que le hizo Carlos D. Mesa en su programa De cerca.

La conversación es reveladora gracias a esa confianza que existía con Leonardo. Blanca narra su historia desde el principio, una de cinco hermanos, de padre alemán llegado a Bolivia en septiembre de 1938, y madre chilena de origen alemán.

Como ha sucedido con otros escritores migrantes, el castellano de Blanca cuando niña “era de cuarta categoría”, pero con acento “paceño y miraflorino”: “hasta ahora el abecedario sólo lo sé en alemán”. Con los años se hizo un castellano límpido, preciso y poético. El esfuerzo de adoptar un idioma que no es el propio suele resultar en un manejo excepcional del idioma adquirido. Es el caso de Blanca en su lucha por gobernar el lenguaje. “No hablaba bien ningún idioma”, recuerda, porque en la familia hablaba alemán y con los amigos castellano. La impresión de vivir “un doble exilio” la acompañó muchos años.

Su amistad con Jaime Saenz, es uno de lo hitos más importantes en su vida. (Blanca usa la expresión “para mi coleto”, que Jaime solía usar). En adelante su literatura estará marcada por esa relación, porque Jaime la apoya de manera decidida, cree en ella, comenta lo que Blanca escribe, se entusiasma con aquellos versos que le gustan. Y más aún, Jaime hace publicar el primer libro de poemas de Blanca.

Hay mucho más en el video El rigor de la llama, donde Blanca se adelanta a su muerte: “He despertado demasiado temprano a la posibilidad de morirme”, “tengo miedo al modo de morir, no a la muerte misma”, reiterando algo que había dicho cuando tenía 17 años: “Yo quería vivir mi muerte”.  

(Fragmentos del artículo del escritor y periodista Alfonso Gumucio Dagrón publicado en su blog ‘Bitácora memoriosa’.)