Chagall, de la guerra a la paz
Un centenar de obras de Marc Chagall se exponen en el Museo de Luxemburgo
Un merecido galardón se ganaron los organizadores de la mayor retrospectiva dedicada a Marc Chagall, pintor bielorruso por nacimiento y francés por vocación. Fueron préstamos concedidos por 21 museos y galerías de ocho países los que posibilitaron acopiar 105 óleos, tintas y carbones del maestro, para acomodarlos en los salones del Museo Luxemburgo de París.
Distribuidas en cuatro etapas, en sus obras se puede ver su inspiración figurativa, con atisbos de cubismo y surrealismo, desde su inicio en Rusia, durante la guerra, siguiendo la efímera paz, entre los dos conflictos mundiales, su exilio en Estados Unidos y, finalmente, el retorno a Francia, donde saboreó la gloria y pasó sus últimos días en Saint Paul de Vence, hasta su muerte a los 97 años en 1985.
Si la obra continúa maravillándonos, es también su vida que asombra por su longevidad y perseverancia. Nació en Vitebsk, donde más tarde lo sorprendió la Revolución Rusa. Se acopló con entusiasmo a la rebelión en sus albores, para asumir la ingrata tarea de comisario regional de artes hasta 1919. Desencantado por los excesos bolcheviques, logró emigrar primero a Berlín y luego a París. Allí consolidó su estilo. La crítica y los mercaderes comenzaron a apreciar esa audaz espátula, cuyo éxito compartió con Bella, su primera esposa. Ambos judíos, huyeron del avance del nazismo para asentarse en Nueva York.
En 1948, liberada París, Chagall volvió a la ciudad luz y continuó remachando su peculiar escuela, con la infaltable cabra que vuela en los azules cielos o que toca el violín en la tela denominada La danza, episodio que golpea la imaginación hasta muchos años después, cuando la sulfurosa Julia Roberts exclama en alguna de sus películas, “no puede haber felicidad sin una cabra tocando el violín…..”.
Todos esos cuadros se muestran en la estupenda exposición, sin faltar las numerosas interpretaciones sobre la crucifixión y los episodios bíblicos que trasuntan su devoción hebraica. En ese campo me impresionó el carbón en papel El hombre de barba, un pequeño estudio donde resaltan los ojos de un mendigo, cuya mirada desesperada se confunde con un esbozo del judío errante cargando el thora sobre la espalda. Los enamorados en verde, un óleo sobre cartón de modesta dimensión es otro de los testimonios de su primer período en 1917, en Vitebsk, al igual que La vista de la ventana en Zaolchie (1915). En cambio, el óleo más reciente que se expone es Delante del cuadro (1968-1971), pintado en Saint Paul de Vence. Poco antes, en 1964, Chagall estrenó el monumental fresco de 220 metros cuadrados que ahora adorna el plafón de la Opera Garnier de París. A esa altura, se calculaba que había ejecutado cerca de 10 mil obras, mientras las subastas de arte estimaban un costo medio de seis millones de dólares por cuadro. El bielorruso produjo tanto como Picasso, pero vivió seis años más que él. Murió casi centenario en 1985.