En algún momento pensé desarrollar un guión curatorial, pero luego pensé que era mejor que cada artista tenga la libertad para desarrollar sus proyectos con el medio o lenguaje que el mismo proyecto exija. Esta libertad es siempre más difícil, pero ayuda a identificar rasgos o síntomas del arte joven actual en Bolivia. La reflexión debe partir de las obras en lugar de juntar obras para ilustrar un texto curatorial.

Uno de los factores importantes del concurso Arte Joven es inscribir en el escenario de las artes visuales un aire innovador, adoptando un formato que busque guiar de cerca el camino de los jóvenes artistas. Para ello, se ha implementado una clínica de arte formada por Angélika Heckl (artista), José Bedoya (curador), Paula Palicio (gestora) y mi persona. El trabajo aportó pensamiento crítico y filtró los procesos para llegar a obras de gran contundencia formal y conceptual.

0. Hueco (proyecto extramuro)

Como un punto y aparte de la muestra, un hueco perforado en el paisaje urbano y ubicado en el corazón de la ciudad nos invita a viajar por nuestro paisaje interior. La ciudad es vivida por Liliana Zapata, cuyos puntos de inflexión son los espacios en los muros, como una continuidad de desvíos. El orificio, un secreto que, para quien lo descubra, ofrece una posibilidad de sustraerse del ruido urbano y la saturación de imágenes. Aislarse es una acción que transfiere toda experiencia maximalista a un silencio vital; es un ejercicio que supone la eliminación del tiempo a favor del espacio; es encontrar un refugio de la racionalidad: es la manifestación poética de aquella máxima existencialista del filósofo alemán contemporáneo Peter Sloterdijk, quien sostiene que “vivimos para crear esferas” (Esferas, 2003).  El “hueco” nos recuerda que también respiramos y tenemos un corazón que late.

Este street art es concebido como un proyecto extramuro. Ubicarlo fuera de la sala no significa un artificio de exposición, sino el documento de la intervención realizada.

1. Deseos

Liliana Zapata transita un nuevo camino en su búsqueda de observar y señalar pequeñas cosas insignificantes que sólo existen en los pliegues insospechados de su mirada. En absoluto es una casualidad; su atención se sitúa en el centro de su búsqueda: como una exploración de varios niveles de ver, donde reenfoca su interés hacia el cuerpo, evidenciando sus fragmentos, en este caso con las pestañas.

Zapata trabaja con personas cercanas y les pide sus pestañas que colecciona y encapsula en pequeñas diapositivas, creando con ellas archivos documentos como pruebas de irrefutables deseos.

Esos fragmentos del cuerpo son ampliados por el lente del proyector y el mecanismo es activado por el propio espectador que, así, se involucra en el deseo del otro. Con cada disparo de las imágenes, cae una pestaña y uno pide el deseo del otro. Existe un conocimiento poético de lo macro y lo micro que revaloriza las cosas que no vemos a simple vista.

Zapata realiza paralelamente un performance: deshoja margaritas y recuerda el mito del “me quieres”, agotando su propia historia a base de repetirla y dejando una estela de la acción donde se espejea con su entorno. La necesidad íntima y personal de expresar su propio deseo se traslada hacia una actividad colectiva, como si con ella pudiera cumplirse el mayor anhelo que una pestaña o un pétalo puedan presagiar.

2. Despegar

Al igual que Yves Klein, José Arispe utiliza su propio cuerpo para crear huellas y realiza estudios de vuelo para conectarse con su propio yo. A través de arduos y dolorosos ejercicios de ballet, se desprende del suelo y traza líneas de ensayo-error hasta el cansancio.

Con este performance, el artista deja atrás los paradigmas del bailarín clásico y plantea el conflicto con su propio cuerpo, enfrentando sus limitaciones para convertirlas en atributo. Un doloroso ensayo de ballet, recurrente en el trabajo del artista, se plasma en dibujos cósmicos y huellas de un cuerpo ausente. 

En estos movimientos, Arispe dibuja la musicalidad de un baile solitario y silencioso. Los trazos a punta de zapatillas de ballet son impresos en papel fotográfico de gran formato como nuevas constelaciones del artista para no olvidar su propia ruta de vuelo.

