Luego de siete años de investigación, se ha publicado una de las obras archivísticas más importantes de los últimos tiempos: el Diccionario biográfico de archivistas de Bolivia, que contiene 812 entradas, compilado por el autor de estas notas con la colaboración de Carola Campos Lora, Édgar Ramírez y Gonzalo Molina.  

Un puñado de intelectuales bolivianos, ya sea por nacimiento o naturalización, han volcado sus esfuerzos a construir diccionarios de personalidades y personajes de la historia boliviana, esfuerzo colectivo que indagó en diversas áreas del conocimiento, en la selección y estudio de los personajes biografiados.

Moisés Azcarrunz Peláez publicó una selección de Hombres célebres de Bolivia (1920), Ricardo Alarcón, sus Apuntes para un diccionario biográfico boliviano, 1825-1915, publicado en Bolivia en el primer centenario de la Independencia (1925). Luego hay un enorme vacío hasta la obra de Arturo Costa de la Torre: Catálogo de la bibliografía boliviana, 1900-1963 (1968). José Roberto Arze, en su Diccionario biográfico boliviano, se ocupa de las figuras bolivianas en las ciencias sociales (1984); eclesiásticas (1985); geógrafos, exploradores y científicos (1987), historiadores y cronistas (1989), y Figuras centrales en la historia de Bolivia en las épocas de la Independencia y República (1991).

Por su parte, Guillermo Lora ofrece una visión política en su Diccionario político, histórico, cultural de Bolivia (2002). Josep Barnadas es autor de un enciclopédico Diccionario histórico de Bolivia (2002); Julio Díaz Arguedas se ocupa de Los generales de Bolivia. Rasgos biográficos, 1825-1925 (1929); Elsa Paredes escribió el Diccionario biográfico de la mujer boliviana (1965); y Manuel Frontaura y Julio Díaz Arguedas, cada cual por su lado, escribieron sobre los expedicionarios, descubridores y exploradores de Bolivia (1971).

Carlos Castro recogió información biográfica de los Presidentes de la Corte Suprema de Justicia de Bolivia (1989), actualizada por Guadalupe Amusquivar hasta 2007 (2009). Elías Blanco Mamani aportó con su obra de conjunto sobre personalidades nacionales (paceños, cruceños, potosinos, cochabambino, tarijeños, benianos y orureños en la cultura boliviana) y extranjeras (chilenos, alemanes y argentinos en la cultura boliviana), escritores y poetas nativos (Enciclopedia de autores; novelistas, poetas bolivianos y 200 poetas paceños) habiendo publicado hasta la fecha14 tomos.

En ese contexto, el Diccionario biográfico de archivistas de Bolivia, tiene características singulares, pues es la primera obra en su género a nivel mundial. El hecho que se edite en Bolivia muestra la solidez de la archivística boliviana que se suma a Historia de la archivística boliviana (2006) y Legislación archivística boliviana (2007), ejemplos hasta hoy aislados en la historiografía especializada.

El libro cubre el proceso histórico boliviano desde la era prehispánica hasta el presente. Se identificó a uno de los Quipucamayoc más célebres del Cusco, Catari El Viejo, nacido en Cochabamba. En la Colonia el escribano Pedro de Azebedo acompañó al capitán Alonso de Mendoza en la fundación de La Paz. Más adelante está la hazaña archivística del virrey Francisco de Toledo que dicta, en la ciudad de La Plata, la primera ordenanza que instruye el establecimiento de los Archivos de Cabildo en toda la jurisdicción del Perú.

Durante las sublevaciones indígenas de 1780 surgen los nombres del Rey Chiquito y Bonifacio Chuimamani, escribanos de Túpac Katari, Bartolina Sisa y Gegoria Apaza. En la guerra de la Independencia está la hazaña del escribano Manuel Cáceres quien comandó tropas indígenas, pero sobre todo una milicia de escribanos. Aparece la primera mujer archivista, Manuelita Sáenz, responsable con grado de húsar del archivo particular del general Simón Bolívar; por su parte Francisco O’Leary, custodió los archivos de campaña del Ejército Unido Libertador, publicado en 28 tomos.

En la República, en el siglo XIX, surge la egregia figura de Gabriel René Moreno, que realiza el salvamento de los archivos de la Real Audiencia de Charcas, del Archivo de Moxos y Chiquitos, y elaboró sus siete puntos para la creación del Archivo General de la Nación.

El siglo XX está dominado por la personalidad de Gunnar Mendoza quien, secundado por Mario Chacón Torres y Guillermo Ovando Sanz, organiza el Archivo Colonial de la Casa de Moneda de Potosí y los fondos coloniales y republicanos del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia con sede en Sucre. En La Paz, cumplió similar papel Alberto Crespo Rodas y sus alumnos de la Universidad Mayor de San Andrés.

En el siglo XXI, Édgar Huracán Ramírez salvó de la destrucción inminente los Archivos de la Minería Nacional, construyendo para su resguardo tres imponentes edificios en El Alto, Oruro y Potosí.

Confieso que fue tarea compleja identificar a los trabajadores de archivos marginados en el recuento histórico, considerados meros individuos y, por ello, irrelevantes, lo que explica su ausencia generalizada en la historia nacional. Ante ese vacío, el Diccionario biográfico de archivistas de Bolivia tiene el propósito de recuperar tanto los aportes de célebres archivistas como el de simples trabajadores de archivo —hombres y mujeres— injustamente invisibilizados. En su visión incluyente registra a los extranjeros que han aportado —y aún lo hacen— al desarrollo archivístico de Bolivia. En esa misma línea, un funcionario que ha entregado su vida en custodiar un archivo es digno también de figurar en nuestro Diccionario.