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Tributo al historiador británico. Eric Hobsbawm

Atravesó el siglo XX como un testigo privilegiado e hizo del marxismo no una doctrina, sino un método de análisis histórico

/ 11 de noviembre de 2012 / 04:00

“Las propias estructuras de las sociedades humanas, incluyendo algunos de los fundamentos sociales de la economía capitalista, están en situación de ser destruidas por la erosión de nuestra herencia del pasado. Nuestro mundo corre riesgo a la vez de explosión e implosión, y debe cambiar”.

Eric Hobsbawm.
Historia del Siglo XX

Ser historiador fue para Eric Hobsbawm (1917-2012) un compromiso político-social. Pero esto, que se presenta a primera vista como algo sencillo, fue alcanzado por pocos como él, uno de los historiadores más representativos del siglo XX por sus aportes, sus ideas y visión sobre la historia.

En Bolivia, la historiografía (con excepciones) pasó por alto el marxismo no sólo como filosofía, sino también como ideología. No obstante, la historiografía boliviana tiene una deuda intelectual con la obra de Hobsbawm. La trilogía La era de las revoluciones 1760-1848, La era del Capital 1848-1875, La era del Imperio 1875-1914 y su Historia del Siglo XX  están dirigidas sobre todo a los universitarios y a toda persona interesada en explorar los complejos procesos económico-sociales que marcaron la historia del mundo, con rigurosidad y sin caer en las estructuras simplistas de manual que de algún modo imperan en la forma de divulgar la historia a los escolares y al lector común ávido de conocerla.

Al acercar la historia a los universitarios y al gran público, Hobsbawm logró mantenerse vigente en el tiempo con muchas ediciones de sus libros, en varias lenguas, rompiendo barreras geográficas y generacionales, facilitando conocer la historia mundial de una manera particular, contribuyendo a nutrir la historia “del mundo” con la aspiración de construir una historia “total” hecha por individuos y colectivos con planteamientos políticos alternativos.

Con los ojos de la famosa escuela inglesa de historia, estos textos son un referente del análisis social, del marxismo aplicado a la historia. Eric Hobsbawm  —junto a Edward Thompson, Christopher Hill y George Rudé— fue uno de los más connotados practicantes de la “historia desde abajo” que permitió recuperar de la crónica roja a cientos de obreros, bandidos, anarquistas, marxistas, socialistas, mujeres obreras y profesionales, y otros sectores de la sociedad europea transformada por la Revolución Industrial.

Algunos historiadores ingleses actuales, como Allan Knight, sostienen que Hobsbawm no fue lo más representativo de esa escuela, sino quizás una excepción por la amplitud y profundidad de su interpretación. Aunque no fue un especialista en la historia de América Latina, sus conexiones e interpretaciones permiten integrar a nuestra región dentro de una visión comparativa a lo largo y ancho del globo. Hobsbawm escapó a la historia súper especializada en la política o la economía; la suya es una historia socioeconómica que no deja de lado las transformaciones culturales (era también crítico de jazz). Impresiona la capacidad de síntesis de sus textos, que abordan problemas complejos con una escritura fluida, irónica, logrando integrar amplios ámbitos de la historia política, social, económica y cultural.

Aunque en algunos aspectos fue eurocéntrico, fue quizás su natal Alejandría (Egipto) la que le dio un aire distinto desde el otro lado del Mediterráneo, por lo que propendió a una interpretación mundializada de la historia de los siglos XIX y XX. A través de la trilogía de lo que denominó el “largo siglo XIX”, y mediante una ingeniosa técnica historiográfica, Hobsbawm fue capaz de contar una historia y al mismo tiempo explicar la trama de un siglo, que fue largo porque presenció una transformación sin precedentes en todas sus estructuras sociales.

La “era de los extremos” o el “corto siglo XX”, como Hobsbawm se refería a dicho siglo, es abordado en su libro Historia del Siglo XX introduciéndonos en una lectura mucho más íntima.  

Su obra no estuvo exenta de polémica, particularmente con relación a la Revolución Industrial a la que estudió con los ojos del campesino empujado a ser pionero de las ciudades industriales, abriendo el camino para estudiar el papel del plus colonial en la primera Revolución Industrial, y la formación de la clase obrera inglesa. Como estudioso de la sociedad y la política, acuñó el concepto de “doble revolución” para referirse a la sincronía del proceso generado por la Revolución Industrial y la Revolución Francesa y el no menos feliz título de su libro La invención de la tradición con el que introdujo el debate sobre la construcción de las bases del Estado-Nación moderno nacido de la doble revolución, y el desarrollo histórico del principio integrador de ese proyecto político europeo en Naciones y nacionalismo.  