3.  Memoria

Esta instalación de Sulma Barrientos no es un espacio de cuento de hadas, es un mundo amenazante con muchas aristas desenfocadas. La artista trata de reconstruir los recuerdos perdidos durante su niñez a raíz de un conflicto familiar terrible. No es la primera vez que Barrientos recurre a traumas y conflictos personales para encarar sus trabajos, como una manera de purgarse. 

Ella plantea un espacio aparentemente precioso para contarnos historias crueles de infancia y nos sumerge en un confuso mundo de giros y espejos.

En su trabajo existe una narrativa no lineal que nos permite ver más allá de la representación y nos muestra un lado tenso y psicológico que contrasta con la belleza de la infancia. Es un diván freudiano, pero aquí su psicoanálisis está llevado al espacio colectivo, implicando a otros actores en su dramatización de los deseos reprimidos.

Una pared negra profunda nos lleva al abismo para traer a la luz la infancia perdida. La artista invita a niñas de tres a cinco años de edad a colorear con crayones el fragmento de vida borroso. Juguetes y objetos infantiles son unidos a fuerza de calor para construir un gran totem amenazante, como un compacto fardo de juguetes abandonados.

El tiempo difumina los recuerdos pero la huella queda.

4. Cidios (del latín Cidium).Muerte. El programa de uno es el problema de todos

Juan Fabbri es un artista cuyo propósito fundamental es explorar los intrincados nudos con que se va tejiendo el universo. Es un neorromántico que, en vez de mirar hacia adentro, pone su enfoque en el otro, hacia una comunidad y su voz colectiva. Su formación en antropología lo lleva a formular los enigmas de nuestras culturas primigenias, ya cuestionamientos esenciales para la existencia de la humanidad.

En Cidios plantea un problema real que nos involucra a todos, cuestionando la acción colonizadora realizada por la Misión Evangélica Nuevas Tribus contra el grupo étnico Yuqui, último bastión de la familia lingüística tupí guaraní en Bolivia.

Largos años de investigación han llevado al artista a una reflexión de este etnocidio. Aquí realiza una especie de excavación, utilizando como herramienta todo lo que tiene a mano, como la tecnología y la información de la web, con las que va creando una película hipnótica y envolvente. La voz del artista narra este viaje de polvo y oscuridad hacia un pueblo que vive su desestructuración y crisis simbólica desde mediados de 1950, hasta el último grupo contactado en 1989.

En esta obra el artista nos muestra los bordes irregulares del mapa de la dominación colonial y nos pone en la piel del otro, involucrándonos en la terrible evidencia de las etnias destruidas.

Esta video-instalación, que funciona como un espejo de dos caras, no es una obra procesual, ni una obra final, sino el comienzo de un largo viaje.

5. América

María Riveros combina textos y objetos a través de performances poéticos. La intimidad de la profundidad psicológica expone tantas filosofías de vida como le son posibles, incluyendo la suya propia. Podría suponerse que en vez de una obra se trata de una vida.

La artista es poeta en tiempos en que la poesía es escasa; bucea en lo más profundo de lo “no-decible” de las palabras, advirtiendo la función lírica, lúdica, musical y semántica de las mismas.

Sus trabajos se inscriben dentro del humanismo contemporáneo que, según Jacob Burckhardt “significa el descubrimiento del hombre en cuanto hombre y, consiguientemente, la reafirmación de todo lo humano, tanto en el sentido del individualismo como en el sentido de la humanidad” (La cultura del Renacimiento en Italia, 1867).

Teniendo como referencia la tesis de Edmundo O’Gorman de La invención de América (1958), la artista nos plantea una suma de preguntas que sugieren que América no ha sido descubierta. Un colchón personal recubierto de flores es un continente para soñar. El delirio de Riveros nos lleva a espacios casi inhabitados, donde naufragamos en la nostalgia del paraíso.

Con esta instalación, la artista invita a habitar su colchón —el cual declara “república independiente a partir de esta noche”— y realiza preguntas existenciales que cuestionan hasta el color azul del cielo. Sus comentarios sobre las relaciones que surgen entre los objetos y los seres humanos están repletos de bellas imágenes y referencias del imaginario colectivo universal.

Riveros nos invita a  cerrar los ojos, porque si sabes cerrar los ojos no te podrán descubrir.