Un periodista es, en buenas cuentas, nada más que un chismoso. Es decir, lleva cuentos que, eso sí, debe haber verificado, contrastado, contextualizado. Chismes profesionales, digamos. En temas culturales, la cosa se pone sabrosa; pero también complicada. Un periodista cultural, sobre todo en Bolivia, tiene que saber de todo: cine, teatro, artes plásticas, música, arqueología, instalaciones, literatura, artes visuales, legislación cultural, artes urbanas, ballet, danza contemporánea… Cada rubro, además, ¡un mundo!

La danza reclama, con todo derecho, su espacio en los medios de información. El público no reclama —al menos, visiblemente—, pero igualmente tiene el derecho de saber lo que estando a su alcance. puede conocer, aprovechar, disfrutar.
Terrible responsabilidad la del periodista: tiene que estar enterado y enterar. Lo que implica, en el tema de la danza, saber de lo que está

hablando. Y no es fácil, pues este arte ha desarrollado una serie de códigos que hay que saber leer para traducir: del lenguaje corporal, visual, a la palabra.

Esa traducción tiene por sobre todo que ser interesante y comprensible. Cualquier hijo de vecino debería poder entender de lo que se está hablando. Pero además, y lo más importante, ese hijo de vecino debería movilizarse, sentirse impelido a ver con sus propios ojos aquello de lo que se le está informando.

Al chismoso le mueve aquello que sospecha puede ser sabroso para compartir. Al periodista también. “Tener olfato” se le llama. El problema está en que, con tanto que olfatear, no siempre le es fácil distinguir. Ocurre que muy poco hay escrito sobre la danza en Bolivia, menos sobre la danza contemporánea: estilos, corrientes, búsquedas, historia, trayectorias y códigos.

¿Qué hacer? Porque cuando como periodista se asiste a un espectáculo y  el cuerpo, tan nuestro, despliega en movimientos conceptos y sentimientos que ni habíamos sospechado hasta ese momento, el chismoso esencial, tan nuestro también, se inquieta. Quiere salir de la sala para contarles a todos sobre algo que no deberían perderse. El problema es que muchas veces decir pan al pan y vino al vino, en materia de danza contemporánea, es misión titánica. ¿Qué es contemporáneo, por ejemplo?  

Lo que se necesita es encontrar la forma de, entre todos —bailarines, coreógrafos, periodistas—, igualar el paso. Una forma sería crear canales de información más efectivos: de los creadores a los periodistas, de tal manera que ambos entren en ritmo.

Esta semana, del 11 al 15, nos vamos a reunir periodistas, coreógrafos y bailarines en el evento DanZénica. El miércoles 12, a las 09.00, vamos a ver si los chismosos logramos igualar el paso. El objetivo es el mismo: atraer al público a espacios de goce estético. ¿Que es un sueño? En Alemania, según estadísticas de la Deutschen Bühnenverein, las artes escénicas convocan a más gente que el fútbol, allí los teatros son la pasión de multitudes. Eso queremos: meter más goles desde el arte, desde la danza.