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Vida cotidiana y arte, mujeres en la Guerra del Pacífico

En toda guerra hay dos frentes. El campo de batalla, de sesgo masculino, donde nacen y mueren los héroes. Y las ciudades, de sesgo femenino, donde se libra la batalla por la supervivencia de todos los días, y donde se despide a los soldados y se llora a los muertos.

El historiador Pablo Michel y el compositor e investigador Javier Parrado han decidido poner sus ojos y su atención en ese frente interno durante la Guerra del Pacífico (1879-1883) y, en especial, en el rol de las mujeres en el conflicto. Y en esa mirada también han decidido incluir la música que se hacía y que se escuchaba en la época.

 Los resultados de esos afanes serán expuestos en una charla y audición musical, titulada precisamente Mujeres en la Guerra del Pacífico, en la que participarán también la cantante lírica Beatriz Méndez y las pianistas Mariana Alandia y Sachiko Sakuma. La conferencia y audición tendrán lugar el martes 21 de mayo a las 19.30 en el auditorio del  Espacio Simón I. Patiño (Av. Ecuador y Belisario Salinas).

“La guerra la hacen los hombres —dice Michel—, pero detrás de las batallas está el drama de las mujeres que en una sociedad decimonónica, como era la boliviana durante la Guerra del Pacífico, cada día tenían que iniciar su batalla para sobrevivir junto a sus hijos. En ese contexto, queremos hacer un homenaje a las mujeres de esa generación. Pero no sólo a las mujeres bolivianas, sino también a las mujeres peruanas y chilenas”.

Diversos documentos escritos —como relatos de ambos bandos, diarios y cartas— han permitido a los investigadores entrever el papel de las mujeres urbanas de las clases altas durante esos años: las actividades para recaudar fondos para la guerra, como conciertos musicales y veladas artísticas, la confección de los uniformes, la organización de las ambulancias de socorro y otras.

Para esas clases sociales, la época estaba atravesada por las ideas y las conductas del Romanticismo. La propia guerra parecía regirse por esos códigos. Michel pone dos ejemplos de esa caballerosidad romántica. Eduardo Abaroa, pocos días antes de marchar a la defensa de Calama, y sabiendo que las tropas chilenas estaban en camino, decidió casarse con Irene Rivero. Después de la muerte del héroe, el comandante chileno que tomó Calama mandó una compasiva misiva a la viuda. Más adelante, el almirante Miguel Grau, en la batalla de Iquique, al mando del Huáscar hundió a la nave chilena Esmeralda, comandada por Arturo Prat. Luego del combate, el vencedor ordenó que los objetos personales de Prat —su diario, uniforme y espada, entre otros— fueran devueltos a su viuda, Carmela Carvajal, junto a una admirativa carta.

En La Paz, en esa época —comenta Parrado—, los músicos con formación eran los músicos que tocaban en la Catedral. Cuando les tocó marchar a la guerra, la música se fue con ellos.  Así, en el frente, se formaron famosas bandas, como las de los regimientos Sucre y Murillo. En tanto, en las ciudades —acota Michel— escaseaban los músicos. Esto es lo que lamenta en su diario la “señorita de sociedad” Lourdes Arduz, empeñada en organizar conciertos para recaudar fondos para sostener el conflicto bélico.

SANJINÉS. Pero la música no sólo era interpretación, sino también creación. “Podemos tomar como un indicador de la época a Modesta Sanjinés”, dice Parrado. Nacida en La Paz en 1832, Sanjinés fue una compositora talentosa y prolífica, aunque sólo publicó siete de sus obras en París. Era también una virtuosa del piano. Su obra se inscribe en lo que se conoce como la música de salón, con algunas pocas e importantes excepciones, como informa Parrado: sus variaciones sobre el Himno Nacional, y la mazurca titulada Recuerdo de los Andes.

Antes de los 30 años dejó de componer. ¿Por qué? “Porque eligió ser una mujer independiente —dice Parrado—, administra la herencia de su familia, se compró una casa, no le queda tiempo para la música. Las veladas que hacía en su casa para recaudar fondos para la guerra eran famosas”.

    Hay otras artistas destacadas en la época y cuya obra de una u otra manera está marcada por el conflicto. Ese es el caso de la escritora Lindaura Anzoátegui de Campero (1848-1898), casada con Narciso Campero, político y diplomático a quien durante la Guerra del Pacífico el presidente Daza le encomendó la formación de la Quinta División. Anzoátegui es autora de cuentos y novelas de carácter histórico, como Hualparrimachi.

Despedir a los soldados y llorar a los muertos fue una labor femenina, pero también lo eran la música y la literatura. De eso hablarán Michel y Parrado en su conferencia del martes.