Su evaluación de la experiencia soviética también provocó polémica. Se ha dicho que como militante del Partido Comunista inglés no fue lo suficientemente crítico con la historia de la URSS. Pero, al contrario, otros encuentran que en sus líneas él mismo describe las fuertes tensiones que produjo la existencia del Estado Soviético como una permanente autocrítica, para seguir planteándose al marxismo como opción emancipadora. Y éste es otro punto sumamente importante de su obra, pues a pesar de ser marxista, no fue dogmático ni ortodoxo, no trató de convencer al lector a través de un panfleto o una proclama ideológica, sino que presenta al marxismo como una metodología de investigación de la historia, tanto como una alternativa para conocer y enfrentar al capitalismo.

La historia no la hacen ni la piensan, ni la resuelven únicamente los individuos. Esto es lo que nos enseña Hobsbawm, librando al propio Marx del estupor y la condena a que pudieron haberlo conducido los fallidos experimentos del siglo XX de aplicación de la propuesta marxista o las lecturas dogmáticas que trataron de convertir su pensamiento en una práctica cerrada y unidireccional. La amplia obra de Hobsbawm nos motiva a escribir historias sin segmentos estudiando la sociedad como una totalidad, a plasmar la historia con ideas claras, a intervenir en los debates de la historiografía, escribiéndola bajo una perspectiva que contribuya a la construcción de sociedades más conscientes de su realidad.

Hobsbawm fue un hombre del siglo XX que nació el año de la Revolución Rusa, vivió al calor de las transformaciones provocadas por las dos guerras mundiales y sus secuelas, y partió durante las Revoluciones árabes. Murió como vivió. Supo trascender no como caudillo ni como profeta, sino como pensador, que es lo más importante.

El Colectivo de Histori@ está integrado por docentes y estudiantes de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés: Esther Aillón,  Valeria Silva, Tomás Fernández, Juan Pablo Neri, Giovanni Bello y  Roberto Tórrez.

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Tributo al historiador británico. Eric Hobsbawm

Atravesó el siglo XX como un testigo privilegiado e hizo del marxismo no una doctrina, sino un método de análisis histórico

/ 11 de noviembre de 2012 / 04:00

“Las propias estructuras de las sociedades humanas, incluyendo algunos de los fundamentos sociales de la economía capitalista, están en situación de ser destruidas por la erosión de nuestra herencia del pasado. Nuestro mundo corre riesgo a la vez de explosión e implosión, y debe cambiar”.

Eric Hobsbawm.
Historia del Siglo XX

Ser historiador fue para Eric Hobsbawm (1917-2012) un compromiso político-social. Pero esto, que se presenta a primera vista como algo sencillo, fue alcanzado por pocos como él, uno de los historiadores más representativos del siglo XX por sus aportes, sus ideas y visión sobre la historia.

En Bolivia, la historiografía (con excepciones) pasó por alto el marxismo no sólo como filosofía, sino también como ideología. No obstante, la historiografía boliviana tiene una deuda intelectual con la obra de Hobsbawm. La trilogía La era de las revoluciones 1760-1848, La era del Capital 1848-1875, La era del Imperio 1875-1914 y su Historia del Siglo XX  están dirigidas sobre todo a los universitarios y a toda persona interesada en explorar los complejos procesos económico-sociales que marcaron la historia del mundo, con rigurosidad y sin caer en las estructuras simplistas de manual que de algún modo imperan en la forma de divulgar la historia a los escolares y al lector común ávido de conocerla.

Al acercar la historia a los universitarios y al gran público, Hobsbawm logró mantenerse vigente en el tiempo con muchas ediciones de sus libros, en varias lenguas, rompiendo barreras geográficas y generacionales, facilitando conocer la historia mundial de una manera particular, contribuyendo a nutrir la historia “del mundo” con la aspiración de construir una historia “total” hecha por individuos y colectivos con planteamientos políticos alternativos.

Con los ojos de la famosa escuela inglesa de historia, estos textos son un referente del análisis social, del marxismo aplicado a la historia. Eric Hobsbawm  —junto a Edward Thompson, Christopher Hill y George Rudé— fue uno de los más connotados practicantes de la “historia desde abajo” que permitió recuperar de la crónica roja a cientos de obreros, bandidos, anarquistas, marxistas, socialistas, mujeres obreras y profesionales, y otros sectores de la sociedad europea transformada por la Revolución Industrial.

