En una de las últimas novelas del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, Palacio Quemado (Alfaguara), recuerdo que la descripción de la sede del gobierno sudamericano y sus interioridades, poco tiempo antes de que accediera al poder el dirigente indigenista Evo Morales, me pareció en espíritu muy cerca a los textos televisivos del guionista norteamericano Aaron Sorkin. Sobre todo al guion de la serie El ala Oeste de la Casa Blanca. No estoy diciendo que la novela de Paz Soldán me recordara dicho guion por su estructura, sino, subrayo, por esa manera tan norteamericana de penetrar en los entresijos de esa sala de máquinas que es la sede de cualquier gobierno, llámese Palacio Quemado, Casa Rosada, La Moneda, El Elíseo o La Moncloa. No recuerdo ahora mismo ninguna novela latinoamericana que haga esa operación de ficcionalización de un escenario gubernamental como el que hace Paz Soldán. Que esto suceda no es casual, toda vez que no son pocos los autores de América Latina que se sienten atraídos por las cuestiones políticas, económicas y sociales que aquejan a las administraciones norteamericanas.

El mismo Paz Soldán, que imparte clases en la universidad de Cornell, suele dar conferencias sobre inmigración. Este dramático asunto, lo podemos ver tratado en distintos registros literarios en autores como la colombiana Laura Restrepo, el dominicano (residente en los Estados Unidos) Junot Díaz, el chileno (nacido en Argentina) Ariel Dorfman y el peruano Daniel Alarcón.

Habrá que leer Hot Sur, la nueva novela de Laura Restrepo para ver su visión más reciente, más contemporánea de Estados Unidos. De Junot Díaz leímos La maravillosa vida breve de Oscar Wao: está aquí la transfiguración ficcional de la propia experiencia personal del autor como integrante de una familia inmigrante en la América de los sueños convertidos en pesadillas. No me sorprendió que Daniel Alarcón eligiera como libros de cabecera los textos de ensayo Zeitoun y Random Family, de los norteamericanos Dave Egger y Adrian Nicole Le Blanc respectivamente: el primero trata de la tragedia de Katrina en Nueva Orleans y el segundo del Bronx. De Ariel Dorfman se pudo leer su ensayo Para leer el Pato Donald, en colaboración con Armand Mattelart. Ese libro, clave en la producción desmitificadora de los años 70, nos introduce en los mecanismos de la cultura norteamericana de masas para penetrar en los mercados latinoamericanos.

La ficción, el ensayo o el artículo de opinión de la “intelligentia” latinoamericana se caracterizaron siempre, respecto a la oficiosa metrópoli del Norte, por un propósito desenmascarador. Ahora, a ello se suman jóvenes novelistas (que escriben en inglés), como algunos de los citados más arriba, que desde dentro del sistema norteamericano, elaboran un discurso de la crítica desnuda desde el compromiso cívico e intelectual que les exige su condición de ciudadanos norteamericanos comprometidos.