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Para vivir la vida de los otros

Me permito recomendar algunos libros en los que al periodismo se le junta la literatura para que vivamos la vida de los otros.

Uno, y principal, es el libro de Gay Talese Vida de un escritor; ahí el maestro del periodismo explica cómo se fue haciendo, poco a poco, el escritor que es; lo hizo desde el periodismo y alcanzó las cimas que la observación, la curiosidad y la cultura convierten la escritura en la mejor literatura. Es una antología genial de sucesos cotidianos que él convierte en metáfora de las vidas que vivimos aún sin saber que nos están ocurriendo cosas extraordinarias.

Una buena vida, de Ben Bradlee, es la crónica de la vida feliz de uno de los mejores periodistas del mundo, que fue director del Washington Post cuando este gran periódico exploró con éxito un suceso contemporáneo que marcó las relaciones del periodismo con el poder, el caso Watergate. En el libro no sólo expone ese éxito, del que no se vanagloria, sino que narra cuáles han de ser las conductas responsables de los periodistas en el uso del poder que les da la pluma.

Editar la vida, de Michael Korda. Conozco pocas obras sobre el oficio de editar tan divertidas y verdaderas, tan sinceras y tan lujosas, de detalles, de conversaciones. Hay retratos memorables de Tennesee Williams y Truman Capote; pero lo fundamental es su descripción de las obligaciones del oficio de editor.

Vidas al límite, la antología de los mejores reportajes de Juan José Millás,  es un monumento vivo a una manera de ver, a una forma de entender el periodismo al límite, allá donde no pueden llegar ni la información ni la observación de la realidad, sino la intuición literaria, la capacidad de metáfora.

Alguien dijo que es una especie de reportaje cervantino el que inventó Millás; se lee como si hubiera escrito para ahondar en la ficción cuando en realidad le está retorciendo el cuello a la contingencia.

Plano americano, de Leila Guerriero. En este caso, una periodista minuciosa y exigente visita a personajes que, como aquellas vidas al límite, están en el abismo del recuerdo o de la melancolía; ella los salva, o al menos los arranca de su mutismo o de su desesperación y los convierte en personajes rehechos, esculturas humanas que ya viven en nuestro recuerdo con un raro fulgor. Aquí aconsejo leer, entre otras muchas cosas, su reportaje Quién le teme a Aurora Venturini.

Y Eterna parranda, de Alberto Salcedo Ramos, flamante premio de Periodismo José Ortega y Gassett. Quien lea el último texto, Las verdades de mi madre, entenderá la combinación feliz que anima estos textos periodísticos en los que se alterna la información exhaustiva con el sentimiento herido y goloso de sus personajes, que van desde astros de la canción a boxeadores tristes, pasando por el árbitro que se atrevió a expulsar a Pelé. Salcedo Ramos es de Barranquilla, donde se hizo Gabo, y a fe mía que tiene más puntos en común con el gran escritor del periodismo colombiano.