Algunos historiadores ingleses actuales, como Allan Knight, sostienen que Hobsbawm no fue lo más representativo de esa escuela, sino quizás una excepción por la amplitud y profundidad de su interpretación. Aunque no fue un especialista en la historia de América Latina, sus conexiones e interpretaciones permiten integrar a nuestra región dentro de una visión comparativa a lo largo y ancho del globo. Hobsbawm escapó a la historia súper especializada en la política o la economía; la suya es una historia socioeconómica que no deja de lado las transformaciones culturales (era también crítico de jazz). Impresiona la capacidad de síntesis de sus textos, que abordan problemas complejos con una escritura fluida, irónica, logrando integrar amplios ámbitos de la historia política, social, económica y cultural.

Aunque en algunos aspectos fue eurocéntrico, fue quizás su natal Alejandría (Egipto) la que le dio un aire distinto desde el otro lado del Mediterráneo, por lo que propendió a una interpretación mundializada de la historia de los siglos XIX y XX. A través de la trilogía de lo que denominó el “largo siglo XIX”, y mediante una ingeniosa técnica historiográfica, Hobsbawm fue capaz de contar una historia y al mismo tiempo explicar la trama de un siglo, que fue largo porque presenció una transformación sin precedentes en todas sus estructuras sociales.

La “era de los extremos” o el “corto siglo XX”, como Hobsbawm se refería a dicho siglo, es abordado en su libro Historia del Siglo XX introduciéndonos en una lectura mucho más íntima.  

Su obra no estuvo exenta de polémica, particularmente con relación a la Revolución Industrial a la que estudió con los ojos del campesino empujado a ser pionero de las ciudades industriales, abriendo el camino para estudiar el papel del plus colonial en la primera Revolución Industrial, y la formación de la clase obrera inglesa. Como estudioso de la sociedad y la política, acuñó el concepto de “doble revolución” para referirse a la sincronía del proceso generado por la Revolución Industrial y la Revolución Francesa y el no menos feliz título de su libro La invención de la tradición con el que introdujo el debate sobre la construcción de las bases del Estado-Nación moderno nacido de la doble revolución, y el desarrollo histórico del principio integrador de ese proyecto político europeo en Naciones y nacionalismo.  

Su evaluación de la experiencia soviética también provocó polémica. Se ha dicho que como militante del Partido Comunista inglés no fue lo suficientemente crítico con la historia de la URSS. Pero, al contrario, otros encuentran que en sus líneas él mismo describe las fuertes tensiones que produjo la existencia del Estado Soviético como una permanente autocrítica, para seguir planteándose al marxismo como opción emancipadora. Y éste es otro punto sumamente importante de su obra, pues a pesar de ser marxista, no fue dogmático ni ortodoxo, no trató de convencer al lector a través de un panfleto o una proclama ideológica, sino que presenta al marxismo como una metodología de investigación de la historia, tanto como una alternativa para conocer y enfrentar al capitalismo.

La historia no la hacen ni la piensan, ni la resuelven únicamente los individuos. Esto es lo que nos enseña Hobsbawm, librando al propio Marx del estupor y la condena a que pudieron haberlo conducido los fallidos experimentos del siglo XX de aplicación de la propuesta marxista o las lecturas dogmáticas que trataron de convertir su pensamiento en una práctica cerrada y unidireccional. La amplia obra de Hobsbawm nos motiva a escribir historias sin segmentos estudiando la sociedad como una totalidad, a plasmar la historia con ideas claras, a intervenir en los debates de la historiografía, escribiéndola bajo una perspectiva que contribuya a la construcción de sociedades más conscientes de su realidad.

Hobsbawm fue un hombre del siglo XX que nació el año de la Revolución Rusa, vivió al calor de las transformaciones provocadas por las dos guerras mundiales y sus secuelas, y partió durante las Revoluciones árabes. Murió como vivió. Supo trascender no como caudillo ni como profeta, sino como pensador, que es lo más importante.

El Colectivo de Histori@ está integrado por docentes y estudiantes de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés: Esther Aillón,  Valeria Silva, Tomás Fernández, Juan Pablo Neri, Giovanni Bello y  Roberto Tórrez.

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