Julian Barnes: La soledad sólo se cura con soledad
El último libro del novelista inglés es un relato y una meditación en torno a la muerte de su esposa, Pat Cavanagh
Frente al cuadro La balsa de la Medusa (1818) de Theodore Gericaul —la imagen de un naufragio convertida para siempre en el emblema de todas las desgracias—, Julian Barnes se preguntaba: ¿Cómo se puede convertir una catástrofe en arte? Así se lee en Una historia del mundo en 10 capítulos y medio (1989), una de las obras más singulares del novelista inglés.
Esa pregunta —dice Joyce Carl Oates en un artículo aparecido en el Times Literary Supplement recientemente— puede trasladarse ahora al propio Julian Barnes. ¿Cómo se puede convertir una catástrofe en arte? La respuesta —su propia e intransferible respuesta— está según la reseñista en las páginas de Levels of Life, su nuevo y breve libro.
Leves of Life es la memoria de una catástrofe. En 2008, Pat Cavanagh, la esposa de Barnes durante 30 años, murió por un tumor en el cerebro. Todo ocurrió muy rápido, apenas 37 días después de que le diagnosticaran el mal. “Yo tenía 32 años cuando nos conocimos; 62 cuando murió ella —escribe el novelista—. El corazón de mi vida; la vida de mi corazón”.
Pero la catástrofe, en realidad, no es la muerte de Pat Cavanagh en sí, sino que ese hecho —banal, universal finalmente— convirtió a Barnes en un sobreviviente. Lo condenó al minucioso tiempo —días, semanas, meses, años— de la ausencia. Esa condición, de alguna manera, es el resultado, lo reconoce el propio escritor, de una imposibilidad creciente en las sociedades secularizadas: “lidiamos mal con la muerte, ya no podemos incorporarla en un horizonte más amplio”, dice. En ese sentido, Levels of Life es una narración pero también es una meditación sobre lo que Barnes llama “the question of loneliness”.
E.M. Foster, citado por el novelista, dice: “Una muerte puede explicarse por sí misma, pero no echa luz sobre otra”. Para Oates —cuya argumentación conviene seguir en estos apuntes porque aporta de manera interesante a observar el curso que está tomando la narrativa del escritor inglés—, Levels of Life sugiere lo contrario, es decir que si una muerte singular es examinada desde una cierta perspectiva —y eso es lo que haría Barnes desde su perspectiva de un escritor que guarda duelo— puede echar luces sobre la experiencia universal de la pérdida y el dolor.
Sin embargo, no hay que olvidar en ningún momento que Barnes es ante todo un fabulador. La experiencia de la ausencia o la meditación sobre la pérdida en este libro sólo son posibles por la narración de la pérdida y de la ausencia, es decir, por el relato de la soledad. Esa soledad que se encarna en cada uno de los gestos y actos cotidianos. Nuestra vida —se lee en otra parte de la obra de Barnes— no es nuestra vida sino la narración de nuestra vida.
Pero, más allá de ello, Barnes no deja de ser un narrador que sigue buscando —y encontrando— nuevas maneras de configurar sus libros. Y si en el centro de Levels of Life está la experiencia —y la narración— de la pérdida y el duelo, esa experiencia está rodeada, por decirlo así, con indudable astucia artística, por un relato descaradamente novelesco.
Barnes —como sólo él sabe hacerlo— de pronto se convierte en el historiador de sucesos pintorescos. En las primeras páginas de Levels of Life es el cronista de una extraña afición y pasión de fines del siglo XIX: el ascenso al cielo en globo aerostático. Esta historia bien podría formar parte de su libro Una historia del mundo en 10 capítulos y medio. Barnes retrata a los pioneros de las alturas, a los audaces navegantes del cielo. Uno de esos pioneros, el Dr. J.A.C. Charles, quien fue el primero en subirse a un balón de hidrógeno en 1783, dejó escrito: “Cuando me siento escapando de la Tierra… puedo escucharme a mí mismo viviendo”. Otra fue nada menos que la cantante Sarah Bernhardt. Esa perturbadora mujer descubrió que cuando se llega más allá de las nubes “no se encuentra el silencio sino la sombra del silencio”.
Sólo entonces se empieza a sospechar que la historia de esa alegre hermandad que se eleva de la Tierra en busca, finalmente, de la soledad podría ser una metáfora del asunto central de Levels of Life: la escritura como forma del duelo, la escritura como una manera de lidiar con la muerte y con la ausencia. En alguna parte del relato, Barnes cita a la poeta norteamericana Marianne Moore: “La cura de la soledad es sólo la soledad”. Puede ser. En todo caso, ése es al parecer el tour de force que ha emprendido el novelista inglés que supo echar al mundo —a lo largo precisamente de esos 30 años que vivió con Pat Cavanagh— criaturas tan luminosas como El loro de Flaubert (1984) y Arthur & George (2005).
En libro anterior de Barnes es la novela breve El sentido de un final (2011). En sus páginas, una historia de amistad adolescente, una remota historia de amor y una historia de muerte ponen al personaje que narra ese entrevero muchos años después frente a unas preguntas: ¿Qué recordamos? ¿Qué podemos recordar? ¿Qué queremos recordar? Finalmente, eso que llamamos y atesoramos como memoria no es sino un relato. El relato que necesitamos para recordar pero también para olvidar. Barnes dio un paso más: la invención de la soledad para curar la soledad.